CHINA: ESPERANZA DE LA HUMANIDAD
Guardo de ese país muchos recuerdos en cantidad y calidad. En una cena ofrecida por el primer embajador de China en el Perú, Chiao Ro-ju, -en esos momentos alcalde de Pekin-, nos dijo a los que rodeàbamos la mesa, que “Orbegozo conoce China más que yo”. En efecto, pocos chinos, incluyendo al ex embajador, pueden haber tenido tanta suerte como yo. En mis nueve visitas de varias semanas cada una, estuve en nueve regiones diferentes, desde las más cercanas a Pekín hasta las más alejadas.
Por ejemplo, nunca olvidaré Turfán, en Xinjian, que es la parte màs profunda y càlida de la Tierra, situada a 154 metros bajo el nivel del mar; ni olvidaré el desierto de Gobi que atravesè a lomo de camello en bùsqueda de las huellas de Marco Polo en sus viajes al Oriente; inútil ilusiòn personal porque todo habìa sido borrado por el el viento y el tiempo.
No olvidarè el Palacio Potala, hermoso edificio construìdo en la cumbre de una montaña del Tibet. Allì, el Potala recibe y despide todos los dias al rey sol, en su cumbre impertérrita. Ni olvidarè la serpenteante Gran Muralla –una de las siete maravillas del mundo-. empezada a construir en el siglo VII A.C. y terminada varios siglos después. Más de 6 mil kilòmetros de largo, muchos derruídos y que, según se afirma, es la ùnica especie de sombra que los astronautas norteamericanos que llegaron a la Luna pudieron ver en la Tierra.
Tampoco olvidaré al Buda más grande del mundo cavada en una montaña de Leshan. Este Buda empezó a ser tallado el año 793 y terminado el 803, es decir que a los escultores chinos les costó 90 años de paciencia para esculpirla tan majestuosa. Mil años después, ni el tiempo ni el viento han podido deteriorarla gracias a un ingenioso sistema de mantenimiento que circula por su interior.
Nunca olvidaré Shen Zhen convertida en pocos años en una especie de Hong Kong o de Nueva York china. La visité cuando solo era una aldea de pescadores.
Tampoco olvidarè el circo chino de Shenyan con sus magos màs divinos que humanos; ni el interminable puente de Nankin ni la gigantesca Plaza de Tien An-men, testigo de los grandes acontecimientos chinos; ni la Ciudad Prohibida donde vivieron los emperadores hasta el último, Pu yi, y donde me sirivieron té en las tazas que antes solo las usaron los dichos emperadores.
Obras espectaculares que revelan el ingenio de los chinos, pero también su paciencia genética. Los chinos tienen su propia filosofìa sobre el tiempo, menos dramática que la nuestra. Para ellos, una cantidad X es un valor abstracto que no los sorprende ni los asusta como a nosotros. Cuando conversaba con uno de mis guìas –Tang Min-sin, luego embajador en América- digo, cuando hablàbamos en 1970 sobre Hong Kong, me dijo algo como: "cuando los britànicos nos devuelvan Hong Kong...".
Entonces, a mi me pareciò que esa fecha no iba a llegar nunca. Sin embargo, la fecha llegó tan rápidamente, como la metáfora de Mao: "Treinta años han pasado/ como un chasquear de dedos". Entonces, Hong Kong regresó al seno de la gran patria china al cumplirse los 150 años que lo tuvo usurpado el imperio britànico.
Nunca olvidaré lo mucho de bueno que tiene China, pero tampoco sus defectos, que ellos mismos reconocen haciendo ejercicio dramático de autocrìtica real. Nunca olvidaré los rostros de los viejos soldados que participaron en la èpica Larga Marcha, tales el presidente Mao Tse-tung, y Chou En-lai y Li Sien-nien, ni mis pláticas con ellos; ni olvidaré al mariscal Chu Teh ni a tantos otros con quienes, los invitados extranjeros, alguna vez brindamos con mou tai, -un licor célebre- recordando la fecha en que China se liberó para siempre del yugo extranjero.
Nunca olvidaré los rostros sudorosos de los trabajadores chinos, hombres y mujeres en las aldeas sembrando arroz, construyendo puentes, halando carretas, deteniendo ríos, abriendo capullos para obtener la seda imperial, tijereteando simples obras artísticas en papel cortado o esculpiendo budas panzones en marfil o bordando joyas de increible manufactura en oro y plata y jade y otras piedras preciosas.
Por supuesto que China es mucho más que todo eso, pero, además, está llamada a convertirse en el equilibrio del poder político en el mundo. Recientemente, China ha sobrepasado a los Estados Unidos de Norteamerica, en exportaciones al Japón; un dato histórico y muy simbólico en el campo del desarrollo econòmico mundial.
Todo es grande en China, y su comportamiento discurre dentro de los cánones humanos y polìticos honorables dentro de la inevitable miasma mundial. Un ejemplo: es posible que su ejèrcito sea el màs numeroso del mundo y, sin embargo, no hay un solo soldado chino hollando ilegalmente el territorio de ningún país ni grande ni pequeño ni poderoso ni inválido, del mundo, como actualmetne Estados Unidos en Irak..
China, dentro de los lìmites precisos, es, pues, un ejemplo de grandeza y una esperanza de paz para la humanidad.
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