GOOD-BYE, HUSSEIN
Están doblando por ti.
Ernest Hemingway
Conocí a Saddam Hussein en enero del 78.
Esa tarde regresábamos a Bagdad luego de un viaje relámpago a Kirkuk y Mosul donde conversamos con un numeroso grupo de kurdos inermes. No obstante, me di cuenta de que se volaba con el temor de que algún activista pudiera dispararle al helicóptero.
En Bagdad, mi amigo David me informó que a las 7 pm. iríamos a Palacio a una ceremonia oficial. “Usted, como periodista extranjero está invitado”, me dijo.
Y así fue. A las 7 estaba saludando al general Ahmed Hasam al-Bakr, presidente de Iraq.
David me presentó a Saddam Hussein, ayudante favorito de Hasam y posiblemente su sucesor, como ocurrió poco después, pero en esa ceremonia protocolar, Hussein me pareció solo un personaje más.
Tenía rostro adusto donde lo que más resaltaban eran sus negros bigotes de brocha gorda”, escribí esa vez.
Más bien, cuando Hasam recibió a Sam Nujoma, -con el tiempo, presidente de Namibia- Hussein tuvo más protagonismo. No obstante, a mí más me preocupaba Nujoma. Logré hablar con éste en el Hotel Paraíso hasta donde lo seguí, pero la falta de tiempo hizo que mi entrevista fuera más rápida que el rayo.
Más cerca de Hussein estuve la tarde en que enterraron a Wadid Haddad, uno de los terroristas palestinos más implacables de la historia a quien nadie pudo matar, solo el cáncer.
Haddad fue el autor del secuestro del avión de Air France conducido a Entebee y rescatado por los israelitas, en la célebre “Operación Trueno” que duró apenas 53 minutos.
Nuevamente, esa tarde, más que hablar con Hussein me interesaba hablar con George Habash, el líder del Frente de Liberación Palestina, disidente de la OLP de Arafat y uno de los más jurados enemigos de Israel. Con este líder hablé muy poco.
Volví a saludar a Hussein; hubo un breve intercambio de preguntas intrascendentes, hasta que la vibrante ceremonia en torno al recuerdo de Haddad, acabó caída la noche con su domo plagado de estrellas.
Más de una hora caminé con David a lo largo del Tigris conversando sobre los árabes y su destino; luego nos animamos a comer unos pescaditos fritos recién sacados del río del Edén.
LA GUERRA DE IRAQ
Once años después, en febrero del 91, partí con rumbo a Bagdad, para informar sobre la Guerra Anunciada del Golfo Pérsico.
Para decenas de periodistas de todo el mundo que llegamos a El Cairo como antesala indispensable, ese viaje significó besar el polvo de la derrota.
Más fácil era que un rico entrara al reino de los cielos que un periodista al reino de Hussein. Todos dábamos vueltas y vueltas por las embajadas árabes acreditadas sin ninguna esperanza de alcanzar ni los bordes de Iraq. Habíamos llegado demasiado tarde, nadie dejaba pasar ni a una mosca.
No obstante, para todos fue una gran experiencia, porque día y noche testimoniamos casi presencialmente la prepotencia de Occidente, personificada en los generales Made in USA, todos contra uno, contra el inmenso océano petrolero de Iraq.
Envié largos despachos a mi diario durante todo el tiempo que duró ese atropello.
Ahora que han ahorcado a Hussein, se me ocurre copiar algunas partes de los textos que envié desde El Cairo.
APELATIVOS DE AMBOS SIGNOS
“Los apelativos que le colgaban a Hussein valían tanto en esa guerra como aquellos que le colgaban algunos sectores del mundo árabe que lo llamaban rais o rey, o lo creían el babilónico Nabucodonosor que reconstruyó su país y colocó a su pueblo a la cabeza de las más brillantes civilizaciones de entonces.
El hecho fue que el mundo se encontraba frente a una conflagración capaz de convertirse en una catástrofe universal caso de que Hussein soltara todo lo que tenia escondido bajo la manga y bajo los búnkeres construidos por arquitectos alemanes, hechos para soportar terremotos de grado 6.8 en la Escala de Richter”.
Inventariaba los hechos relacionados con la invasión de Kuwait y el bloqueo ordenado por la ONU y el plazo concedido para retirarse. Vencido ese plazo, el 15de enero, se inició una guerra de papel o sea, Hussein hizo el papel más ridículo de su vida al entregarse sin disparar un tiro, a las fuerzas extranjeras.
En otros acápites de mi crónica, hice otras especulaciones:
LOS CULPABLES
“Pero, quién tiene la culpa de haber desatado esta guerra? Si Irak no hubiera estado armado hasta los dientes, ¿acaso se hubiera aventurado a invadir Kuwait y desencadenado esa contienda?.
