LAS LINEAS DE NAZCA
“Las Líneas de Nazca” han sido reconocidas por la UNESCO, como un nuevo Patrimonio de la Humanidad. De esta manera, el Perú tiene 10 Patrimonios de ese valor mundial, con lo cual nos colocamos como el segundo país en Sudamérica; solo nos gana Brasil.
Descubiertas por el arqueólogo Paul Kosok en la década del 30, tales Líneas fueron estudiadas a fondo por la matemática alemana María Reiche, una mujer que dedicó toda su vida a dicha tarea; se podría decir que la Reiche muriò hace unos años, al pie de las Lìneas.
Más de 50 años después de haber sido descubiertas y estudiadas, las figuras zoomorfas, como un colibrí, un mono, un pez, etc., y las líneas de varios kilómetros de largo, hasta ahora no se conoce con exactitud para qué fueron trazadas de forma tan singular, figuras tan gigantescas dibujadas sobre un desierto olvidado en aquella provincia del sur.
Algunas teorías afirman que sirvieron como referencias utilitaria, tal vez para que los agricultores supieran el cambio de las estaciones, aunque la mayor presunciòn es que hayan tenido relaciòn con la astronomía.
Lo que resulta más asombroso es su trazado en el sentido de que solo puede ser producto de un desarrollo matemático extraordinario por parte de los sabios del lugar, en el primer milenio D.C.
Especialistas insignes admiran, -como lo hacía María Reiche-, el trazo de las figuras para lo cual, ahora sería preciso doctos conocimientos de geometría y trigonometria del más alto nivel.
Las figuras son tan grandes de tamaño y tan hermosas que para poder apreciarlas plenamente es preciso verlas desde lo alto, desde una escalera o desde helicópteros o avionetas como hacen ahora los estudiosos o los turistas.
Las Líneas de Nazca (o Nasca) siguen siendo estudiadas en medio de la admiraciòn y el asombro internacional, mientras algunos de nosotros no les prestamos la atenciòn necesaria. Justamente, la UNESCO, al informar sobre tan honrosa designaciòn, ha recomendado que todos los peruanos en general cuidemos lo que ahora es considerasdo un nuevo Patrimonio de la Humanidad.
Maria Reiche
Conocí mucho a Maria Reiche, alemana nacionalizada peruana, a la que los periodistas llamamos “La Dama de Nazca”. Aquí, aprovechando la coyuntura reproduzco unos breves apuntes sobre su vida:
“Cuando toqué la puerta de la casa donde me dijeron que vivía María Reiche, salió una alta figura espectral, “con una falda descolorida por el tiempo, una chompita de algodón y unos zapatos de 20 soles par”. Tenía alborotada su cabellera de títere y me pareció que exageraba su miopía.
- ¿Vive aquí la doctora María Reiche?, le pregunté piadosamente.
- Yo soy María Reiche-, me contestó la figura espectral.
Me quedé mudo. Creí que era la empleada de la casa, pero nunca la
doctora María Reiche. Eran los primeros años de la década del 50 y a partir de entonces, ambos sellamos una larga amistad que sólo terminó con su muerte.
Ella había llegado al Perú en 1932 para trabajar como niñera en el Cusco, pero luego conocería en Lima a la norteamericana Ann Meredith, después su amiga entrañable, Murió con cáncer y esta serìa la ùnica vez en su vida que María Reiche lloró. La Meredith la presentó al doctor Julio C. Tello cuando precisaba de unas traducciones del alemán. En la década del 40, Tello la presentó al doctor Paul Kosok quien andaba anodadado por unas raras huellas recién apercibidas en las pampas de Nazca.
La Reiche recibió de parte del arqueólogo Kosok el encargo de seguir estudiando esas líneas. La joven matemática alemana no sabía que estaba recibiendo lo que más tarde se convertiría en su único destino.
Cuando la visité por primera vez, me hizo subir a donde vivía. Así describí su vivienda: “Estar en el altillo donde vive María Reiche es sencillamente conmovedor. Ella misma se ha fabricado su mesa de trabajo que consta de una tabla ancha y dos soportes de cajón donde día y noche mide los signos cabalísticos que trazaron nuestros abuelos en las pampas. Su única ventana de luz está cubierta con papel periódico. Decenas de libretas están por doquier, apuntes, planos, compases y reglas, papel sulfito y eso sí “dolor, dolor, dolor”, como dijo alguna vez Rubén Darío en un poema”.
Ese mismo día, me contó que su alimentación constaba, en el desayuno: pan negro y mantequilla de maní; en el almuerzo: pan negro y margarina, (tiene vitamina A y D, me explicó ella) postre de chancaca y una fruta cualquiera. Cuando, en días posteriores la invité a almorzar, su menú varió notablemente: pidió pescado que no había probado hacía algunos años y luego, bebió un vaso de agua con gotas de limón.
Años después viajó a establecerse en Nazca. El tiempo se había deslizado muy rápidamente por encima de todos los estorbos que se le presentaban para continuar estudiando y preservando las, ahora, famosas líneas del desierto.
No se sabe quien la entrevistó primero ni quien bautizó a las figuras como “El Calendario más Grande del Mundo”, a causa de considerar que las tales figuras tenían connotación astronómica. “Ustedes los periodistas” nos dijo una vez al famoso periodista Jorge Donayre y a mi; entonces, ambos nos miramos con envidia.
Más de una decena de veces viajé a Nazca a caminar con ella, a ver las figuras desde una avioneta o a pie, sin tocar las líneas “ni con el pétalo de una rosa”. Nada había que la irritara tanto como que alguien intentara removerlas un milímetro.
Solía estudiar en la noche, soñaba con encontrar la medida que emplearon los nazquenses para trazar sus complejas figuras increíbles, propias de matemáticos eximios. Tomaba una pita y media su antebrazo. “Esta era su medida” decía, tratando de vulgarizar la sabiduría de los antiguos artistas. Yo siempre la fotografiaba. Un día me pidió que le prestara una de sas fotos porque las autoridades postales habían determinado que se hiciera una edición de estampillas con su retrato. Esa estampilla debe rodar por el mundo en los álbumes de los coleccionistas empedernidos.
Mejoró mucho su situación cuando las autoridades de cultura le consiguieron una habitación en el Hotel de Turistas del lugar. Una vez, se dio el lujo de invitarnos a cuatro o cinco amigos que fuimos a visitarla. Ella saboreaba el menú completo que le servían en el hotel y estaba feliz. Ese día había recibido regalías de su libro con prólogo del peruanista Trimborn.
San Marcos la hizo su Doctora Honoris Causa y yo conté que 7 veces la vi que algo se llevaba a la boca durante la ceremonia augusta en la vieja Casona universitaria. "Son chocolates, -me dijo después-, los como para controlar mis males de vieja".
Después vino su hermana Renata que en Alemania difundía la labor de María en el Perú. Pero, creo que no resultó una buena visita. Tal vez, la hermana fue más bien dolorosa porque me contaron que bebía demasiado. Murió y entonces, María entró francamente en la decadencia física.
La última vez que la visité, ya sus ojos la habían traicionado enteramente. En vez de ver sus pupilas siempre dinámicas vi unas manchas como de vidrio empavonado. Además, me di cuenta de que en los alrededores volaban aves de carroña disputándose su legado científico y su fama.
Breve tiempo después, La Dama de Nazca cerró los ojos para siempre junto a la última página de apuntes que tenía sobre las Líneas”.
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