MARIO VARGAS LLOSA
MARIO VARGAS LLOSA
33 MINUTOS
Volví a encontrar a Mario Vargas Llosa después de mucho tiempo. En un poco más de 30 años, sólo lo había visto una vez.
Le conté que cuando Mao regresó a su aldea de Changsha, luego de liberar a China, exclamó: “30 años han pasado/ como un chasquear de dedos”; una hermosa metáfora del tiempo que a Mario no le causó mucha gracia. No capté bien su comentario, pero creo que fue nimió. Pretendió pasar inadvertido no sé si a Mao o a la metáfora.
Parece que los Marios son así. Al filósofo Mario Bunge le conté que Hemingway me dijo que el mayor éxito del hombre en la vida es durar; le pareció una tontería. Para Bunge, el mayor éxito del hombre es perdurar”. Creo que se refería, no a los hombres comunes y corrientes como nosotros, sino a los Marios famosos, como Bunge, Vargas Llosa, Benedetti, Schneider, etc., a quienes, realmente, les debe preocupar más la eternidad que el olvido.
Chavin de Huántar
Pero, volviendo a Mario, la tarde que conversamos 33 minutos contados, en su residencia de Las Magnolias, 295, asensor, me contó que estaba regresando de Chavín de Huántar a donde nunca antes había ido por primera vez. Las ruinas lo deslumbraron. Su memoria ha archivado aún los recovecos donde juegan a las escondidas la luz y la sombra; cuánta admiración le causa la sapiencia de los arquitectos incas. Le pasman los túneles de la obra, sus pasadizos y sus cabezas clavas, (de las cuales solo queda una), con sus pupilas fijas en la eternidad. Considera una lástima no acondicionar esos rincones y presentarlos al mundo como lugares de la más alta calidad turística. “No hay en el mundo nada más admirable: las piedras, el Lanzón, la arquitectura, el paisaje. La naturaleza, todo es impresionante, sólo las carreteras son un desastre”.
Y eso que no conoce el sistema que emplearon los arquitectos incas para construir esa obra. María Scholten me decía: “En síntesis, el método que emplearon consistía en: a) Utilizar una medida específica que asciende a 3.34 por 20 a la potencia “n” de nuestro sistema métrico, etc”.
Medidas para un asombro mayor.
La doble nacionalidad
Mario Vargas Llosa nunca nos podrá olvidar. Ni Londres ni París ni Madrid, nada lo atraerá tanto como Lima. Ni Inglaterra ni Francia ni España, tanto como el Perú. El amor a lo nuestro lo mantiene vivo, lo identifica hasta en los rostros de sus amigos. Por eso regresa todas las veces que puede. “Siento una gran nostalgia, una identificación total con sus regiones, con sus hombres, hasta con su lenguaje, el castellano, o mejor dicho, nuestra habla”, sus idiolectos, la tonalidad, su semántica. Define el fondo y la forma de las lenguas inglesa y francesa, que domino, pero no dejaría jamás de escribir, hablar y pensar en el castellano de nosotros”.
Mario loa a la amistad. Reconoce que sus amigos peruanos llenan la mitad de su vida. Claro, Szyszlo, por ejemplo, que no sé si aún vive atormentado con la idea de la muerte. Recuerdo que para consolarlo le conté que un sabio loco había arreglado su trauma con esta endecha: “Yo no le tengo miedo a la muerte, lo único que deseo es que cuando venga no me encuentre”.
Los adjetivos
Para Mario, como para muchos escritores, los adjetivos son una rémora que impide el deslizamiento del lenguaje sin interrupciones. U otras formas retoricistas, que él evita. Vallejo declaró en España, que lo que más le costaba era congraciarse con el lenguaje. La precisión lo acuciaba, igual que a Mario que revisa tres o cuatro veces sus originales. Precisa de limpiar la hojarasca, trabaja como el viento arrastrando toda hoja caída en el otoño. “Me interesa mucho la estructura de mis obras, el estilo, lucho contra todo lo que está de más. Pulo. Trabajo mucho. Trabajo en mi casa, en las bibliotecas. Analizo los localismos, lo folklórico, soy muy exigente”. O muy profesional.
Según infiero, Mario comparte el mismo criterio de Raimundo Lida cuando afirma: “Los adjetivos se han hecho para no usarlos”.
