Crónica
YA NO ES EL MISMO
Los viejos limeños afirman que el Jirón de la Unión, ya no es el mismo de antes; en vez de ser una pasarela por donde desfilaban las más hermosas y elegantes limeñas, ahora se ha convertido en un largo, abigarrado, desgarrado, mercado popular.
Ya no están los lugares antañones como el "Palais Concert", un café donde solían sentarse a conversar los intelectuales bohemios de las primeras décadas de este siglo capitaneados por Abraham Valdelomar, el malogrado escritor que de un gallo hizo un héroe: "El Caballero Carmelo".
Ahora, todo es tiendas de comercio, peatones desorientados de todos los rostros y todas las sangres, ambulantes que te meten sus baratijas por las narices, pintores al carboncillo que hacen retratos al gusto del cliente, restaurantes al paso de pollos crocantes o sandwiches de chorizo gigantes; y de guachimanes que fingen severidad en las puertas de los bancos, pero que no pasan de ser sino mansos corderos.
El monumento al Libertador Ram¢n Castilla no se ha movido de su sitio y la Iglesia de la Merced siempre con su talante de joya colonial, con sus bordados barrocos de piedra rosada y sus medigos cabeceando al pie del enorme portón de pino importado.
El empedrado de antes ha sido reemplazado por lozetas de colores grises que forman un interminable tablero de ajedrez sobre el que caminan hombres y mujeres, cada cual llevando encima el fardo de sus propios problemas sin posibilidades de dar jaque-mate. No vi a nadie que mostrara los dientes, porque la crisis no esá para sonrisas.
Desde las puertas de las tiendas de largas calles interiores donde se exhiben breves piezas de ropa interior y blujens apretados, con sus ojos vivos y sus cabezas calvas y sus piernas y sus brazos sin vellos adorables, los maniquíes de plástico, son testigos mudos y pacientes de cómo transcurre la vida limeña, Jirón de la Unión, de un año cualquiera de estos.
Los cambistas de dólares venidos a menos esperan al ingreso del Jirón, entrando por San Martin; parecen cancerberos guardianes del infierno de la desesperante economía nacional, menos cotizada en la moneda americana coloreando a euros; qué tiempos aquellos cuando diez soles peruanos se pareaban con una libra esterlina; ahora no valen ni medio.
En el lugar donde antes funcionaba el diario La Prensa, que en la década del 50 se erigió como uno de los primeros en puntear la fisonomía de un periodismo más dinámico, se han instalado ahora vendedores de carteras. Las mujeres las miran, las tocan, las voltean, preguntan por sus precios, pero nadie compra una; ante la maldiciòn de los vendedores.
Recuerdo que una vez, en el Cine Bijou, situado en la 5ta. cuadra del Jir¢n, proyectaban la película "Indochina" que es casi un documental sobre la guerra independentista de los vietnamitas para romper el yugo del colonialista imperio francés que los uncía ferozmente.
Yo había visto la película en Madrid, pero quize repetir el plato, compré mi boleto y entré para verla por segunda vez. Me sirvió para confirmar mis conceptos sobre algunos valores eternos: la libertad, el amor, el destino del hombre.
La película es una mezcla de dramáticos casos de amores imposibles, fortuitos, desesperados, que se entrecruzan y desmadejan irremediablemente; y de luchas por la libertad en las que el terrorismo y el asedio policial son personajes principales. ¿Hasta dónde el terrorismo se puede justificar, hasta dónde a causa de la toma de conciencia se pueden sacrificar intereses sentimentales, pero valiosos, por humanos?. ¿El amor a la libertad puede valer más que la vida de los padres, de los maridos, de los hijos? Una respuesta acerca de esas inqusiciones conflictivas la podía dar "Indochina".
Cuando terminó la película me di cuenta de que me había sentado junto a una muchacha reflexiva que nunca volvió a mi su rostro cuando yo comentaba en voz baja, que de esos sombreros vietnamitas tengo uno en mi casa y que ese paisaje lo conozco, porque allí estuve cuando presencié parte de la tormentosa Guerra de Vietnam, etc.
Al terminar la película noté que la muchacha tenía el rostro parecido al de la actriz de la película, aunque ésta se peinaba con el pelo hecho un elegante nudo francés; y el de la limeña era una cabellera larga y suelta y tenía unos reflejos dorados.
La muchacha se fue hacia el norte y yo, hacia el sur, cada cual por su propio camino. Entonces, me apercibí de cuán duro y tan común es que los destinos de dos personas no coincidieran en lo absoluto.
Me sentí desdichado, pero la vida es un permanente equilibrio de poderes, de consuelos y de desconsuelos, de lo contrario no sería vida; porque cuando pasé por el lugar donde se apuestan ilusiones, escuché que adentro gritaron: !Bingo, la cartilla ganadora se lleva 250 dólares...!.
Yo me hice la idea de que el ganador de esa lotería popular era yo. Mi imaginación me hizo el hombre, más rico y más feliz de la tierra.
Luego, la noche empezó a caer de golpe, a oscurecer drásticamente los rostros y las cosas; pero mañana, el Jirón de la Unión -que de elitista ya no le queda sino sólo el recuerdo-, seguirá funcionando igual como si nada hubiera pasado.
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