EL MUNDO, UN DÍA

Blog del Periodista Manuel Jesús Orbegozo. Este blog se mantendrá en línea como tributo a quien con su pluma forjo generaciones de periodistas desde la aulas sanmarquinas. MJO siempre presente.

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Primero, recorrió todo su país en plan informativo, y luego casi todo el mundo con el mismo afán. Por lo menos, muchos de los grandes sucesos mundiales de los últimos 30 años del siglo XX (guerras, epidemias, citas cumbres, desastres, olimpiadas deportivas, etc.) fueron cubiertos por este hombre de prensa emprendedor, humanista, bajo de cuerpo pero alto de espíritu, silencioso, de vuelo rasante, como un alcatraz antes que de alturas, como un águila, por considerar que la soberbia es negativa para el espíritu humano. Trabajó en La Crónica y Expreso, y más de 30 años en el diario El Comercio como Jefe de Redacción, luego fue Director del diario oficial El Peruano y como profesor de periodismo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos lo sigue siendo aún después de 30 años seguidos. Esta es un apretada síntesis de la vida de un periodista hizo historia en el Perú y en muchos de quienes lo conocieron. Puede además ver su galeria fotográfica en http://mjorbe.jalbum.net Nota: MJO partio el 12 de setiembre para hacer una entrevista, la más larga de todas. MJO no se ha ido, vive en cada uno de los corazones de quienes lo conocieron.

Monday, November 29, 2004

Alfredo Bryce Echenique: Está triste el tigre

Alfredo Bryce:
ESTA TRISTE EL TIGRE

Tiene la voz de siempre, pausada y de bajo tenor, aunque no engolada ni ceremoniosa. La tarde en que conversamos vestía como si volviera de un safari, tal como yo vi en Kenia al ayudante de un cazador inglés que regresaba del bosque vestido igual que Alfredo Bryce Echenique; y estaba cansado y triste no obstante que su cacería había sido prodigiosa.
Lo primero que percibí en Bryce fue un inocultable temor a la vejez y a la muerte que podrían frenar sus ímpetus desbordantes de sentido del humor que nos hace reir tanto o sonreir cuando leemos cualquiera de sus textos. Pero, la cronología no ha de vencerlo y su vitalidad arder inextinguible como una lámpara del Sagrario. Cierto, el espíritu de Bryce no puede extinguirse así nomás al menor soplo del viento, aunque de estar triste está; está triste el tigre.
Bryce me dijo algo así como que no regresa el Perú porque se lo imponga la melancolía o la nostalgia de la tierra sino porque no quiere envejecer ni morir en tierra ajena donde sus amigos son postizos, y no como Alberto Massa, entre otros, sus amigos del alma con quienes piensa pasar todo el resto de su vida de viejo y de muriente.
Este miedo, sin embargo, no es de su exclusividad ni tampoco para alarmarse, todos le tememos a la vejez y a la muerte, y algunos, pánico, como Fernando de Zsyzslo, por ejemplo. La anécdota preferida del famoso pintor es aquella que me contó de cuando Ulises y Aquiles se encuentran en el reino de la muerte y Aquiles le dice a Ulises:
- "Feliz tú que sigues siendo rey en el lugar donde te encuentres", y Ulises le contesta:
- "Prefiero ser un campesino en el reino de la vida y no un rey en el reino de la muerte".
Y yo sé de ese otro sabio que dijo: "No es que yo le tenga miedo a la muerte, lo que pasa es que lo único que quiero es que cuando venga no me encuentre".

La vejez o la muerte son terribles en ciertas circunstancias. Bryce mismo recuerda que en 1987 fue a dictar unos cursos a universitarios en Texas. De pronto, se le vino a la memoria esta escena: huelga en La Oroya, los obreros de la Cerro de Pasco Co. violentos pidiendo aumento de sueldo; el gerente Francis Francovich es golpeado furiosamente y arrojado a la calle sangrando y desnudo. El jovencito Bryce intenta rescatar a Francovich, que es su gran amigo. Bryce corre despavorido a sacar el automóvil y huir juntos, pero lo encuentra con las cuatro llantas en el suelo.
Esa es la primera escena. La segunda, treinta años después, Bryce recuerda que Francovich vive en Austin. Lo llama por teléfono y una voz como de moribundo le contesta lacónicamente: hola. Bryce toma un taxi y va a buscarlo. Cuando llega a su casa, el cuadro es deprimente: Francovich es apenas un mendigo, hemipléjico y hambriento. Se dan la mano, se miran. El ex gerente de la poderosa Cerro de Pasco balbucea: food, food, please.
Bryce sale a buscar comida. Compra arroz y frejoles. Se los lleva y Francisco devora todo lo que tiene por delante, y llora. Bryce disimula sus lágrimas y maldice. Uno de sus hijos vive en la casa contigua: escena norteamericana creíble. Sale a buscar a Clementina, la otra hija de Pancho, a quien le enrostra el abandono en que tienen a su padre. Pero, la psicología de los norteamericanos es así; la vida de los viejos en Estados Unidos es trágica.
- ¿No es, acaso, para llorar ser viejos en los Estados Unidos?
Al salir de la casa atraviesa un jardín donde alcanza a ver un juego de sapo; entonces recuerda cuando en La Oroya jugaban y él le ganaba a Francovich. Bryce escribe un cuento desesperante: "Un sapo en el desierto".

