SERVICIO MILITAR OBLIGATORIO

Hubo un periodista español que dijo alguna vez: “Yo conozco el remedio para acabar con las guerras: acabar con los ejércitos”.
Efectivamente, esta parece una receta infalible. Si no hay ejércitos, ¿quiénes van enfrentarse, quiénes van a portar las armas y disparar?.
Por desgracia, es una receta que el hombre difícilmente podrá hacer efectiva porque parece que las guerras nunca van a desaparecer.
Acaso cuando en los laboratorios de genética fabriquen hombres nuevos que nazcan, -como lo calcula H. Dokins- sin ese par de genes contradictorios: el del egoismo y el del altruismo.
Y sin ese otro tercer gen que incuba el hambre de poder.

Esto significa que, mientras tanto, todos los países de la tierra tendrán ejércitos y como lo dice Perogrullo, siempre habrá guerras.
Ahora bien, lamentablemente, los ejércitos están conformados por soldados.
El hombre de los países que tienen ejércitos, entre los 15 y los 20 años, será soldado voluntariamente o contra su voluntad. Porque la pregunta es: ¿cualquiera de nosotros querrá aprender a disparar y a matar a como dé lugar?. ¿A cualquiera le gustará defender a su patria no importa que eso le signifique tener que matar a su vecino?.

Como se sabe, todos los países del mundo –salvo uno o dos- tienen ejércitos y para mantenerlos como entes útiles, primero defensivos y luego ofensivos, precisan necesariamente de soldados.
Todos los nacidos en un teritorio expreso, entre esos 15 y 20 años, están obligados a aprender el arte de la guerra, es decir, el arte de matar legalmente en una confrontaciòn cualquiera.
En casi todos los países del mundo, el aprender a ser soldado es un deber, es una obligaciòn. Más aún por quienes desean seguir la “carrera de las armas”. A aquello se le denomina Servicio Militar Obligatorio.
En los Estados Unidos, Israel, en España, por ejemplo, todos los jóvenes españoles hasta el hijo del rey, están obligados a ser milicianos, es decir, a pasarse uno o más años de su vida, aprendiendo “las artes de la guerra” o arte de “matar a su enemigo” a como dé lugar.

En muchos países, el SMO es restringido, como lo fue en el nuestro, el Perú, donde, por ejemplo, los jóvenes que estudiaban secundaria o universitaria, no hacían SMO. Hasta que, finalmente, el Perú optó por anular el Servicio Militar Obligatorio.
Hace más de 50 años, todos los jóvenes peruanos sabíamos que es un deber “amar a la Patria”, pero en especial, los que vivíamos alejados de las ciudades donde había educaciòn cívica, no teníamos conciencia de lo que metafóricamente se llama “servir a la Patria”, es decir “servirla en calidad de soldados”. Entonces, se les aplicaba un sistema forzado y torpe llamado “Leva”.
La leva consistía en que las autoridades policiales reclutaban a los jóvenes en las calles y sin más ni más los conducían a los cuarteles donde realizarían su Servicio Militar Obligatorio, “sirviendo a su patria”, por lo menos, dos años.
Para acabar con esta imposición, hace pocas décadas, se suspendió el SMO y se reemplazó por el Servicio Militar Voluntario.

Ahora, se ha visto que es necesario mejorar el ejército, porque por más que aquel periodista español decía que para acabar con las guerras solo era preciso acabar con los ejércitos, los ejércitos siguen existiendo.
El Perú necesita mejorar su armamento, modernizar sus armas, pero a su vez, necesita de los hombres expertos en manejar ese armamento. Porque se quiera o no recordar a Mao Tsetung, “las guerras no las ganan las armas sino los hombres”,

Se necesitan jóvenes peruanos para el ejército, aunque modificando algunas estructuras, porque de una manera u otra, nuestro ejército está formando en un 90% por jóvenes indígenas o mestizos de clase media baja o muy baja. Si dividimos a la sociedad en 4 estamentos, pues, los soldados actuales, -salvo los que persiguen ser oficiales de carrera-, pertenecen a los grupos C y D, de ese status.

Aquí entonces, radica el quid del asunto.
O el SMO es para todos, sin distinción de ninguna naturaleza, como sucede en España o EE. UU., para mencionar solo a dos países, o se vuelve a como fue antes.
Ahora hay más atractivos que antes, como por ejemplo, uno “servía a la Patria” por dos años y lo único que aprendía dentro del cuartel era a marchar y a disparar un fusil o una ametralladora. Había recibido cien patadas en las espinillas y como propina unos soles que no le alcanzaban ni para ir al cine en los días de franco.
Ahora, no. Por ejemplo, hoy recibe hasta 100 dólares mensuales y lo que es mejor, se puede aprender un oficio técnico.
Sin embargo, lo más crítico del asunto es que siempre se mantendrá una enconosa divisiòn social, económica, cultural, étnica o como se le quiera llamar.
Jamás el hijo de un profesional, de un fiscal, de un ingeniero, de un parlamentario, de un alto empleado público o estudiantes de secundaria o universiaria, irán a un cuartel a “servir a la patria”. Siempre han de ser puneños, huancavelicanos, ayacuchanos, cusqueños o miembros de comunidades nativas, entre otros; es decir, solo los Quispe, los Mamaní, los quechuas o los aimaras en sus primeras o segundas mezclas.
Nunca un Belaunde ni un Ugarteche ni un Diez Caneco irán a servir a un cuartel como lo dijo en su campaña política, el ex comandante Humala recordando sus años de servicio.

El Perú necesita acondicionar el SMO, pero se tendrá que estudiar bien el asunto para no errar en vista de su complejidad. Comenzar por educarnos, por confirmar nuestra nacionalidad asi como asegurar el cumplimiento de la ley. Porque “Hecha la ley, hecha la trampa”. Si se dice que “todos deben servir a la patria sin excepciòn”, pues, debe evitarse toda forma fingida de excepcionalidad.
El ministro de Defensa, Alan Wagner, acaba de declarar que muy pronto, el Perú y Chile se van a reunir para hablar sobre homologaciòn de gastos militares.
Esta es una excelente noticia examinada desde cualquier punto de vista, además, confirmada por el embajador chileno en nuestro país, simultáneamente.

Pues, bien, es el momento en que se debe discutir el SMO. No olvidar que podemos disponer de armamento muy moderno, muy sofisticado, al nivel de todos los paises de la región, pero, ¿quiénes manejarían esas armas?. Nosotros, pero todos nosotros, no solo los “cholitos”, como se nos suele decir en jerga sesgada.
Eso se llamaría nacionalismo en toda la extensión de la palabra, y no chauvinisno ni peor aún, guerrerismo.