EL MUNDO, UN DÍA

Blog del Periodista Manuel Jesús Orbegozo. Este blog se mantendrá en línea como tributo a quien con su pluma forjo generaciones de periodistas desde la aulas sanmarquinas. MJO siempre presente.

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Primero, recorrió todo su país en plan informativo, y luego casi todo el mundo con el mismo afán. Por lo menos, muchos de los grandes sucesos mundiales de los últimos 30 años del siglo XX (guerras, epidemias, citas cumbres, desastres, olimpiadas deportivas, etc.) fueron cubiertos por este hombre de prensa emprendedor, humanista, bajo de cuerpo pero alto de espíritu, silencioso, de vuelo rasante, como un alcatraz antes que de alturas, como un águila, por considerar que la soberbia es negativa para el espíritu humano. Trabajó en La Crónica y Expreso, y más de 30 años en el diario El Comercio como Jefe de Redacción, luego fue Director del diario oficial El Peruano y como profesor de periodismo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos lo sigue siendo aún después de 30 años seguidos. Esta es un apretada síntesis de la vida de un periodista hizo historia en el Perú y en muchos de quienes lo conocieron. Puede además ver su galeria fotográfica en http://mjorbe.jalbum.net Nota: MJO partio el 12 de setiembre para hacer una entrevista, la más larga de todas. MJO no se ha ido, vive en cada uno de los corazones de quienes lo conocieron.

Monday, August 10, 2009

RUFINO TAMAYO, MEXICO

Marco para un Mexicano Universal


POR MANUEL JESÚS ORBEGOZO

RUFINO TAMAYO (1899-1991). Pintor mexicano. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de México. Vivió en nueva York. De regreso a su país se dedicó a pintar combinando con las tradiciones precolombinas con las técnicas modernas. Su pintura goza de consideración mundial. Hace pocos días se recordó la fecha de su muerte. Este es mi recuerdo de una vieja entrevista y mi homenaje:

