EL MUNDO, UN DÍA

Blog del Periodista Manuel Jesús Orbegozo. Este blog se mantendrá en línea como tributo a quien con su pluma forjo generaciones de periodistas desde la aulas sanmarquinas. MJO siempre presente.

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Primero, recorrió todo su país en plan informativo, y luego casi todo el mundo con el mismo afán. Por lo menos, muchos de los grandes sucesos mundiales de los últimos 30 años del siglo XX (guerras, epidemias, citas cumbres, desastres, olimpiadas deportivas, etc.) fueron cubiertos por este hombre de prensa emprendedor, humanista, bajo de cuerpo pero alto de espíritu, silencioso, de vuelo rasante, como un alcatraz antes que de alturas, como un águila, por considerar que la soberbia es negativa para el espíritu humano. Trabajó en La Crónica y Expreso, y más de 30 años en el diario El Comercio como Jefe de Redacción, luego fue Director del diario oficial El Peruano y como profesor de periodismo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos lo sigue siendo aún después de 30 años seguidos. Esta es un apretada síntesis de la vida de un periodista hizo historia en el Perú y en muchos de quienes lo conocieron. Puede además ver su galeria fotográfica en http://mjorbe.jalbum.net Nota: MJO partio el 12 de setiembre para hacer una entrevista, la más larga de todas. MJO no se ha ido, vive en cada uno de los corazones de quienes lo conocieron.

Sunday, January 23, 2005

CHINA: EN LA RUTA DE LA SEDA

CRUZANDO EL DESIERTO DE GOBI

Los camellos doblaron mansamente las rodillas para que nosotros pudiéramos montar con facilidad.
Puestos en pie, los mansos animales miraron con suficiencia el desierto y emprendieron la marcha al desesperantemente lento ritmo de su paso.
En esos tiempos de medios de transporte supersónico, un viaje en camello significaba retroceder a los cuentos de «Las Mil y una Noches». Pero, así fue en un rincón de China en un tramo de la legendaria «Ruta de la Seda» antes usada por Marco Polo y otros comerciantes y aventureros en sus viajes al Oriente.
Esta fue, en realidad, una incursión en el tiempo más que en el espacio y se debió a una parada forzosa que hicimos en el itinerario de mi último viaje a China. Habíamos intentado volar de Dunhuang a Lanchow pero nos informaron que por causas del mal tiempo (se había desatado un insólito viento de arena) no podríamos salir del lugar.

Rápidamente, nos organizaron un paseo a «La Ruta de la Seda». El viaje fue interesante porque nos permitió conocer semejante tramo histórico, además de reflexionar sobre el cambio de los tiempos.
Li Wei-yi, que además de ser un buen intérprete, es un hombre sensible, al acercarnos parsimo- niosamente a «La Montaña de la Arena que Canta», se refirió a los posibles cambios del paisaje y de los tiempos. Li hizo un largo relato sobre los viajes de Marco Polo cuando pasamos cerca al oasis donde los aventureros de la seda solían paliar los vientos de arena y la sed. Increíble pensar que tal vez, pisábamos las huellas dejadas por el célebre aventurero veneciano.

Li dijo luego: «sólo el hombre no cambia, sólo la amistad persiste». Se refería a la amistad entre los pueblos y en este caso, al de Perú y China, fenómeno este de la amistad, que es universal.
Con Li nos acabábamos de conocer en Shanghai cuando un avión de la CAAC nos hizo cruzar el Atlántico en un sueño. No habíamos visitado aún la pujante ciudad de Lanchow con su palacio de Weng Chang ni su Pagoda Balkan desde donde se ve discurrir mansamente el otrora feroz río Huang He. Tampoco, habíamos visitado a los dos mil Budas en sus cuevas de Dunhuang. ni menos a los guerreros ni a los caballos de terracota desenterrados en Xi-an, la vieja capital de Zhung kuo (China), el imperio unificado de Qin Shi-huang. Menos, habíamos visitado la Muralla China en el paso de Jia you que nos hace ver cómo pudo haber tanta voluntad y paciencia de picapedreros, albañiles y arquitectos chinos que, sin embargo, no figuran en la historia. Alguna vez, Brecht indignado por estos lapsus, preguntó en un poema:

«En la noche en que fue terminada la Muralla China,
¿a dónde fueron los albañiles que la construyeron?»


Nosotros, de nuevo en este continente, todavía no habíamos llegado a Kunming donde nos esperaría la sorpresa de una obra arquitectónica colosal: El Bosque de Piedra, acumulamiento de montañas que se aprietan unas contra otras como amantes primerizos. La Naturaleza debió haberse cansado de ordenar las montañas y dejó a éstas en el abandono. Un espectáculo asombroso.

Con Li, tampoco habíamos visitado aún la basílica de estalactitas poéticamente llamada: «La Cueva de la Flauta del Viento que Sopla», otro asombro de la Naturaleza, una obra arquitectónica que le hubiera sido imposible repetir a Miguel Angel. Dentro de la gigantesca caverna, cuyo paseo es interminable, hay esculturas que son un desafío a la imaginación.
Tampoco habíamos surcado el río Li para contemplar el paisaje de las Montañas de Guilin, que nosotros estuvimos acostumbrados a ver sólo en paja de trigo, en las reproducciones de Gouzi Shudian. Vas en el ferryboat como en una platea de teatro y desde allí ves cómo se te acerca el paisaje: Montañas a medio moldear en primero, segundo y tercer planos, las últimas desvaneciéndose en el cielo, como pinturas a tinta china. Otro espectáculo que hay que ver con los propios ojos.
Todavía no habíamos visitado Shen zhen, la futura «New York» china, cuando desde el camello, Li sugirió: ¿Por qué no componemos un poema relacionado con el tiempo, el hombre, la amitad?
Yo juré por los dioses chinos que no era poeta, pero de todos modos se admitió a debate esto que pergeñé avergonzadamente:

«Esta mañana cabalgamos/ sobre el tiempo.
dos mil años han quedado/ sólo al volver el rostro.
«Cuánta caravana bajo la arena! / Han cambiado las dunas/
de «La Montaña de Arena que canta»/
y el agua de «la Fuente de la Luna en Creciente».
«A horcajadas del camello/ bajo la mansedumbre de su paso/
rueda, ahora, otro mundo.
«Qué grandes cambios!/ sin embargo» dijo Li/ filosofando.
«En el Gobi, se han borrado las huellas/
de los comerciantes de la seda./ Las huellas de la amistad/
permanecen intactas/ al viento de los siglos.
«Esta mañana ha sido magnífica/ para el corazón/
de los hombres/ y los dioses».


Li compuso también su poema, lógicamente, en chino. A la siguiente mañana me lo estaba recitando armoniosa, lentamente, como imitando a un viejo instrumento de cuerdas de oro.
Los chinos escriben sus poemas según antiguas melodías. Hay que recordar a Mao Tse-tung cuando escribe según la melodía Pu Suam-tsi o Nan Chang-jung, etc.

Li debió publicar su poema junto al mío. Pero, esto no fue posible. El viaje a China terminó y también los cantos a la amistad y a la seda.
Para mí, todo sucedió como un sueño, por eso, otra vez volví a traer a la memoria al filósofo Chuang Tse cuando una noche soñó que era una mariposa y al despertarse no sabía si era una mariposa que estaba soñando que era Chuang Tse.


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