Bryce no quiere vivir allí ni en Francia ni en ningún otro país que no sea el Perú. "En París, la soledad es tragicómica. Para eso, a los viejos, a la gente, no le queda sino criar perros. Con elllos viven, conversan, se acompañan; con ellos rellenan los huecos negros de su soledad. Cuando se van de vacaciones, los abandonan y como siempre fueron engreídos, sufren en la calle. No son como nuestros perros chuscos que salen a buscarse la vida. Los perros empiezan a enflaquecer hasta que se mueren en las calles como perros. Mientras, por otro lado, las asistencias públicas se llenan de viejos. Los hijos o los nietos van a dejarlos alegando una bronquitis para poder irse de vacaciones. Los abandonan olímpicamente. "En Europa no hay solidaridad ni siquiera familiar. Me acuerdo de esos 12 sketches de Gassman, Sordi, Tognazi, que hacen de hijos intentanto llevar a la vieja a dejarla en un hospital. El lío se arma cuando la vieja se da cuenta de que los hijos quieren deshacerse de ella; una especie de nuevos monstruos".
- O sea que ¿no vivirías en Paris, en Barcelona, en Texas?.
- Tú, ¿Qué dices?-
- No sé, falta amor humano, solidaridad, ¿no?
- Es el fracaso de nuestra civilización.
- ¿Y aquí?
- Imagínate, aquí nadie se muere de hambre ni de soledad. Si los niños tienen hambre inventan los Vasos de Leche, si la gente pobre tiene hambre, se arman los Comedores Populares, etc. Eso se llama solidaridad. ¿Has visto tú alguna vez un solo comedor popular en Europa?.

"La amistad funciona aquí plenamente", dice Bryce. El -como todos nosotros- tiene sus amigos entrañables, digamos "Jaime Dibós, el "Perro" Diez Canseco, el gordo Massa, Lucho Elías". El día en que San Marcos le otorgó a Bryce el título de Doctor Honoris Causa, la ceremonia no empezó hasta que llegó el gordo Massa. Dos nos tuvimos que levantar para darle el asiento y allí se arrellanó todo él para aplaudir y gozar como si él fuera el homenajeado. No sé si por allí anduvo Elías. Con éste se trataban de compadres desde cuando eran estudiantes. Luego de casado, Bryce vio que la esposa de Elías estaba embarazada. Bryce la señaló como jugando, "esa barriga es mía", le dijo a la señora. Y lo fue. Sólo que Elías tuvo que esperar ocho años el regreso de Bryce. Cuando volvió bautizaron al hijo y ahora sí son compadres oleados y sacramentos. Porque así funciona la amistad a la peruana.

