LOS PIZANGO DE BAGUA
La imagen que casi todo el mundo tiene aún de los selváticos es la de hombres con las caras pintadas, coronas de flores en la cabeza y flechas para cazar o pescar. Aquí, en el país no se les discriminaba, sencillamente se les llamaba chunchos.
Esa era la imagen real de los selváticos 50 años atrás.
Eran dueños de toda la selva donde vivían pero no eran dueños de nada, es decir, las autoridades o los mercaderes no los dejaban que levantaran cabeza, no salían de ser solo pescadores o cazadores.
Cincuenta años después, o sea ahora, los selváticos ya no son aquellos boceteados al comienzo.
Ahora son otra cosa, hasta son capaces de hacer una huelga con un mínimo de una docena de guardias civiles asesinados y media docena de oficinas publicas incendiadas, pero además carreteras y puentes bloqueados para que no pase ni Dios.
BAGUA
Hasta hace ocho días, se veía en la televisión a uno de esos chunchos ingresando a Palacio de Gobierno, al Congreso u otras oficinas públicas. Era el señor Aberto Pizango, uno de aquellos chunchos de hace 50 años transformado en dirigente de los chunchos de hoy.
Para los que somos testigos o parte de la evolución de los peruanos o sus etnias a lo largo de esos 50 años, era, es un gusto sin fondo saber que aquellos ya no eran los chunchos “dueños” de la selva, sino sus dueños sin nada de comillas.
Desgraciadamente hubo malos peruanos o malos extranjeros que sembraron erradas semillas en los cráneos de algunos de esos selváticos y los engañaron, les dijeron que ellos eran los dueños absolutos de la selva aunque más allá del término, no solamente más allá de las comillas.
Y entonces, creyeron que eran más dueños de la selva que cualquiera de nosotros. Nosotros sabemos que somos dueños del Perú y de todo lo que lo forma dentro de sus límites ancestrales, pero es un derecho a una propiedad limitada, a un derecho que tiene un representante superior y a gentes que nos señalan los límites de esas propiedades de nuestras selvas personales.
No, los chunchos pensaron que eran los dueños y señores de la selva, aunque sea ancestral y entonces, no dejan que nadie se meta en sus territorios ni de lejos.
Los que no somos selváticos sabemos que tenemos un Presidente que nos gobierna y unos Congresistas que nos dan las leyes y unos jueces que nos distribuyen la justicia.
En días pasados, el presidente de la República dictó unas leyes para que fueran aprobadas por los Congresistas, relacionadas con las propiedades de la selva.
Los selváticos saltaron hasta el cielo porque dijeron que les estaban violando sus propiedades.
Los congresistas o personajes que saben mucho de leyes, de derechos del hombre, gente ya 50 veces más civilizados que los selváticos, iban a examinar dichas determinaciones humanas, pero los chunchos de hace 50 años no lo quisieron, dijeron que no.
El representante de esos chunchos, Alberto Pizango dijo que no y eso fue como decir, alisten las flechas. Y los chunchos que hace 57 días andaban con sus flechas cargadas dispararon cundo los guardias civiles, encargados de poner el orden en el país quisieron actuar, y les dispararon.
Once policías cayeron muertos. Pero, los chunchos estaban enardecidos y entonces, les quitaron la ropa a tres o cuatro de los policías asesinados y los arrastraron desnudos por las calles de Bagua. como para humillarlos.
Hay muchos peruanos que apoyan a los selváticos, pero habemos muchos que no los apoyamos, es decir, no los apoyamos cuando proceden con la mentalidad de hace 50 años. Que los respeten y respeten sus propiedades, pero solo hasta donde tienen derecho, cuando ese derecho nos alcance a nosotros como peruanos, pues que nos dejen disfrutar también de dichos derechos.
Es cierto que el Gobierno del presidente García no maneja bien al país, no lo maneja correctamente, es soberbio y caprichoso. Pero alrededor tiene gente más consciente y responsable en la que debemos confiar hasta que su periodo de gobierno se termine y adiós.
Mientras tanto que busquen a Alberto Pizango y que lo encarcelen, que pague su engreimiento, su soberbia, creyó que sabía mucho, que mandaba implacablemente. Lo llamaban los ministros para que discutan los problemas que los atingían, pero el se reía de esos llamados.
Total, ha manchado de sangre al Perú: ha enlutado a unas 50 familias de selváticos y a otro tanto de guardias civiles que no merecieron morir todavía.
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