JOSE MARIA ARGUEDAS Y MARTIN
De las revistas MARTIN publicadas por la Universidad Particular San Martín de Porres, la correspondiente al 10ª. y 11ª nùmeros dedicada a exaltar la figura de José María Arguedas, parece ser la más ambiciosa, la más trascendente, la más hermosa de todas las aparecidas hasta hoy.
Tal vez sea cuestión del personaje, tal vez del tema, tal vez de las artimañas de la electrónica, o tal vez del drama del Perú Profundo revelado una vez más; el hecho es que tal ediciòn ya puede equipararse con una obra de arte no producida por las manos ni la mente ni la creatividad de Jesús Ruiz Durand, sino producida por su corazón.
Vayamos de frente al grano: el poema visual de Ruiz Durand creado alrededor del poema: “Llamado a algunos doctores” , -que en quechua Arguedas tituló: “Kuk Doktorkunaman Qayay”, es algo que no se ha visto antes.
Alguna vez dije que la presentaciòn formal de todos los trabajos de Ruiz Durand en cooperaciòn con la electrónica son esplendorosos o sea, la técnica es formidable. La máquina hace maravillas, pero claro, las hace porque hay una mano que pulsa las teclas y una mente que dirije el diseño, pero, por sobre todo eso hay un sentimiento que lo gobierna todo. En este caso, Ruiz Durand exprimió sus sentimientos hasta la última gota, no dejò nada en sus adentros para la espectativa.
De golpe, José María aparece en una no muy conocida fotografía con la luz que apenas siluetea su cabeza, su rostro donde aparece la tristeza original que es como cuando se creó el mundo.
Ruiz Durand apeló, luego, a fotografías de lo más comunes que retratan la vida, pasiòn y muerte de los peruanos, pero de los peruanos de a verdad, de los autènticos, de los serranitos, de los cholitos; fotografías no pertenecientes a ningún doctorcito ni a sus helicópteros ni a sus largavistas ni a sus sesos. Claro que “nuestro corazón tampoco conviene a los tiempos”, como dijo JM, qué va a convenir. La tristeza no es de nuestra era ni de este espacio, la tristeza pertenece solo a esa estirpe de gente que vive entre el cielo y la tierra del Perú.
Apoteosis del color a lo largo del poema, fuerza ecuménica en los cuerpos de los danzantes de tijeras y la voz de JM: “Ninguna compleja máquina hace lo que sé, lo que del gozar del mundo gozo, sufro canto y bailo”. Pies con alas, tijeras de hierro forjado para cortar el hilo de vidas absurdas al estilo griego, zapatillas danzarinas y sombreros magníficos forrados de arco iris.
Y, ¿Victor Humareda?, ¡Presente en su oleo de santos patronos y toros echando candela por la boca y osos sincréticos y máscaras de ojos rojos de furia: “No huyas de mí, doctor, acércate. Mírame bien, reconóceme ¿Hasta cuándo he de esperarte?”.
Y mujeres en el incendio de las tardes cantando, llorando y buenas en el ocaso arando, arando.
Y en las partes finales del poema, silencio de coros de vírgenes del sol y de ángeles aimaras y quechuas, y carneros y toros de Pukará de morrillos fornidos como catedrales y JM rotundo, desafiante y definitivo: “Sobre la tierra, desde la nieve que rompe los huesos hasta el fuego de las quebradas, delante del cielo, con su voluntad y con mis fuerzas hicimos todo esto”.
MARTIN dedicado a Arguedas contiene valiosos textos escritos por estudiosos de su trabajo intelectual, rasgos de su vida y sus intimidades que, como dice el rector de la San Martín, José Antonio Chang, pertenecen a un “ilustre aldeano universal, a un escritor que solía decir: “Yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz habla en castellano y en indio, en español y en quechua”.
El contenido de esta ediciòn última, supera toda especativa. Ensayos de Maria Madelaine Gladieu, Ina Salazar, Stefano Varese, Américo Mudarra, Gonzalo Espino Reluce, María Luis Rosi, Rolland Forgues, Vicente Otta, y de muchos otros insignes más, apiñados en 200 páginas plenas de diversidad y altísima calidad ensayìstica, merecimientos a José María.
