JORGE BASADRE
Jorge Basadre nació en Tacna el 12 de febrero de 1903. Es uno de los más notables historiadores del Perú. Basadre acuñó muchas frases que se repiten en todos los confines de la patria y serán repetidas por las generaciones. Acaso la más significativa, esperanzadora y permanente sea la siguiente: "El Perú es más grande que sus problemas".
Con el ilustre historiador, don Jorge Basadre, cierta vez, me pasó lo mismo que con Jorge Luis Borges. Frente a estos dos personajes, me sumí en una especie de éxtasis, es decir, me abstraje tanto que no reparé bien en lo que hacían o decían. Mucho me costó reconstruir lo que me dijo Borges, pero poco recuerdo lo que me dijo Basadre, la última vez que lo vi.
Creo que aún el mismo Pablo Macera, con quien concurrí a su residencia de la Avenida que ahora lleva su nombre, en San Isidro, debe sentirse confundido. Estoy seguro de que la tristeza enturbió nuestra lucidez porque ambos salimos de su residencia muy contristados.
Por otro lado, siempre me consideré un hombre con cierto grado de torpeza frente a grandes personajes o hechos de naturaleza especial para mi estatura humana; solo les prestaba deliberada atención, cuando el único fin era obtener información periodística sobre tales hombres o tales hechos.
Con Borges, tomé el té en el Hotel Bolívar y más me entretuve en pensar en lo que había escrito que en lo que me estaba diciendo. Escribí mi entrevista y nunca tuve tanta dificultad como entonces para reconstruirla.
Con Basadre, recuerdo que el Macera y yo lo visitamos esa tarde iluminada, a eso de las cuatro o cinco. Fuimos a saludar al insigne maestro a sabiendas de que se encontraba muy delicado de salud, tal vez, muy grave, porque pocos días después, falleció.
Antes y, en varias oportunidades, había estado muy cerca al maestro Basadre, pero como me pasó con otros grandes hombres del siglo XX vivos en la irrescatable década del 50, como el patricio José Galvez, Raúl Porras Barrenechea, Aurelio Miró Quesada, L.A Sánchez (hablé con él no más de una media docena de veces), y el poeta Martín Adán, entre otros, nunca logré entrevistarlos. Sencillamente, porque siempre me parecieron inmortales, creía que hacerlo podría ser otro día, no hoy. Me decían, “otro día, Orbegozo” y yo, ignorante de mí, siempre creí que podía haber “otro día”.
Gocé de sus simpatías y hasta alguno de ellos me obsequió sus libros, autografiados, de los cuales sólo tengo en mi poder, el de Porras Barrenechea y el de Miró Quesada. Los demás fueron pasto de los ladrones de bolsillo o del viento.
Y bien, esa tarde, Macera conversaba con Basadre, mucho más sobre la actualidad que sobre la historia, pero yo pensaba solamente en cómo podría ser ese hombre mortal el autor de tanta magnificencia escrita. Y cómo podía ser posible que un corazón tan generoso y una mente tan luminosa pudieran estar a punto de extinguirse.
El doctor Jorge estaba sentado en un sillón muy ancho, con la pierna cruzada y las manos descansando lateralmente. Hablaba con lentitud pero sin dificultad y en ningún momento daba sensación de que podía morirse. No tenía el rostro sorprendido por saber que la muerte tratara de derribarlo por dentro con traidores golpes de puño. Observé sus ojos siempre escudriñadores, sus comisuras débiles y su nariz aguileña de donde partían dos hendiduras como ríos breves. Me parecía mantener una actitud serena, una especie de decisión heroica de raigambre tacneña
Mis recuerdos de esa última tarde, como diría el mismo Basadre, en referencia a su Tacna cautiva: “Superviven, más bien dentro de un vasto conjunto indiferenciado, como el mar aparece ante los ojos de quien lo contempla desde una playa o desde un barco”.
Basadre mencionaba a algunos prohombres de la historia patria, aunque no los recuerdo con fijeza. Parecía un repaso breve de “La vida y la Historia”, No sé por qué se me ocurre que en cierto momento habló de Zulen.
Un buen día, encontré que acaso lo que dijo era lo mismo que había escrito sobre este historiador convertido en un hito, en la historia del Perú.
Entonces, lo que leí, escrito por Basadre, me pareció parte de esa conversación, o por lo menos, la grandeza del pensamiento del ilustre hombre público, a quien nunca más volví a ver y cuya imagen de patricio jamás olvidaré.
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