El Poder Judicial
Desde la terraza de su residencia vemos el mar, ahora no tan pacífico, sino medio turbulento, como el mar Judicial. En efecto, estamos viviendo los peores días de nuestra historia republicana en lo que corresponde a la corrupción institucional. Salvo las excepciones de cliché, todos somos unos bribones, hay bribones en el Parlamento, en el ejército, en las municipalidades, en el periodismo, entre los trabajadores de construcción civil, y por supuesto, en el Poder Judicial, “ah, claro, en el Poder Judicial. Algunas de las últimas sentencias dictadas por magistrados me parecen como si se estuviera en los mejores días de Montesinos o de Fujimori. Lo de Calmet, me pareció aberrante, ¿cómo pudo ser eso posible?. Lo de Barreto, me pareció la gota que rebalsó el vaso. Desgraciadamente, todavía hay colusiones. Hay que seguir luchando hasta alcanzar la justicia que merece una democracia. Creo que La Corte Suprema de Justicia hará ahora lo necesario para cambiar la imagen deteriorada del Poder Judicial, tengo esa impresión”.
Bush y Sharon
“Por supuesto que no hay derecho a que Bush intente atacar a Irak. Le va a pasar lo que con Afganistán. Claro, Bush tenía razón frente al desastre provocado por los terroristas de Bin Laden a las Torres Gemelas, ¿pero que ha conseguido atacando Afganistán, un país tan lejano y tan pobre?. Nada, hasta ahora, nada. Lo mismo va a ocurrir con Irak. El problema no es solo Sadam Hussein. ¿Cómo puede estabilizarse la región cuando Arabia Saudita (uno de los países más ricos del mundo) es la fuente principal, logística, que apoya el desequilibrio?”.
Pero, parece que pocos se atreven a ponerle el cascabel al gato o sea, exigirle a Estados Unidos saque las manos de ese plato oriental. O ser más justo y exigente, por ejemplo, en el caso de Israel y Palestina donde la ley es: a más prepotencia israelita, más terrorismo palestino o sea, cada vez más muertes de ambos lados aunque en la proporción de 1/10. “Es una lástima la elección de Sharon. Me parece un absurdo cuando allí se precisa de personajes como Rabin, decididos a pactar, a negociar, porque no hay otra salida. Es un problema que precisa la intervención de la Comunidad Internacional para evitar la, cada vez más peligrosa polarización en el Medio Oriente”.
La Crónica y los muertos
En cierto instante, repasamos los huidos días del diario La Crónica, en la redacción de Pando cuando Mario tenía unos 15 años y cruzaba las salas de redacción con sus jóvenes ojos contradictoriamente llenos de timidez y asombro; y en la redacción de Tacna, cuando ya iba por los 20, era universitario y trabajaba en la revista Turismo.
Noté que Mario, -como Pedro Páramo cuando regresó a Comala-, pasó lista a los moradores de la redacción del tabloide púrpura, porque los recordó traqueteando sobre las generosas máquinas de escribir Remington o Underwood. Mario recuerda la escalera enclenque que llevaba al segundo piso, pero también a los periodistas.
Los enumeró uno por uno:
Gastón Aguirre Morales, y en vez de contestarle, presente, le contestè: !muerto!
Pedro Morales Blondet, “Guayaba”: !muerto!
El «viejo» Paz, de deportes: !muerto!
Becerrita, de policiales (y de Conversación en la Catedral): !muerto!
El «capitan» Nieves, también de policiales; !muerto!
El «gato» Marcoz: en duda (o medio muerto)
Los fotógrafos Alfonso y Abel Ego Aguirre: !muertos!
Alfonso Delboy: !muerto!
Antonio Olivas: !muerto!
Víctor Dorner: !muerto!
Milton von Hesse: !muerto!
Pocos quedamos vivos de esa Redacción de la década del 50: Tal vez, solo Carlos Ney Barrionuevo, (también recordado en Conversación en la Catedral), y yo.
Un viento frío de nostalgia nos enmudeció. Porque, de todos modos, la idea de la muerte es más dramática que la vida. Guardamos un minuto de silencio en el corazón a la memoria de nuestros ilustres amigos desaparecidos.
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