Recuerdo que Moll me enseñaba las sandías, me decía que las aterciopeladas pepas negras le conferían un ritmo poético al rojo mágico de la fruta. Los colores de Tamayo son siempre cálidos, suaves, musicales y dramáticos, me decía Moll. Pero para mí, Tamayo era surrealista, cubista o chauvista, encasillamiento que se acentuó más cuando escuché a David Alfaro Siqueiros despotricar de Tamayo. El maestro pintaba a grandes saltos un mural en Chapultepec, descendía luego una escalinata y me decía que Tamayo no era mexicano. Podrá ser norteamericano o francés, gritaba abriendo bien los ojos de grandes escleróticas, suspendidos en inmensos bolsones, como para ver mejor lo que estaba diciendo.
“Pues mire usted, los muralistas de esos años me atacaban implacablemente. Ellos tenían el apoyo oficial y yo no. En esas circunstancias tuve que huir prácticamente para poder pintar como yo quería. Orozco, Rivera y Siqueiros pintaban sus murales o sus cuadros exaltando ideologías políticas. Yo pensaba que la pintura tiene un lenguaje suficiente como valerse por sí misma, sin necesidad de recurrir a esos temas. En ese sentido, pues como verá usted, mientras ellos se hicieron adentro, yo me hice afuera del país. Por otro lado, permítame usted, confirmarle que mi pintura no es surrealista, ni abstracta como en algún momento la quisieron clasificar. He hecho una pintura que me orgullezco de llamarla con mi nombre”.
Yo lo buscaba en el Bolívar. En un momento mis ojos se tropezaron con los suyos, pero no creí que él fuera el famoso Tamayo mexicano al que buscaba. Me pareció más bien un hacendado del centro que. No obstante la reforma Agraria, todavía se daba el lujo de alojarse en ese hotel.
-Sí, (me dijo), yo soy Tamayo, le estaba esperando.
“Como es la vida, me diría después, pensar que yo soy tan conocido en el terreno universal”.
Me pareció vanidosa la declaración, pero el pintor mexicano no usa barnices para identificarse ni modestias falsas: “Rivera, Siqueiros, Orozco obtuvieron triunfos que no hay que negárseles, pero estos fueron inmediatos. Tenían talento, mas se conformaron e hicieron concesiones. Yo no, como verá usted, yo triunfé con más perennidad; y una cosa más importante, mi pintura alcanzó universalismo sin descuidar su mexicanidad”.
Casi no me había sentado bien ni él me había ofrecido nada, esos cumplidos hacen algunos, sírvase algo, qué toma, etc., aunque uno a menudo no suele tomar nada. Tamayo tenía una cita y quería despacharme lo más rápidamente posible. Dijo otra vez que la pintura suya era sustantiva, que la de los muralistas estaba hecha de adjetivos. “mi pintura fue siempre figurativa y sui generis. No habla en sentido literal, no es prosaica, es más bien metafórica, o sea todo lo contrario”.
-Algunas, maestro; yo recuerdo el cuadro de las sandías, el de “Los animales” que no se sabía si eran perros o coyotes, pero tenían las fauces abiertas y los ojos llameantes, todo el cuadro detrás de un velo impalpable, pero vivo. Al mismo tiempo recuerdo “Las soldaderas” de Orozco o “Vendedora de flores” de Diego Rivera. Sobre la primera, Mariano Picón Salas decía: “Esta pintura sería la más feroz, quizás la más sádica entre cuantas se conoce en los últimos siglos de arte occidental, heredera directa de los mitos de la sangre de la vieja religión azteca, si en medio de la atmósfera de horror y tormenta que la envuelve no compareciese la fiel y estoica ternura de la mujer mexicana”.
Rivera le decía al escritor Pavlevich: “no creo posible el desarrollo de un arte nuevo dentro de la sociedad en que vivamos, porque el arte es una manifestación social y aun en el caso de la aparición de un artista genial, mal puede un orden viejo producir un arte nuevo”
Tamayo: Vuelvo a decir que yo no me encandilaba ni dejaba encerrar en el círculo de los muralistas. Yo pensaba que había que salir fuera para tomar otra perspectiva. Y además, que la pintura no puede estar como estuvo ni estará jamás, sujeta a ideas o preconcebidas.
-Maestro, ¿a qué se refiere usted cuando habla de ideas ajenas?
-A cualquier idea involucrada dentro de la pintura, ideas o temas políticos, sociales, filosóficos, históricos, lo que sea; la pintura no tiene nada que ver con esas disciplinas.
-¿O sea que para usted el tema no tiene la menor importancia?
-Pues verá usted, yo no le doy la menor importancia. Para mí, el tema es accesorio. Al querer expresar esas ideas en una forma directa y clara, pierden su valor; yo puedo expresar esas ideas, pero siempre buscando el lenguaje plástico que es el único válido de la pintura.
Oscar Alcázar saluda al famoso pintor y hace un recuerdo: “Yo traje al Perú, una exposición mexicana, hace ya más de 15 años; ahí vino “Músicas dormidas” del maestro Tamayo. ¿Sabe usted cuánto costaba en esos días ese cuadro?; pues la mísera suma de 3 mil 500 dólares (yo multiplico rápidamente y ya, saco unos 20 mil soles, en esos años del dólar a 6,50); ¿sabe usted, en cuanto está cotizado hoy ese cuadro del maestro Tamayo?, pues nada menos que en 15 a 20 mil dólares.” (Otra vez multiplico y me quedo así mirando al techo del asombro. Al cambio actual “Músicas dormidas” del maestro Tamayo costaría cerca de un millón de soles, Mucho, demasiado, maestro Tamayo). “Mía no es la culpa”, pudo haber dicho él, pero no lo dijo.
Entonces, le pregunto: ¿Es el arte actual un producto hecho por los pintores, especialmente para una sociedad de consumo?, porque ¿quiénes son los que pueden ganar cerca de un millón de soles por un cuadro? Tiene que ser solo una élite, ¿no, maestro Tamayo?
-No creo en eso, o creo. La verdad es que…
Se despide Alcázar, hablaban de su próximo viaje, de que alguna vez tuvo usted que venir al Perú, yo me olvido del resto, de la respuesta. Imperdonable.
Tamayo nació en 1899, en Oaxaca. Se quedó huérfano de padre y madre y por lo tanto, “yo soy un hombre que no tuvo infancia”. Pero se hizo a puro pulso. A los 16 años estuvo en México y quería pintar. Como los “pintores oficialistas lo absorbían todo” tuvo que emigrar a Nueva York. (¿La típica “fuga de talentos”, maestro? Exacto, si no hay otra cosa como llamarla). Allí, pasó la mar brava y morena y nunca pensó que Jean Cassou habría de decir un día que Tamayo “es uno de los más grandes poetas del mundo de nuestro tiempo”. No olvidemos, dice el crítico Westheim que lo poético es un elemento primordial del arte, tan viejo como el impulso de la creación artística, tan nuevo como lo es en cada individuo el ansia de aprehender al ser y al cosmos”.
Tamayo opina sobre los pintores de un catálogo arbitrario que le presento:
1.- Lam, de Cuba, es un valor internacional, con personalidad y calidad indiscutibles. Somos muy amigos.
2.- Mata, de Chile, otro valor reconocido internacionalmente, su forma de expresión es destacadísima.
3.- Guayasamín, de Ecuador, pues, verá usted francamente no lo conozco bien, sé lo que hace, pero bueno, este…
4.- Portinari, de Brasil, no tenía validez, estaba influido por esos pintores mexicanos de los que hemos hablado (“Habría resultado torpe, repreguntarle ¿a quiénes se refiere, maestro Tamayo?”).
5.- Szyszlo, del Perú, hace cosas muy interesantes, con espíritu universal, acabo de ver algunas de sus obras.
6.- Sabogal, del Perú, era el caso de los mexicanos que creían que hacer indigenismo era todo lo que podían hacer con la pintura. La pintura está hecha y tiene más valor cuando se toman experiencias de todas partes, es caduco pensar en la autosuficiencia, máxime ahora en que las comunicaciones toman alturas insospechadas. La pintura nacionalista la pueden identificar sólo los nacionales. En México, la pintura de la revolución ya no tiene vigencia, porque México ya no vive una época de revolución”.

