HEMINGWAY, ADIÓS A LAS ARMAS
casi siempre mencioné a Mao Tse-tung, a la madre Teresa de Calcuta, a Juan Pablo II, al abate Pierre, a Ernest Hemingway o a Pol Pot. Claro, cada uno en su respectiva cuadratura del círculo o dimensión humana.
Conocí a Hemingway hace justamente 50 años, cuando vino a Cabo Blanco a pescar el merlín, personaje principal de su obra “El viejo y el mar”, por entonces, tratando de convertirlo en película por osados empresarios hollywoodenses.
Entonces, los periodistas que pasamos 8 días con él en Cabo Blanco, dedujimos que Hemingway era un hombre “eminentemente humano”. O sea, tenía todos los defectos, pero también todas las virtudes con las que todos venimos al mundo.
Hemingway era aventurero, mujeriego, borracho, etc., pero también un escritor infaltable en la nómina ilustre de los hombres de “La Generación Perdida”. John Brown lo consideraba legendario.
Con nosotros desbordó toda su simpatía, su afecto, sus experiencias brutales.
Cuando le pregunté su opiniòn sobre la muerte, me contestó que era la misma que sobre una prostituta, porque se acuesta con todo el mundo.
- Y el mayor éxito en la vida?- le pregunté.
- Durar, -me contestó. Cogió su caña de pescar, saltó al bote y se hizo a la mar.
Poco tiempo después, él no quiso durar más, se puso el cañón de su escopeta en la boca y se disparó.
Nosotros lo veíamos tan humano hasta capaz de suicidarse. Pero jamás,sin embargo, ni a Jorge Donayre Belaunde, ni a Mario Saavedra Pinón ni a mi, -o sea los periodistas que lo entrevistamos en tierra y en alta mar piuranos-, se nos habría ocurrido pensar que alguna vez, Hemingway pudo ser tan malvado, como para participar en safaris para cazar hombres en vez de cazar tigres o elefantes.
Copio al pie el cable que ha dado la vuelta al mundo y que me ha desconcertado brutalmente:
HEMINGWY ASESINÓ A 122 ALEMANES
“En dos cartas reveladas recientemente, el ganador del Premio Nobel de Literatura, Ernest Hemingway, confiesa que asesinó a 122 prisioneros alemanes durante la Segunda Guerra Mundial
Otro Premio Nobel de Literatura generó sorpresa con revelaciones acerca de su juventud. Así como Günther Grass admitió haber sido miembro de las Wafen SS, Ernest Hemingway confesó haber asesinado a 122 prisioneros alemanes.
Lógicamente, la revelación se dio a través de cartas del escritor fallecido en 1961. En las misivas describe cómo durante el año que acompañó a las tropas aliadas como corresponsal de guerra, fusiló con gran susto a un importante número de prisioneros alemanes.
En el libro "¿Que le ocurrió a la calavera de Schiller?", el periodista alemán Rainer Schmitz recopiló cartas del escritor y llamó la atención sobre los fragmentos de dos de ellas, informó Perfil.
En 1949, cuatro años después de finalizada la Segunda Guerra Mundial, le escribió a su editor, Charles Scribner: "Una vez maté a un kraut de los SS particularmente descarado. Cuando le advertí que lo mataría si no abandonaba sus propósitos de fuga, el tipo me respondió: 'Tú no me matarás. Porque tienes miedo de hacerlo y porque perteneces a una raza de bastardos degenerados. Y además, sería una violación de la Convención de Ginebra'. Te equivocas, hermano, le dije. Y le disparé tres veces, apuntando a su estómago. Cuando cayó, le disparé a la cabeza. El cerebro le salió por la boca o por la nariz, creo".
Al año siguiente, en una carta a un profesor de literatura, confesó el total de sus crímenes de guerra. "He hecho el cálculo con mucho cuidado y puedo decir con precisión que he matado a 122". Uno de ellos era "un joven soldado que intentaba huir en bicicleta y que tenía más o menos la edad de mi hijo Patrick".
No existen testimonios que confirmen lo que Hemingway admitió, sin embargo hasta sus admiradores admiten que con seguridad haya violado la Convención de Ginebra durante la guerra”
¿Qué hacer ahora?, digo yo: ¿seguir pensando que Hemingway era un hombre “eminentemente humano”?
Tanto me atraía la personalidad de Hemingway que lo seguí a lo largo de todas sus novelas, fui a Cuba a ver dónde vivió parte de su vida y tratar de conocer al viejo Santiago de su obra que alcanzó el Nobel; fui a Kenia y de paso, a conocer el Kilimanjaro donde casi se mata en un accidente aéreo; y a Key West, al final del imperio norteamericano, donde dialogué con su vieja máquina de escribir y conocí a los biznietos de los gatos que él acaricio en sus días de égloga.
Y ahora, digo, ¿debo afianzar el hecho de que la condición humana no tiene límites perfectos?
¿Debo pensar, con Richard Dawkins, que efectivamente el hombre nace con dos genes inaplazables, el de la mezquindad y el del altruismo, pegados al cuerpo hasta la muerte?
¿Qué debo pensar de Hemingway, ahora?
Ernest Hemingway: ¿será o no el asesino que él mismo revela?
¿Debo seguir considerándolo entre los 5 o 6 personajes más notables que he conocido en mi vida de periodista errante?.
Así es, ¿qué debo pensar ahora de Ernest Hemingway?
Humanamente, no sé.
5 Comments:
El gran problemas de las guerras, es que si tu no matas a tu enemigo, quizas el te mate a tí.
Es dificil hacer una opinion de como comportarse en la guerra, los tratados se escriben en tiempos de Paz. En medio de una batalla con amigos muriendose y otros mutilados, puede ser dificil que el que te ha estado disparando luego levante sus manos pidiendo clemencia, olvidar toda lo que esta pasando y perdonarle la vida, es dificil.
Para Annonymous,
yo entiendo lo de las guerras, su irracionalidad.
El caso de Hemingway es diferente, rpimero porque pertenecia a un organismo semejante al de la CIA actual. Y lo peor, m ató a prisioneros de guerra, no a combatientes.
Entonces esto sí es criticable, se pone en ela de juicio el sentido de humanidad que todos cargamos encima.
En fin, nadie está libre de manchar su conducta. Es bíblico aquello de que a ver, quién tira la primera piedra.
Saludos.
MJO
Hola. Visita mi blog e infórmate sobre la Reunión norte de bloggers en Trujillo. Saludos
todas las opiniones son muy interesantes
Es triste, lamentable y a mí personalmente me produce nauseas y asco, a un ser que mataba animales, que adoraba las corridas de toros, que mató a 122 personas, (todos los datos de donde vivió esa época coinciden) y finalmente se suicidó, la gente le adora, veneran su memoria y ciudades como Pamplona se llenan de monumentos conmemorativos en su memoria, los bares ponen su nombre y algunas calles llevan su nombre, esto es una vergüenza asquerosa.
!CUANTA MISERIA PUEDE HABER EN ALGUNAS MENTES MEZQUINAS!
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