AÑORANZA Y HOMENAJE A LAS ISLAS ARGENTINASAndaba en Londres, abril del 82. Por entonces, circulaban noticias ávidas de que la situación en el sur de Argentina continuaban graves. El general Leopoldo Galtieri había ordenado que sus tropas acantonadas en el sur glacial ocuparan las islas Malvinas que eran de Argentina, del Continente americano, no de ningún país extranjero.
Las noticias eran alarmantes. Se decía que desde el 2 de abril Argentina había recuperado las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur que siempre les pertenecieron. Habían sido recuperadas por las fuerzas armadas argentinas y eso, a los latinoamericanos, nos llenaba de orgullo en cualquier lugar del mundo donde nos encontráramos.
Lo que más nos enorgullecía era que las noticias confirmaban que el Perú estaba apoyando a Argentina, que había habido una sesión en la ONU y que, lógicamente, los Estados Unidos de Norteamérica se había declarado no a favor de Argentina, sino de Gran Bretaña; el Perú, no.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas había aprobado la Resoluciòn 502 exigiendo el retiro argentino y luego negociaciones entre los países poderosos que dominan la ONU.
Pero los argentinos no cedían.
Eran los primeros días de mayo y el problema ocupaba los titulares de la prensa londinense, todos airosos y prepotentes.
Los periodistas locales y extranjeros que estabamos en Londres amanecíamos en los alrededores de Down Street donde vivía Margaret Thatcher para escuchar sus declaraciones. Solo tenían acceso tres o cuatro periodistas, los cientos de hombres de prensa, nos quedábamos en los alrededores sin poder entrar, prohibidos terminantemente de sobrepasar las rejas que la policía instaló; veíamos de lejos a la ministra Thatcher, moviendo las manos, encendida de cólera, se le nota intransigente hasta la pared de enfrente.
Los ingleses flemáticos mordían sus sandwiches fríos porque para ellos, esos episodios les eran conocidos.
Eran los últimos días de abril y los primeros de mayo cuando se supo que la aviación británica había atacado a Puerto Argentino aunque los americanos no se quedaban atrás, estaban decididos a todo.
Galtieri convocó a licenciados de 1961 lo que significaba que estaba decidido a todo, a continuar la guerra hasta reconquistar las islas que les pertenecía desde la noche de los tiempos.
Hasta que se supo sobre el hundimiento del crucero argentino General Belgrano con más de 300 tripulantes. Esto causó mucha alegría a los ingleses en las calles de Londres. Pero, entonces, los argentinos se encorajinan y hunden el famoso crucero británico HMS Shefield. Los diarios londinenses no mencionan “euforia” pero eso era lo que vivían los latinoamericanos.
REGRESO AL PERU
Regreso a Lima, pero con el sueño periodístico de ir a Las Malvinas.
Consigo que
El Comercio ordene que vaya y viajo a fines de mayo cuando el doctor Javier Pérez de Cuellar, en la ONU, ofrece noticias desconsoladoras en el sentido de que Gran Bretaña no permite de ninguna manera que Las Malvinas regresen a Argentina.
Se sabía extraoficialmente que el Perú ayudaba a Argentina hasta con armas, con misiles Exocet, inclusive que uno de esos misiles había hundido al Shefield.
Con mi amiga Victoria, esposa de Ariel Canzani, poeta argentino que mantenía conmigo una larga y profunda amistad, nos íbamos al centro de la ciudad a recoger noticias y ver el ambiente.
Este era de júbilo, aunque lógicamente, la tristeza los invadía cuando las noticias eran negativas.
La famosa Calle Corrientes del tango de Gardel, y todas las clásicas calles bonaerenses se apretaban de viandantes alegres, dicharacheros como son ellos, y de hurras, !Viva Argentina, Viva Las Malvinas!, para celebrar el triunfo de sus aguerridos marinos, la mayoría imberbes.
JUAN PABLO IILa mañana del 4 de junio estuve a punto de viajar al Sur, hasta cerca de Puerto Argentino, pero era muy difícil obtener permiso en la administración militar.
Las noticias dadas por
Clarin esa mañana fueron desconsoladoras. Los británicos toman Monte Kent y la ONU veta el cese del fuego en la ONU o sea, lo que quieren los países poderosos es acabar con Argentina. ¨¿Quiénes sostienen este pedido? Solo Gran Gretaña y los Estados Unidos.