-Maestro, en estos días pasó por Lima un joven profesor brasileño de arte. Dijo que los pintores jóvenes están rechazando la pintura que no tiene contenido político, porque consideran que siendo la pintura un hecho social y todo hecho social es un hecho político, definitivamente, la pintura es hecho político. Además, renegó de los pintores elitizantes. ¿Usted qué dice de eso?
- No se pueden hacer declaraciones tan tajantes. Es cierto que hay pintores elitizantes, pero hay muchos que no lo son, que son honestos, que la pasan muy mal, que viven apagadamente cuando en realidad, son unos valores. Creo que los juicios de ese profesor son muy aventurados.
“Sin duda, Picasso es el genio del siglo. Lo conocí en Europa, lo he visto pintar. Es increíble cómo pudo tener tanta audacia para crear nuevos universos en el arte de la pintura. Él, por ejemplo, no se encerró en el nacionalismo, tomó para su pintura, esencias de otros pueblos y otras razas, de los negros, de los indios, recurrió a toda posibilidad, a cualquier fuente. El dice que no busca, sino encuentra; pero ahí miente Picasso, porque sólo encuentra el que alguna vez busca algo. En ese sentido, el arte es una búsqueda permanente en el campo abierto, sin límites. Le diré una cosa, algunos dicen que la pintura está llegando a su fin. Se equivocan y me dan risa. El crear nuevas formas, el cinetismo, todas las formas nuevas son válidas, a mí me gustan, tienen sus lados buenos, pero entre eso que se hace y la pintura hay una gran diferencia inalcanzable. La pintura tiene una función específica que se da en la bidimensión, digamos, sobre la superficie”.
Tamayo se encuentra en Lima y que por fin conocerá Machu Picchu, es un hombre sereno, de cabeza cana y gruesa complexión. Pero sobre todo, sereno. Tiene todas las respuestas para todas las preguntas.
“Si el medio influye en el artista, ¿en qué forma influyó Nueva York en usted, maestro Tamayo? Influyó en mí, notablemente, pero no pudo con mi mexicanismo. Yo iba nutrido de la tierra que me vio nacer”.

Maestro ¿Cómo pintaría usted su protesta contra la guerra del Vietnam, porque yo supongo que usted estará en contra, no? “El tema no me lo pongo nunca; en este sentido, será muy difícil que exprese mi protesta específica contra esa guerra. Pero, verá usted que durante la II Guerra Mundial yo pintaba animales agresivos. Los críticos decían que los animales que yo pintaba eran una protesta más contundente contra esta guerra”.
Rufino Tamayo se reunía en México con Mérida, el notable pintor guatemalteco; eran muy amigos. Muy jóvenes ambos, pasaron horas de tertulia disfrutando de la amistad y el buen humor. Tamayo cantaba temas folklóricos, que coleccionó con fruición. Entonces Mérida, lleno de seriedad, le decía: “Y bueno, pos, Rufino ¿por qué no dejás mejor la pintura y te dedicas al canto, mano, porque lo haces muy bien, manito?”
“El destino hizo cumplir la profecía, al revés; y ya tiene usted material para escribir sobre este cristiano”.
Y “este cristiano”, el más famoso pintor de México de estos tiempos, se va del hotel, del brazo de doña Olga, su eterna compañera de triunfos.

Lima, Peru

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