Y digno de resaltar, por insólito, un texto de Máximo Damián Huamaní, que no es intelectual sino el violinista de san Pedro de Ishua, sin cuyo sentimiento los Danzantes de Tijeras no podrian celebrar bien el rito de la tierra ni la sumisiòn a los apus, que es su ley. (Con José María fui, en varias oportunidades, a visitar a Damián. Luego de cruzar un humilde laberinto de Creta esquinado entre las Avenidas Sucre y La Marina lo encontrábamos esperándonos con cancha y mote fresco. Ellos hablaban en quechua y se adormilaban contándose sus cosas, sin permitir el ingreso de extraños a su banquete. Damián tocaba el violìn y en dos oportunidades hizo llorar a José María, yo lo vi llorar. Muerto ya JM, Damián me autografiò el libro de los zorros que el escritor a él se lo dedicò).
Insòlita también, la cantata “Kaipichus saypichus qayakuq” (¿Es acaso aquì?) del mismo Ruiz Durand, lamentablemente sin traducciòn al castellano, aunque solo ver escrito u oir el quechua ya cualquier aculturado (palabra que usó José María para defenderse de los doctorcitos que pretendían arrinconarlo y que no está considerada por la RAE)) siente una singular hermosura.
Los textos escritos por José María son implacables y nunca pasarán de moda mientras subsistan terratenientes o mistis que todavía tienen sus fincas de discriminaciòn racial y social en nuestro país. Su breve autobiografia retrata, acaso, lo que jamás pudo superar José María, la orfandad en su niñez, pero en todo sentido, no solo la falta de amor maternal, sino de amor humano.
Gustavo Gutièrrez, desde su perspectiva, más social que religosa, comenta a grandes rasgos su obra calificada de citadina, es decir, sin ámbitos de cerros ni de aguaceros ni de chacras de cebada ni de alpacas, sino de desiguladades e infraternidades. El famoso teólogo universal recuerda a Arguedas en su prédica: “Estos (tres) libros han ido creciendo, pero la doctrina que los sstenta es la misma, la doctrina que sustenta el autor es que el individualismo agresivo no es el que va a implulsar bien a la Humanidad sino que la va a destruir; es la fraternidad humana la que hará posible la grandeza no solamente del Perú sino de la Humanidad”.
Y de pronto, en las páginas de MARTIN se escucha la voz de Sybila Arredondo hablando desde Santiago, recordando cómo conociò a Josè María y cómo tasa su personalidad, cómo lo recuerda cuando era feliz y cuando era triste exageradamente cuando caía en insondables pozos de angustia. Siempre recordaremos, -quienes conocimos a Sybila-, cuidando de cerca o de lejos al mítico andahuaylino, aunque para ella y para muchos de nosotros, es un mito localista con visos de universalidad.
Casi todas las referencias a la obra de Arguedas están empozadas en Los Ríos Profundos. Este es otro acierto de Ruiz Durand: haber escogido fotografías que retratan de cuerpo entero y en toda su desnudez al Perú Profundo de la novela que fue el ámbito de Arguedas. Nada puede provocar más ternura que el rostro de un niño indìgena, -verlo en la página 24-; ni fotografía más significativa que la de Arguedas, de espaldas, abrazado sin fingimiento a una campesina en una fiesta a 5 mil metros sobre el nivel del mar, es decir, muy, mucho más cerca del cielo que nosotros; ni fotografías más sublevantes que las marchas callejeras de los andinos llevando como banderas de guerra o trofeos, los rostros angulosos de Tupac Amaru
Dificil repetir otro MARTIN como este recién aparecido. Ojalá la Universidad de San Martin, el editor Guillermo Thorndike y el director de ASrte Jesús Ruiz Durand, y los intelectuales que han colaborado con su corazón y su cabeza en esta ediciòn puedan repetir tanto esplendor.
La pregunta pendiente es: ¿sobre cuál otro ícono semejante a José María Arguedas?.¿Quién podría ser? ¿César Vallejo, acaso? ¿Ah? ¿De dónde sacar otro, como ellos, ahora? ¿Ah?-
2 Comments:
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No he conseguido la revista todavía, pero.... sin duda leer el dedicado post me dio ganas de volver nuevamente a los libors de Arguedas y zambullirme en sus mágicos ambientes, lejanos pueblos del quechua hablante, el quechua que se queja en su soledad, con ese canto tan dulce, tan inocente como es el quechua.
Gracias Don Manuel, espero linkearlo en mi humilde blog si no le incomoda.
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