VALENTIN PANIAGUA, DECENCIA
Entre otros calificativos, casi todos han coincidido en emplear la palabra DECENCIA.
Todos han dicho en sus textos o grandes titulares: “Paniagua, decencia”. Entre tantos adjetivos ensalzando sus virtudes, lo mayoritario y más significativo ha sido eso de la decencia.
Lo han pronunciado algunos que también merecen que se les llame decentes pero, a su vez, muchos que no lo merecen absolutamente. Sin embargo, esos son las que más han puesto caras de circunstancia y calificativos soberbios.
DECENCIA, según el diccionario de la RAE es: 1) Respeto exterior a las buenas costumbres o a las convenciones sociales. 2) Fig. Dignidad en los actos y en las palabras conforme al estado o calidad de las personas. 3) Limpio, aseado, arreglado. 4) Respeto moral que impide avergonzar o herir la susceptibilidad ajena.
Para DECENTE, la RAE explica como una de sus acepciones: “De buena calidad o en cantidad suficiente.
A Paniagua le caerían bien todas las acepciones.
En los pueblos pequeños de mi país, más que en las ciudades, estos términos son o eran permanentemente usados porque a las gentes se las conoce o se las conocía de muy cerca y en todos sus detalles.
Estoy hablando en presente y en pasado, porque las cosas han cambiado mucho, entre el ayer y el hoy, 50 o 100 años a la redonda, la educación hogareña y escolar, así como la conducta social han trocado de bien a mal, ha cambiado mucho, inopinadamente.
Cuando mis padres se referían a una persona, lo primero o lo último con que la calificaban era: “Sí, es muy decente”.
Comportamiento “decente” en todo sentido del término hasta en el hablar o en el vestir, o al cobrar un sueldo, no importaba su talla, su color, su clase, su situación social o económica. Imagínense lo que dirían las gentes de antes al enterarse de lo que hasta hace poco ganaban los parlamentarios peruanos;¡ una indecencia sin nombre, ganaban mensualmente lo que 10 maestros universitarios.
Y todavía decían que era poco, o sea, eran unos INDECENTES.
Porque según la RAE, decente también es una referencia a lo que se usufructúa “en cantidad suficiente”.
Valentín Paniagua fue, pues, un hombre eminentemente decente. Su vida política fue decente porque aparecía no hambriento de poder que es lo que a muchos políticos los convierte en indecentes. Se mueren por figurar y ascender social o políticamente a como dé lugar.
Paniagua, hasta hablaba medido, se le notaba preocupado en no aparentar lo que no era, es decir, aparecer como un superhombre, un sabio o un Mesías.
En varias oportunidades que hablé con él, siempre tuve la sensación de que se trataba de un abogado lúcido, político, pero en el mejor sentido del término. Yo, a veces pensaba que era un mal político, como así lo calificaron algunos técnicos o analistas cuando no logró lo que quería pues lo que quería no les convenía a los lobos disfrazados de cordero. Nunca le escuché decir que las cosas que él hacía o los diagnósticos que daba podrían considerarse como la única solución del problema, nunca.
Como todos lo saben él llegó a la presidencia de la República por pura coincidencia, circunstancialmente; pero, por eso mismo, jamás presumió del altísimo cargo que había asumido. Sabía lo difícil que era conducir a un país abarrajado por la corrupción en esos momentos, pero no rehuyó el compromiso. Nunca se vanaglorió de nada y se comportó tratando de desempeñar el cargo decentemente, eso creo; su máxima preocupación era mejor como pasar inadvertido.
Por eso, alguien lo ha dicho ya que si resucitaba y veía el espectáculo y la medio fanfarria que se armó ante su féretro, se habría vuelto a acostar en silencio e incómodamente. Para él, demasiado. Se habría contentado con mucho menos.
Por ese sentido de decencia, el pueblo y otros pocos se han visto obligados a reconocerle a Paniagua como un hombre digno de la gratitud y el recuerdo.
Para los peruanos que nos conocemos, una vergüenza ver a tanto indecente, carroñero, pretendiendo poner la cara triste ante la noticia o ante los restos mortales del ilustre cuzqueño.
Hace muchos años que lo conocí y meses antes de la muerte del presidente Belaúnde, hasta me gastó una broma política irrepetible, no por inaparente sino por inoportuna para este momento. Era muy benévolo y muy sutil. Lo que le faltaba en talla física, le sobraba en talla ética y moral.
Por supuesto que otras virtudes lo adornaron. Pero la DECENCIA fue, acaso, su principal virtud.
Por esta razón, a un hombre DECENTE como Valentín Paniagua Corazao, -de los cuales hay muy poco en la clase política- solo podemos desearle gratitud por su ejemplo cívico, y paz eterna.
2 Comments:
Valentin Paniagua
Soy Chileno, y pude ver que este Señor le toco enfrentar una situacion muy coomplicada cuando asumio la presidencia, y creo que logro calmar los animos y mantener la institucionalidad democratica del Peru, no se aprovecho del debil momento institucional del Peru, para erguirce él como un mesias salvador, y terminar con plenos poderes y perpetuarse en el gobierno. No puedo hacer una comparacion, con el caso Argentino, cuando despues del quiebre economico de hace algunos años atras, el Presidente del Senado Argentino, se rehuso de asumir la presidencia, que por mandato constitucional le correspondia asumir,
es decir, se mantuvo en su cargo y con sus privilegios, antes de ocupar un cargo de Presidente, que en ese momento resultaba ser complejo y peligroso. Por suerte el Sr. V. Paniagua no era hombre de esa clase.
Que más puedo decir, Sr. Paniagua descance en Paz.
A Annonymous:
Muchas gracias por el reconocimiento a las virtudes del ex presidente Paniagua, desde Chile.
Saludos.
MJO
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