Las ruinas de Machupicchu: primeras en el mundo
EL PERU; EMPORIO TURISTICO
Pareciera que desde la noche de los tiempos, el Hombre y la Naturaleza se preocuparon por dotar al Perú de todo lo que alguna vez, se convertiría, según los expertos, en primerísimo “objeto turístico”. Nada de lo que los turistas quieran ver con los ojos o admirar con el alma, deja de tener el Perú.
Pocos países de la tierra pueden ofrecer un escenario geográfico natural como el Perú. Todo está tan cerca e interelacionado que en la mañana se puede tomar desayuno frente al mar; al medio dia, amorzar al pie de una cumbre nevada; y se puede, al anochecer, cenar bajo el embrujo de la jungla.
En este Continente, apenas dos o tres paises pueden mostrar los rezagos de sus asombrosas culturas milenarias. A pesar de que los abuelos de los incas no conocieron la escritura, en los museos variados se puede “leer la vida, pasiòn y muerte de sus culturas a través de tejidos de algodón irreproducibles de “quipus”, una sintesis de contabilidades y estadisticas expresada en hilos y nudos: o de “huacos” que son obras artesanales de barro tan vívidos, que resulta fácil apreciar el retrato psicológico de un hombre que ríe o que llora; o la escena del ajusticiamiento de un transgresor a la ley; o el deliquio de un doméstico apareamiento sexual.
Estas obras, que son casi únicas en el mundo, pueden responder, a veces, mejor que un hábil guía turístico a todas las preguntas de la curiosidad humana, pues, al parecer, con ese fin las moldearon lo sabios alfareros.
El Perú tiene de todo para satisfacer a los turistas. Si, además, de interesarse por los monumentos arqueológicos se interesaran por los monumentos naturales, no tendrían sino que ir a Manu o a Tahuamanu para conocer pájaros o insectos que nunca antes vieron en sus vidas: o a Paracas para observar parvadas de flamencos o de pájaros guaneros o, simplemente, un harem de lascivos lobos marinos.
O conocer los grandes ríos del Perú, como el Mantaro o los torrentosos, como el Majes, idóneo para el canotaje y la aventura; o los ríos lentos o lánguidos, como el Ucayali que sirven hasta para inspirar canciones.
Para la investigaciòn turística, el Perú puede presentar el caudaloso río Santa que, sin embargo, se humilla hasta la delgadez de un hilo para pasar el abra del Cañón del Pato; o el río Marañón, que es la novelesca “Serpiente de Oro” de Ciro Alegría; o el Vilcanota y el Urubamba, ríos sagrados de los incas; o, en última instancia, el caudalosísimo charapa Amazonas que es, por añadidura, “El Monarca de los Ríos” del mundo.
Digo que conozco casi todos los monumentos que las viejas civilizaciones extranjeras nos dejaron para evidenciar el talento creastivo del hombre, pero cómo no considerar entre esos monumentos a las ruinas de Machupicchu. Nadie dejará de maravillarse del entorno telúrico de estas ruinas porque rozan el cielo; sería imposible no sentirse atragantado por el asombro al trepar a la ciudadela escalón tras escalón, como a la gloria; o al tocar, en la explanada de Sacsayhuamán, las gigantescas piedras que los picapedreros y el tiempo han pulido hasta darles la tersura de una piel de mujer.
Claro que hay un Stonage y una Isla de Pascua, pero nadie puede mostrar sobre una pampa de arena, como sobre la página de un libro de gigantes, las misteriosas Líneas de Nazca, que Maria Reiche intento descifrar en cien años.
Y nadie, como el Perú, tiene una ciudad de adobe: Chanchan –como Babilonia- considerada la más grande del mundo, donde el atardecer, en medio de las ruinas, se puede seentir la magnitud del peso del silencio y los siglos.
Conozco la magnificiencia de muchas demostraciones de cultura religiosa, pero al Perú la basta, para mostrar a los turistas, las festividades del Señor de los Temblores, en el Cuzco; la Candelaria en Puno, la procesión del Señor de los Milagros en Lima, la fiesta de la Virgen de la Puerta en La Libertad, o culto al Señor de Sipán (que no es escultura de imaginería).
Es más que posible que no haya imágenes en el mundo capaces de tanto poder de convocatoria; a sus alrededores se apiñan anualmente cientos de miles de ricos paganos o de pobres creyentes: bienaventurados hambrientos de sed y de justicia, porque, como se dice, de ellos será el reino de los cielos.
Para probar ese aserto vital de que el hombre es un producto del medio, el Perú tiene tres regiones naturales fundamentales que han producido tres calidades de hombres y de vida, cada cual con su cultura y su psicología singulares, todos domadores de su medio geográfico, a veces, paradisíaco, a veces, cataclísmico; pero siempre, amos y señores de cualesquiera de sus pisos ecológicos.
Si a algunos turistas, -como debería ser-, les interesara visitar esas regiones, pero, además, conocer a sus habitantes, sería muy grato.
El Perú es un país mestizo. Solo unos botones de muestra: tiene negros en Chincha que pueden contar mitos africanos, apasionantes historias de insurrecciones libertarias o proezas eróticas, mientras zapatean un panalivio o el alcatraz; o indios en Chincheros que ofrecerán peregrinaciones coloridas e inimaginables vistiendo chullos tradicionales o cargando mochilas “hippies” de lana de vicuña, y libando chicha, una bebida que bebieron hasta sus dioses ancestrales.
Igual, el Perú puede mostrar a sus visitantes, en Huanchaco, cómo los pescadsores salen aún hoy, a horcajadas sobre su míticos “caballitos de totora”, a buscar pejereyes o corvinillas, al atardecer.
Y si algunos quisieran escuchar mùsica tocada en instrumentos nativos o admirar danzas folklóricas, como el huayrlas, la tunantada o la marinera, nunca será difícil escucharlas o verlas cualquier día. Si mixtificadas, basta los clubs o estadios urbanos del centro o la periferia de las ciudades-capitales; si auténticas, mejor viajar a Trujillo, Cuzco, Huancayo o Puno. Pocos lugares en el mundo pueden mostrar una varidad más rica y esplendorosa de bailes folkóricos, como el país de los aymaras y del lago Titicaca.
El Perú es un emporio de riqueza turística sin igual. En monumentos arqueológicos preincas o iglesias virreinales, -que es como decir del Renacimiento-, o en hombres y pisos ecológicos, pocos países de la tierra pueden mostrar una baraja de tantos reyes y tantos ases turísticos como el Perú, no importa ahora, sus temporales agonías o sus adversidades políticas irracionales.
9 Comments:
Para Alberto Santa María, mis recuerdos de siempre. MJO
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