ANDAHUAYLAS FUE UN CEMENTERIO
Sucedió lo que tenía que suceder: Humala cayó aunque no como una fiera herida sino como una mansa paloma.
En efecto, su acto de rebeldía no pudo durar más allá de 48 horas porque su base de poderío militar era muy endeble. El poder de fuerzas o de fuego era tan desproporcionado entre etnocaceristas y fuerzas policiales y militares oficialistas que de no entregar la Comisaria tomada en noches anteriores, Andahuaylas se habría convertido en una hecatombe; todos los subversivos habrían perecido.
Los cálculos de Humala –si es que tuvo algunos- fracasaron, aunque su gesto sirviò para corroborar que el Perú no funciona como un estado moderno, aunque tal situaciòn no es de hoy tampoco. Vienes de muchas décadas atrás. Los historiadores, los intelectuales y analistas políticos, se preguntan con Zavalita, -un personaje novelesco de Vargas Llosa-: ¿Cuándo se jodiò el Perú?.
El martes en la noche, Humala fue conducido al matadero y cayó mansamente. Discutía la entrega de la comisaría con altos mandos policiales, pero un solo hombre no podía poner condiciones.
Según los legalistas, ahora, preso, debe enfrentar la acusación de varios delitos, entre ellos el de homicidio, la muerte de cuatro policías que cayeron en la refriega.
La justicia torcida, mediocre y vendida, alguna vez aclarará las cosas y acusará sin dejar de tener en cuenta la versiòn de que los subversivos mataron porque fueron atacados, no mataron por matar y, como dijo el padre de los Humala, cuando dos fuerzas militares se enfrentan se disparan balas y no pétalos de rosa.
Uno de los subversivos también cayó en la refriega, pero sobre su muerte no se dice nada, su muerte no es tomada en cuenta por nadie. La muerte de los policías es calificada de heróica, la del subversivo, no. Esta valoraciòn, por ejemplo, demuestra lo mezquino de los conceptos étnicos, culturales o políticos que rigen a la sociedad peruana; la muerte también tiene visos étnicos o de clase.
En la noche, los canales de televisiòn locales pasaron programas condenatorios de lo ocurido en Andahuaylas, hecho que, dígase de paso, tuvo apoyo popular evidente. Tomado como punto de referencia de lo mal que anda el país, sirviò de mucho tanto dentro como fuera del país. Humala lo que pedía era que Toledo renunciara. Un pedido respaldado por el 90 por ciento de la poblaciòn. O sea, pueden vivir equivocados diez ciudadnos, pero no noventa.
Queda en claro, realmente, que en el país no funciona el menor sentido de gobierno, el menor signo de responsabilidad social, de conciencia política. Mientras los atacantes y atacados en Andahuaylas se jugaban el pellejo, el presidente de la República aparecía cada cinco minutos en las pantallas de televisiòn promocionando al Perú como un país casi feliz, que estaba solucionando sus problemas gracias a los planes de gobierno trazados por él.
La misma toma de Huancavelica sucediò cuando el Servicio de Inteligencia tuvo que informarle que había problemas en el sur. Pero, Toledo siguiò tomando baños de sol y de mar en Punta Sal, un balneario de su exclusividad, junto a su corte palaciega entre los que figuran -en los primeros planos-, Eliane Karp y D. Polack y su primer guarda espaldas, todos judìos.
Lo de Andahuaylas no va a solicionar nada fundamental. El Perú seguirà mal no se sabe hasta cuándo. Este país que fue poderoso, que tiene una historia de 7 mil años, -solo la civilización de Caral tiene 5 mil años comprobados por el Carbono14- seguirá siendo legislado por un Congreso como jamás hubo otro en el país. Un Congreso incapaz, insensible, mediocre, y rapaz. Porque mientras los sueldos de maestros y policías no llega ni a los 300 dólares mensuales, los congresistas ganan 10 mil. Y, mientras el presidente chileno gana como 10, el presidente peruano gana como 30.
Respecto al futuro de Antaruo Humala, el notable jurista Javier Valle Riestra considera factible la amnistía para él y los que lo acompañaron en su asonada. Esgrime razones de peso. Lo malo es que intelectualmente es responsable de la muerte de los policias en la toma de la Comisaría por haberla comandado. Pero, un chofer de taxi, me dijo ayer: ¿Y quien es responsable de los que todos los días se suicidan en el Perú por falta de trabajo, por falta de atenciòn a su salud, por falta de medios para subsistir?. “El responsable es el Presidente de las República porque no sabe gobernar” dijo el mismo chofer, como respuesta a su pregunta dramática.
Lo de Andahuaylas no fue una fiesta como la de Hemingway en la novela de Paris. Fue un cementerio. Todo el Perú apoyaba la demanda de Antauro Humala de que se vaya Toledo, aunque no apoyaba la forma de pedirlo por impráctica y nada “democrática”.
Tal vez, este fracaso sirva para que la clase política reflexione a fondo y cambie drásticamente, o los jóvenes con ganas de intervenir en los mandos políticos tomen como punto de referencia para hacer en lo futuro propuestas viables, prácticas, altruistas. Que no piensen en el poder como un instrumento para satisfacer vanidades y llenarse de dinero, sino para rescatar valores, emprender empresas, para ponernos a la altura de la gran mayorìa de países desarrollados del mundo –Chile para no ir muy lejos- y volver a ser lo que fuimos por miles de años: no un país meramente poderoso, sino digno, dignísimo.
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