Y ¿quién armó a Hussein? ¿No fueron los mismos que por entonces lo quisieron destruir? Sobre eso se debería ser más reflexivo. Esto tenía que ver tanto los puntos de vista geopolíticos como los puntos de vista de los industriales de la guerra y sus hombres.
Desde Morón, España, salían los B-52 a atacar a Iraq, pero ¿acaso España no le vendió armas químicas a Iraq? En el Parlamento español alguna vez se dijo “Existen evidencias de que las carcasas fabricadas en España para bombas de NAPALM y gas mostaza han sido utilizadas por Iraq en las guerra contra Irán.
Alemania Federal le proveyó de armas químicas como la iperita, un gas que tampoco es una novedad porque ya había sido usado en la I Guerra Mundial. Bagdad disponía de armas químicas pero, “¿acaso esa arma es solo privilegio de Estados Unidos, acaso no la podemos usar nosotros como la bomba atómica de los pobres?”, raciocinaban a gritos los desesperados iraquíes.
Las relaciones de Bagdad con París databan de los tiempos del presidente Giscard hasta esos días cuando la aviación iraquí estuvo a punto de incrementarse con unos cincuenta aviones Mirage 2000. La ex Unión Soviética, que fue su viejo aliado, permitió que en Iraq, -por hacer solo unas menciones, se fabricaran los tanques T.72 que los iraquíes mejoraron como arma de combate, y son soviéticos los temibles Scud, por entonces llamados Al Hussein, en homenaje al gobernante iraquí. Y si no eran más efectivos esos misiles cuando llegaban a Israel no era solo porque los interceptaban los Patriots, sino porque los técnicos soviéticos no terminaron de instalar los aparatos de mayor precisión en las ojivas. Iraq, entre su panoplia de guerra, tenía más de 300 sofisticados aviones Mig21, posiblemente muchos de ellos hecho polvo por los bombardeos aliados….
Iraq tenía aún el mejor y más numeroso ejército del mundo árabe, pero ¿quien contribuyó a que eso sucediera sino los fabricantes o vendedores de armas, legales o ilegales? Los que lucran con las guerras; los negociantes de la muerte”“
Mi informe fue amplio en estadísticas. He aquí algunos datos:
“Resultaba interesante saber -escribí- que mientras Iraq tenia una renta per capita de casi 2 mil 200 dólares anuales con una población de 19 millones de habitantes, Jordania tenia casi unos mil dólares anuales per capita, y Egipto, apenas, 665 dólares o sea 55 dólares por mes. En cambio, la renta per capita de Kuwait era de casi 15 mil dólares anuales, el de Arabia Saudita de 7 mil dólares para una población de 14 millones de personas y Emiratos Árabes, una renta per capita de 18 mil dólares. Digamos que cualquier persona ganaba en Kuwait 2,500 dólares mensuales. Lógicamente un jeque no tenia limites como ganancias.
Mientras, por causa de la pobreza, en Iraq la esperanza de vida era de 64 años, la de Kuwait era de 73. En tanto, en Yemen solo había la esperanza de vivir hasta los 51 años, en Arabia Saudita se podía llegar a los 63.
En Iraq, el índice de mortalidad infantil alcanzaba el 7 por ciento, mientras en Kuwait, de cada 100 niños solo moría uno o dos. Mientras en los Emiratos Árabes Unidos, morían el 2.6 por cada 100 niños, en el pobre Yemen, morían casi 12 niños por cada 100".
Muchos años después, ya en este siglo, vi una fotografía de Hussein el día de su captura. Un desastre. Uno de sus captores le pisaba el cuello,como a un mendigo. Entonces, volví a recordar a Brecht y a recitarlo de memoria: Los poderosos son como los astros, como los astros suben y como los astros vuelven a bajar".
Hussein ya no podrá sentarse a la puerta de su casa -como dicen los árabes- a ver pasar los cadáveres de sus enemigos. El ya está bien muerto.
Se informa que ante la horca, no quiso que lo vendaran. Serenamente leyó el Corán donde dice: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”.
Los chiítas bailaban de gusto ante el lejano cadáver de Hussein, mientras los sunnitas, lloraban su muerte. Igual que en Chile luego de la muerte de Pinochet. Solo que a Hussein lo han ahorcado por la tortura y muerte de 148 chiítas. ¿Cuántas veces habrían tenido que ahorcar a Pinochet, culpable de mucho más torturas y más muertes?
Nosotros, ya no estaremos para seguir viendo a otros poderosos –dictadores o no- caer como los astros, y dedicar algunas palabras más de asombro a la inextricable condición humana