No creo que Bryce se haga el despistado, yo creo que lo es. Porque su personaje, Martín Romaña, no es otro que el mismo Bryce o, en último caso, los dos son prototipos de una anticultura natural, los dos se visten como quieren, con una media de un color y la otra, de otro. Así que no hay que alarmarse cuando ante los universitarios en Nanterre o Vincennes, como ante los televidentes de Hildebrandt, se presenta borracho como lo reconoce en la página 222, cuando le contaba su vida de aventuras a Octavia de Cádiz. A él le da lo mismo chana que Juana, le importa un pepino las apariencias y la Miss Fama con la que muchísimos quisiéramos acostarnos cuando, en realidad, hacemos demasiado poco para merecerlo. Generalmente, no somos sino unos meros figurettis, como ahora dicen las urracas.
Bryce ve a la fama con cierto sentido del humor, tan volátil y hasta tan inútil, como la veía Borges. Cuenta que alguna vez, Borges y Sábato promocionaban sus libros autografiándolos para darles un valor agregado. Borges se dio cuenta de que se había formado una cola impresionante que daba vuelta por Corrientes hasta el Obelisco. "Mirá vos -le dijo Borges a Sábato observando la cola- lo que van a costar los libros que no lleguemos a firmar, a firmar". Y sonrió como sólo saben sonreír los sabios irónicos.
- O sea que a ti el éxito ¿no te interesa?
- No tanto como se lo imaginan ustedes.
- ¿Te consideras humilde, entonces, Alfredo Bryce Echenique?
No dijo ni si ni no, pero alabó a Julio Cortázar y a Juan Rulfo. "Los admiraba mucho porque eran silenciosos, muy simples, muy leales, no sé si eran humildes o no, pero me llevaba muy bien con ellos", recordó removiendo un arcón.
-Entonces, a ti ¿no te gusta ni que te entrevisten?
- No, un día, no bien llegué al aeropuerto, los periodistas me preguntaron sobre el presidente Fujimori, qué opinaba sobre su futuro político. Les dije que yo no era oráculo. En Buenos Aires, no me preguntaron sobre la amigdalitis de Tarzán ni sobre García Márquez sino sobre Menem; yo no soy político, les dije a los ché. Me preguntaron sobre cómo terminaría la guerra de Kosovo, yo no soy oráculo, les dije.
- O sea que ¿nada con los políticos?
- Los políticos me joden –dijo con todas sus letras, como es su costumbre.
Luego, contó que Fidel conversaba una mañana con la madre Teresa de Calcuta. Entonces, se produjo el siguiente diálogo:
Fidel: ¿Así que usted, madre Teresa, es una gran revolucionaria del amor?
Madre Teresa: No, yo no soy una revolucionaria, todo lo que hago es sólo por amor a Dios.
Fidel: Pero, el amor a Dios, ¿no encarna una idea revolucionaria?
Madre Teresa: No, hijo, el amor a Dios es otra cosa -le contestó y lo quedó mirando con honda ternura.
Al término de la cita, Fidel le comentó a Bryce y a otras personas que lo rodeaban: "Es la primera vez en mi vida que converso con una santa".

Bryce caminaba una tarde todo desorientado por la avenida Larco de Miraflores. Un muchachito de la calle lo reconoció y se le acercó.
- Bryce, fírmame un autógrafo -se despachó sin cohibiciones.
- Te firmo si me enseñas dónde queda la tienda del suizo Oeschle.
- Oeschle ¿qué es eso? -el muchachito se rasca la cabeza tratando de recordar- Oeschle ya no existe.
- ¿Cómo que ya no existe? -Bryce se rasca la cabeza-. Entonces, ¿dónde puedo comprar un par de calzoncillos?.
Hasta ahora no sabe dónde comprarlos. Lima, Miraflores, el Perú, todo ha cambiado demasiado desde cuando él era apenas un desprevenido jovencito gagá.

Nada le golpeó más el corazón, el día en que volvió a San Marcos, -según él- que cuando cruzó el patio de Derecho y vio la pila y escuchó a los músicos universitarios que lo recibieron con "Todos vuelven a la tierra en que nacieron...".
Bryce casi pierde la brújula. pero, recobró la compostura y siguió, aunque no faltaron recuerdos hondos en su interior como cuando viajó a visitar Jauja una vez más y, de pronto, se vio ingresando al hotel Huaychullo, con sus anteojos de sol luego de pasar frente al restaurante El Olímpico y, al lado, su papá manejando su viejo Chevrolet del 51 y, entonces, cien pájaros del camino lo despertaron con su canto. Bryce había estado soñando. Pero sonrió porque fue un sueño feliz, por lo menos, tuvo la magnífica oportunidad de volver a estar con su padre, muerto hacía ya muchos años.
"Conozco todos las regiones del Perú, pero me gusta más la costa, soy urbano; luego, la sierra es hermosa; la selva es desconcertante, por eso me gusta menos, pero todo aquí es un sueño", dijo para aliviar la historia melancólica que acababa de contar.

Charles Baudelaire, el rey de los poetas malditos franceses, decía que "mientras vivas enivre vous du vin, de poesie ou de vertu, emborráchate de lo que sea, pero siempre emborráchate". No se sabe si Bryce piensa lo mismo que Baudelaire, cuyas obras Las Flores del Mal y Un Mundo para Julius fueron calificadas poco menos que de escandalosas. Pero, de lo que sí parece estar seguro es de que aquí en el Perú, en Lima, en cualquier rincón de la patria ha de seguir escribiendo, acaso recobrando el pasado al que no quisiera volver más.

Alfredo Bryce Echenique bebe, fuma, bebe, respira, sueña, bebe y vive aquí, de nuevo en su patria adorada donde, fundamentalmente, sus amigos solidarios van a compartir con él sus horas de crepúsculo, van a avivar su espíritu de escritor, como el aceite, la lámpara del Sagrario.

1 Comments:

Blogger Roberto Iza Valdés said...

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1:50 PM  

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