CADA DOMINGO DESPUES DE LA MISA
El paraíso, para ellos, queda al lado de la iglesia y forma parte de la casa de las madres de la Congregación Misioneras de la Caridad, fundada por la madre Teresa de Calcuta. Ellas los esperan para asearlos, acariciarlos, consolarlos y luego, darles de comer en la boca, a la vez que insuflarlos de fuerza espiritual para soportar lo poco que han de vivir.
Uno de esos domingos, el padre Kevin refirió -en un intermedio de la misa- que todos estamos invitados al banquete que Dios nos ofrece como parte de su infinita bondad. Los niños anómicos en sus sillas de ruedas, y los viejos y viejas con sus remiendos, mugres y bolsas de rezagos, le sonrieron al padre Kevin cuando les dijo que ellos son los primeros invitados de Dios al banquete de la gracia, a lo cual le contestaron en coro que sí, que lo son porque todos los hombres les pueden fallar menos Dios.
“Aunque no lleven frac ni corbatas michi -les advirtió el padre Kevin- con que tengan limpio el corazón es suficiente, con que estén vestidos de buenos sentimientos basta para que se presenten al banquete elegantemente vestidos por dentro”, expresó Kevin.
En el templo de una sola cúpula escucharon la misa con verdadera unción y yo, como pecador contrito, me confieso y digo que una sola vez en mi vida presencié una misa con mistica semejante. Fue en Gdansk, Polonia, donde los polacos en los tiempos de Solidaridad, creían que Dios estaba con ellos porque sólo así podrían soportar las iras de Jeruzelwski. Allí, los fieles también tenían fe de que Dios estaba con ellos porque era el único modo de poder soportar las iras de la vida. Por eso, cuando al leer el Evangelio, el sacerdote les preguntó ¿Quién es amor?, todos contestaron que Jesús, que está presente aquí, dijeron a una voz. Luego, recibieron la hostia como si realmente se tratara del cuerpo de Cristo. Todos estaban felices, y también Kevin y Phillip, estaba felices.
Aclaración necesaria: Kevin es un sacerdote inglés que da la vida por los pobres de la Congregación Misioneras de la Caridad, mientras que Phillip es un ingeniero danés que dejó su vida cómoda en su país para venir a servir a los más pobres de entre los pobres que viven en el hospicio, a la sazón. fundada por la madre Teresa de Calcuta, en la esquina de las avenidas Aviación y 28 de Julio, La Parada (Lima, Perú), en 1973.
El hospicio ha cambiado notablemente desde entonces. Antes, las madres eran las únicas que atendían a los pobres, inválidos, huérfanos, amargos, cruelmente abandonados a campo traviesa. Ahora, hay 20 o 30 muchachos y muchachas y señoras que todos los domingos después de la misa, ingresan al hospicio a ayudar en las tareas de amor realizadas por las monjas de la Caridad.
La madre Fausta, superiora de la orden en Lima, hindú de nacimiento, de pequeña estatura, envuelta en su sari blanco con filos celestes, dijo que luego de la muerte de la madre Teresa se obra un milagro diariamente.
Refirió que ahora, las lechugas, las papas, las carnes, los frejoles, llegan por sus propios pies. Pero, asimismo, los practicantes del amor al prójimo arriban también en abundancia. Se produce el milagro de la multiplicación de los peces y los panes, sentenció la madre Fausta en voz tan baja como revelando un secreto.
- ¿De qué lugares de la ciudad vienen, madre?
- De varios lugares.
- ¿Vienen de Miraflores, por ejemplo, de San Isidro...?
- Vienen de San Juan de Miraflores, llaman de por acá cerca, de El Agustino, de El Rimac, a veces de Comas, de Villa el Salvador.
O sea, no de los barrios de lujo sino de los nombrados Pueblos Jóvenes o barriadas, de los pueblos expulsados a la periferia.
Llaman y llegan atraídos por la mística de hacer el bien sin mirar a quién, arriban todos los domingos después de la misa a ayudar en la cocina, a servir los platos, a dar de comer a los hambrientos. No es fácil, porque los niños con síndrome de Down no pueden ni abrir bien la boca ni pasar los alimentos; entonces, hay que tener mucha paciencia para manejar la cuchara sin aburrirse, eso se puede conseguir sólo poniendo más amor que empeño, más ternura que pericia.
Al hospicio concurre toda una corte de los milagros, formada por niños contrahechos, jóvenes anómicos, viejos deshechos, como si fueran parte de la basura que diariamente vara el mar social.
La madre superiora, mientras habla en voz baja con sus hermanas -la de México, la de Bangladesh, las indúes y las practicantes peruanas- comenta que esa parte olvidada por la sociedad en cualquier lugar de la Tierra fue lo que inspiró a la madre Teresa a fundar hospicos de moribundos, asilos o huérfanos, casas de refugió, de leprosos, entre otros, para cobijar a tanto desheredado de la vida, lo cual, alguna vez vi con mis propios ojos en la misma Calcuta..
Las escenas de amor al prójimo que se pueden ver en ese ambiente rodeado de borrachos, drogadictos, camioneros, moscas y basura, muchas moscas y mucha basura, explican de que sólo un ser superior es capaz de hacerles trabajar con los niños con síndrome de Down y demás.
¿Quiere usted convencerse de lo que le estoy contando?. Perfecto, vaya al edificio azul de la Congregación Misiones de la Caridad, en La Parada, esquina de Aviación y 28 de Julio y compruébelo usted mismo, vaya y vea estas escenas, cualquier domingo después de la misa.
FINAL FELIZ: Esta nota realizada hace algún tiempo tuvo un final feliz: Conversando con Miguelito, el carpintero de la comunidad o sea, el que hace los ataúdes con inútiles como burdos cajones de frutas para aquellos que nunca soñaron tenerlo, me dio una buena noticia. Me dijo: "En días recientes la Madre Superiora me advirtió que muy pronto el hospicio tendrá su cementerio propio, se nos acaba de asignar un pedazo de arenal en “Lomos de Corvina” donde enterraremos a nuestros muertos futuros". Gran noticia. Cuando alguna vez tuve el privilegio de conversar con la Madre Teresa, me repitió aquello de que lo importante es dignificar al hombre, aunque sea en la hora de la muerte. En el hospicio mueren altamente dignificados y ahora seán debidamente sepultados.
!Aleluya! ¡Aleluya!, –como gritan los creyentes. !Bendito sea el Señor!, ¡Aleluya!.
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