La inminencia de la llegada del papa Juan Pablo II se acerca. Debe llegar pasado mañana 11.
Los argentinos son muy católicos y esperan con ansiedad a Su Santidad, se le preparas una recepción apoteósica, como que así sucedió. Sin embargo, en los medios políticos no se le tiene mucha fe. Algunos analistas criollos consideran que el Papa estará más por Gran Bretaña que por Argentinas.
Juan Pablo II venía intercediendo por la paz desde los primeros días de iniciado el conflicto, pero, claro, los británicos no le hacían caso.
Ya el 11 de abril, exhortó a ambos países para que depusieran su actitud bélica, pero ni Haig ni Méndez se ponen de acuerdo, transigen.
El 28 de mayo, el Papa viaja a Londres en misión evangélica, pero, en el fondo, le preocupaba la situación en América Latina. La respuesta britànica: 4 mil soldados en cuatro regimientos avanzaban sobre Darwin y Gradera del Ganso, muy cerca al Polo.
Con mi amiga Victoria fuimos a la recepción que Buenos Aires le hacía al Papa. Recepción apoteósica. Esa mañana, increíblemente, amaneció muy gris. No había sol y por último, llovió a cántaros. Lluvia fuerte de mal presagio. De todos modos con sombrilla o sin sombrilla, los bonaerenses católicos abarrotaron las calles y salieron a aplaudirlo desde Ezeiza hasta la Curia Episcopal.
Pero, se produjo un “milagro”, media hora antes de que llegara el Santo Padre, dejó de llover y asomó el sol para participar en la recepción.
Los periodistas pugnábamos por acercarnos cada vez más al ilustre visitante, pero solo los privilegiados de la CNN y de Clarín, por ejemplo, estaban a punto de cañón.
Mientras el Papa se reúne con las autoridades políticas para proponer soluciones, los británicos repatrían a sus sobrevivientes, los 700 del HMS Coventry, Ardent y Antelope hundidos por los argentinos.
Sin embargo, la guerra está decidida: el 13 de junio las fuerzas británicas rompen la defensa argentina y toman 400 prisioneros en Puerto Argentino.
Los británicos diezman a las tropas gauchas que se les oponen.
Esa tarde del 13 de junio, con Victoria y sus hijos, alcanzamos la medianoche gritando ¡Viva Argentina!, ¡Viva las Malvinas!, por las calles del centro. Nadie quería la rendición, el pueblo estaba delirante.
LA DERROTAPero, todo estaba escrito. Al amanecer el 14, las noticias eran devastadoras. Se había establecido un silencio mortal. Las calles estaban vacías en todo Buenos Aires, las noticias eran absolutamente desconsoladoras: Los generales Mario Benjamín Menéndez por las fuerzas argentinas y Jeremy Moore, por Gran Bretaña habían acordado “Cese del fuego” y rendición de Argentina.
Después del medio día, todo Buenos Aires estaba en la calle.
Pero había que anotar dos sentimientos totalmente ubicables: pesar por perder Las Malvinas, pero indignación por haberse rendido.
El pueblo maldecía la hora en que Argentina se había doblegado y lloraba. Victoria se recostaba en mi hombro y lloraba a gritos. Lloraban mis amigos, Juan y Pedro Lamise. Y el funcionario del hotel donde me alojaba, no lo podía creer. En sus ojos claros se notaba una película de cristal permanente: eran lágrimas
El Papa, a quien habíamos visto de cerca en la Iglesia de la Virgen de Lujan, ya se había regresado al Vaticano.
Es posible que yo también haya soltado muchas lágrimas pero no de pesar por el llanto de los argentinos, sino porque en este siglo XX todavía hay países prepotentes que se siguen sintiendo dueños de lo que nunca fue de ellos.
El colonialismo, las pruebas del robo (Las Malvinas, Guantánamo,etc.) que algunos países europeos y, en estos siglos recientes, los Estados Unidos de Norteamérica, deben desaparecer para siempre y de esa ignominia no quedar ni siquiera huellas.
(Manuel Jesús Orbegozo, (
TESTIGO DE SU TIEMPO, pag.253/57, Fondo de Cultura Económica, México.2006)