TOLEDO EN PUNTA SAL Y OTRO ASESINATO
Lo cual nada tenía de particular. Después de todo, una autoridad de tan alto rango disfrutaba del derecho de buscar un lugar donde refugiarse para descansar luego de cumplir con las árduas faenas de su cargo.
Pero eso, justamente, no sucediò con el presidente Toledo porque él nunca jamás desempeñó árduas tareas y por lo tanto, escogiò Punta Sal más bien para escapar de las árduas tareas que tenía que afrontar como primer Mandatario de la Nación.
Toledo escogiò Punta Sal solamente para satisfacer su frivolidad y también, y sobre todo, la frivolidad de su comparsa presidida por su esposa, la señora Eliane Karp.
Sería interminable reseñar las veces que los más graves problemas del país soprendieron al Presidente panza arriba tomando el sol en aquella playa medio paradisíaca bebiendo whisky “etiqueta azul”, o jugando partidos de fulbito en la arena menuda en compañía de sus guardaespaldas o sus amigotes, como su confidente de alcoba y otros judíos más, verbigracia, el señor D. Polack.
La última muestra de esta aseveración es reciente.
Cuando Antauro Humala había empezado su locura de capturar la Comisaría polical de Andahuaylas, Toledo no estaba en Palacio de Gobierno, -donde le correspondía estar-, atento hasta a los vuelos de una mosca alrededor de ese horno ardiendo del sur.
Y no se puede decir que Toledo no sabía lo que pasaba en Andahuaylas, porque eso significaría desconocer el trabajo profesional del Servicio de Inteligencia Nacional. Los movimientos de Humala eran seguidos desde cuando se erigiò en un protestante peligroso. Humala pedía la renuncia inmediata de Toledo debido a su incapacidad para gobernar, pero además, pedía a gritos la cabeza de todos los políticos y generales ladrones y corruptos del gobierno anterior y de este gobierno.
Entonces, Toledo sabía lo que estaba ocurriendo con Humala en Andahuaylas, pero como era su costumbre, prefiriò fletar el avión del Estado a su servicio y volar hacia Punta Sal.
El vicepresidente de la República, señor David Waisman, acaba de declarar públicamente y con sumo énfasis que Toledo debe olvidarse para siempre de Punta Sal. “Toledo no debe salir nunca más de Palacio hasta que termine su gobierno”, ha dicho.
En realidad, su actitud debe ser no moverse de palacio, justamente, ahora cuando el Perú no es un edén sino algo parecido al infierno.
Sí, algo parecido
El país está convulsionado en todos los planos, en todas las áreas, en todos los estratos sociales. Según las noticias aparecidas diariamente y a cada hora, se producen en el país hechos que denuncian no solo el desgobierno reinante, no solo se dan signos de anomia concreta, sino peligro de conflagraciòn interna. Hay mucha pobreza y mucho de lo que genera la pobreza, o sea, revolución social.
Hoy, por ejemplo, -aparte de una huelga nacional de ganaderos- en los estratos más bajos, correspondientes a las letras C y D, como los denominan los sociòlogos, hay llanto e indignaciòn.
Ayer, en la tarde, un muchacho llamado Christian Freddy Venancio Huapaya de 17 años fue ahorcado por unos policias municipales conocidos comúnmente como “serenazgos”, en una de las calles de San Isidro distrito aristocrático de la Gran Lima,
Christian ejercía la “profesiòn” o el “oficio” de “vendedor ambulante” que miles de provincianos de toda edad ejercen en las principales calles de Lima o de los grandes mercados. Son vendedores que, se debe pensar, son vendedores ambulantes informales y por lo tanto, ilegales.
Pero, la pobreza puede más que la legalidad.
La venta ambulante es un recurso que se convierte en legal en un medio donde no hay otro forma de supervivir.
Lima es una ciudad que siempre tuvo vendedores ambulantes, como la tienen todas las ciudades del mundo, grandes o pequeñas. Yo he visto ambulantes en Nueva York como en Sri Lanka que, dígase de paso, acaba de desaparecer. El tsunami monstruoso acabó con la isla y por lógica con todos los pobres ambulantes de las aldeas azotadas por ese fenómeno natural.
En Nueva York hay ambulantes y en Wall Street, también venden lapiceros, cocacolas, navajas de afeitar, etc, en la calle, al paso. Claro, los ambulantes de Sri Lanka y de Nueva York no visten igual, los de Sri Lanka eran desarrapados y vendían sus cosas en el suelo. En Nueva York venden la coca cola refrigerada y las galletas acépticas.
En Lima no, porque la pobreza no permite darse esos lujos.
Desde hace 50 años, me dedique a defender a los ambulantes que eran atacados por estos “policias municipales” desalmados que no comprenden el fenómeno y los perseguen arteramente.
Hoy, un grupo de policías municipales del distrito mencionado arremetieron contra los pobres vendedores ambulantes y se cebaron en Christian, lo cercaron, le quitaron su magra mercadería y luego le apretaron el cuello hasta asfixiarlo.
Se ha anunciado que los municipales serán dados de baja y luego habrá juicio y condenas, pero, ellos no tienen, realmente, la culpa sino el sistema y las autoridades que dictan esas órdenes restrictivas aún a costa de la vida.
El muchachito peruano de 17 años, "toda una vida por delante", como dice la frase hecha, ya no volverá a recorrer las calles de San Isidro, pues.
Sus pades lloran desconsoladamente, lo enterraràn mañana, pero el mundo seguirà andando porque la muerte de los pobres conmueve solo un rato, dura lo que una noticia en los periódicos.
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