OEA: HABEMUS INSULZA

El nuevo secretario de la OEA se llama José Miguel Insulza y es de Chile. Este es un rápido recuento de su elecciòn y perspectivas de su secretariado.


Casi dramática fue la elecciòn del Ministro del Interior de Chile, José Miguel Insulza, como secretario de la Organizaciòn de Estados Americanos, OEA.
Al principio hubo tres candidatos a la Secretaría. Habrían sido cuatro si el Perú hubiera presentado a Valentín Paniagua, pero, estas ya son cosas del pasado.
El hecho es que retirado el salvadoreño Francisco Flores, quedó la dupla Luis Ernesto Dervez de México, e Insulza de Chile.
Digo, elecciòn dramática, porque nunca en la historia de la OEA se había presentado el caso de que echados los votos en la urna, el conteo arrojaría cinco empates. Eso quizo decir que ninguno de los dos candidatos tenía mayoría, que ninguno de los dos era visto con los mismos ojos por los representantes de los 34 países miembros de la Organizaciòn.
En esto, Condolezza Rice asiste a la III Cumbre Ministerial de la Comunidad de las Democracias realizada en Santiago de Chile y de pronto, México toma una decisiòn reservada: Dervez se retira de la contienda.
Insulzas, entonces, se queda solo, corre solo, sin ninguna competencia por dentro ni por fuera; cuando se va a la votación definitiva obtiene 31 de los 34 votos en total.
Como se comprenderá esto no significa que la mayoria de paises haya querido que él fuera el Secretario de la Organizaciòn, pues, de lo contrario no habría empatado cinco veces con Dervez.
Dos de los tres votos con los que no completó el consenso pertenecieron a Bolivia y Perú. Bolivia, por razones bastante obvias. Su representante lo advirtiò y no quizo votar en blanco, solo se abstuvo.
El Perú sí, votó en blanco.
Veamos por qué.

Hace pocos días, se puso sobre el tapete el hecho de que Chile le vendiò armas al Ecuador cuando estábamos en pleno conflicto, en El Cenepa. El dato de la venta de armas se obtuvo en esos mismos días y año del conflicto y hubo reclamos ante Chile. Al embajador peruano Alfonso Rivero, el gobierno chileno le confesó que, en efecto, Chile le había vendido armas al Ecuador en febrero de ese año de 1995. Pero, se hablò de dos vuelos de armamento, no de cinco, como se ha comprobado ahora.
Claro, esto sucediò hace diez años y por lo tanto, para Chile, eso significa llorar sobre leche derramada. Por lo menos ese es el sentido popular que el presidente Lagos le da al asunto.
Pero, para cualquier país digno, de uno u otro lado, el caso precisa de pedir y dar hondas disculpas o pedir perdón como opinó el presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, alguna vez.
Eso está pidiendo ahora el Perú, pero no a propósito del “videosucio” de LAN. Esto puede ser una pura coincidencia.
El que Chile pida perdón no significa tampoco pretender que doble las rodillas como si estuviera en una iglesia, no; debe hacerlo dilplomáticamente y con la altivez propia de cualquier caballero de leyenda.
Pero, Chile es un país sumamente soberbio. Está envuelto en una coraza de vanidad de la cual va a ser muy difícil que se le saque. Chile tiene marcado en la frente y hasta en el corazón una especie de premisa: “O por la razón o por la fuerza”, lo que tiene un significado no pragmático sino abusivo.

Por ejemplo, nosotros le estamos reclamando que nos devuelva ese pedazo del mar de Grau que con toda legitimidad nos pertenece al frente de Tacna. Ellos lo único que alegan es “que ese asnto ya esá arreglado”. Y el caso es que no está arreglado, está pendiente. El arreglo eventual que se hizo casi entre pescadores no tienen ninguna validez jurìdica. Pero, los chilenos, prepotentes de nacimiento, quieren apoderarse de ese triángulo marítimo, como lo hicieron en la Guerra del Pacífico.
Chile no da ninguna demostraciòn de fraternidad. La historia lo condena. Argentina, Paraguay, Bolivia, el Perú, con todos tiene cuentas pendientes de honorabilidad, es decir, de comportamiento fraterno.
Nadie niega el derecho que tiene Chile de soñar con ser el dueño del Pacífico sur, que sueñe, qué bueno que sueñe. Pero sin tocar intereses ajenos.
Nadie les niega el derecho a ser ricos, poderosos, desarrollados, nadie. Pero que en su afan progresista no atropellen otros derechos. Que no sean soberbios.
Bueno es aclarar que son algunos dirigentes políticos o militares los prepotentes, no los hombres del pueblo que, dígase de paso, según un video televisivo pasado por el periodista César Hildebrandt en Lima, son tan pobres como nosotros.

El embajador Alberto Borea, el día de la elecciòn de Insulza leyò en la OEA un discurso a la altura de las circunstancxias. Le llamò al pan, pan, y al vino, vino. "Todos hubiéramos querido estar ungiendo a una persona de consenso real, que represente en lo esencial los valores que todos hemos querido, pero eso no ha sido posible".
Sin embargo agregó que "ahora que ya se escogió a un secretario, vamos a seguir trabajando para que la OEA se convierta en el motor fundamental del desarrollo y la conciencia de la democracia en América".
Recordó que "hubo un grupo que trabajó en una candidatura única, pero esto no significa que se trataba de una postulación de consenso. Esta candidatura única nos la anunciaron hace tres días (después de la declinación de Derbez, durante una cumbre de cancilleres en Santiago de Chile,) como si los otros países tuviéramos que aceptar a pie juntillas sin tomar en cuenta los profundos sentimientos de las naciones que conformamos este hemisferio", clara alusiòn a la señora Rice.

Chile es un pais de nuestro continente. En el fondo, somos hermanos, en la forma, hay que cuidarse de Chile.
Alguna vez leí un comentario surgido luego de una reuniòn realizada justamente en la OEA, en 1979, en la que se mencionó la meditarraneidad de Bolivia. Chile hizo unos ofrecimientos. “Pero, a los pocos días, como siempre, los gobernantes chilenos respondieron que la OEA nada tiene que ver al respecto y rechazaron una vez más todas las recomendaciones, indicando que el problema es bilateral. Han pasado 25 años y la respuesta es negativa como siempre”, decía al final el comentario boliviano.

Señor don José Miguel Insulza, hábil negociador, socialista confeso, católico militante, político pragmático reconocido y caballero del sur: la mesa está servida.