EL PERU PROBLEMA

Los problemas ocurridos recientemente en las más altas esferas oficiales –uno de cuyos temas fue el concerniente a los límites marítimos con Chile- nos conducen de manera inevitable a pensar en algunas de las causas medio atávicas que los producen.

Aunque sea de manera sucinta, no podemos dejar de señalar que las clases dirigentes son la causa fundamental del desasosiego.
Eso en primer lugar; en segundo lugar, la falta de cohesión nacional

Desde los primeros años de la República, la clase dirigente no se comportó como tal, sino que actuó de acuerdo a sus más cerrados intereses políticos, económicos o culturales. Formó una costra que cien años después sigue visible porque la herida no cerró, sigue sangrando por dentro .
En las últimas décadas, el problema se agravó hasta convertirse en un mundo imposible de soportar, en un estercolero donde, pocos de los que ingresaban podían salir con los zapatos limpios, todos se habían hundido en la porquería de la corrupción politica.

“Hoy más que nunca se duda del Perú y se teme por su porvenir. Taras, culpas y errores hacen incrementar los factores de disociación y de integración. Carecemos de victorias y de grandes hombres. Las estatuas de los mejores podrían empezar con torsos robustos, esculpidos por finos pinceles, concluidos luego rudamente, a machetazos... El separatismo, el indigenismo puro y anticivilizado, el antilimeñismo envidioso, el limeñismo pedante y ensimismado, todo lo que hay de aldeano y de lugareño aquí, envenenan más nuestra vida estrecha. Las minorías intelectuales han sido en gran parte orgullosas y egoístas y las masas no las han respetado ni seguido”.
Este es un párrafo luminoso que conforma parte del libro “Perú: Problema y Posibilidad” escrito por Jorge Basadre, hace mucho más allá de los 50 años.

Quiere decir que el Perú prosigue bailando al mismo són mencionado por Basadre: Por lo menos bajo el son de la disociación y desintegración social.
Y todo a partir de la Independencia, como si la República hubiera malogrado la ascención de la patria, corrompido el comportamiento de los peruanos; en vez de mejorar nuestra calidad de patriotas y de mejorar nuestro comportamiento, seguimos con el agua al filo de la boca: un trago más y parar al fondo del océano.

Feliz Álvarez Brun, dice en un comentario sobre el Perú del siglo XVIII: “De esta manera, la notable publicación revelaba al mundo entero el talento, madurez y patriotismo de los criollos peruanos. Esta es la razón por qué el precursor Vizcardo y Guzmán, al recibir en 1795 el volumen del Mercurio, escribió en Londres....”. Álvarez Brun reseña que la revista reflejaba de tal forma la envidiable situación intelectual, humanista y patriótica del Perú, que el rey Carlos III pidió que cuando apareciese en Lima se la enviaran prestamente.
¿Qué nos ha pasado, entonces? ¿Qué nos pasa que todavía el Perú sigue danzando la misma danza, trazas del mismo racismo, de las mismas confrontaciones sociales y políticas rayanas en la absurdidad y el antipatriotismo?

Las informaciones o comentarios aparecidos en los diarios de estos días sobre controversias en los altos círculos de la diplomacia y del Ejército, apuntan a que los peruanos no cambiamos en nada, mantenemos la misma imagen señalada y criticada por los prohombres del pasado como Basadre y los intelectuales progresistas del momento y de siempre como Luis Jaime Cisneros, José Matos Mar, Julio Cotler o Nelson Manrique, para no hacer una lista interminable.

Valdría la pena que se formaran grupos de altos estudios sociales comandados por los hombres más lúcidos de la actualidad para que analicen la situación y dictaminen qué se debe hacer de inmediato; qué a corto plazo y, finalmente, qué a largo plazo.

Más que triste es humillante que muchos de los hombres que estamos en el ocaso de nuestras vidas testimoniemos que nada ha cambiado en estos recientes 50 años.
Continúa la corrupción de siempre solo que ahora, las invenciones técnicas de la informática permiten registrar el mismo momento en que los generales, los jueces, los carceleros, los parlamentarios, son captados con las manos en la masa.
Continúa aumentado todo, incluso, la delincuencia y la prostituciòn. Antes se cometía un asesinato por mes, ahora, un asesinato cada hora. Las mujeres podrían prostituirse luego de cumplir su mayoría de edad. Ahora, a los 15 años ya son prostitutas de cartel.

La Cordillera de los Andes parte al Perú en dos. Ollanta Humala, en las elecciones presidenciales del año pasado, no sacó más del 50% de votos porque su programa fuera el mejor que el de Lourdes Flores o el de Alan García. Les ganó a los dos porque se erigió en representante de ese otro Perú ronco ya de pedir redención.
Y encima, tenemos ahora, el narcotráfico, la cocaína.
Recuerdo que en mi infancia, mi padre tenía un kilo de cocaína en un frasco de cristal a ojos vista de todos. La cocaína la usábamos solo cuando nos dolían las muelas. Ahora, los muchachitos de colegio ya saben qué es la cocaína porque son infantiles de la drogadicción.
Pero, lo que es peor, narcotraficantes extranjeros se hacen millonarios fabricando la cocaína con la ayuda de malos peruanos a la sombra de los inocentes árboles centenarios de la selva, cuya talla abusiva, por otra parte, ayuda al envenenamiento de la atmósfera y a su liquidacion en pocas décadas más.

¿Qué hacer entonces?,
¿No podremos encontrar un hombre que tenga por lo menos tres características mínimas para gobernar: 1) honestidad que le permita no robar ni dejar robar, no mentir ni dejar mentir; 2) Capacidad para estudiar, analizar los problemas nacionales y luego formular proyectos realistas para resolverlos; y 3) Carácter o personalidad que le obligue a tomar decisiones implacables, por encima de toda crítica, hasta conseguir los resultados propuestos?.

Si Basadre, a quien acabo de mencionar, como lo hago siempre, resucitara para observar cómo nos va ahora, cerraría los ojos y acaso llorando, se volvería a morir.