Un tiro en la nuca de Bryan
El terorismo de ayer igual al de hoy
De verdad, de verdad, el terrorismo debe ser proscrito de sobre la faz de la tierra, las formas del terrorismo de ayer como el de hoy. De izquierda o de derecha, el terrorismo nunca tendrá justificación.
Sin embargo, todos los días esta plaga se hace presente en cualquier lugar del mundo. Aquí, en mi país, hay más que indicios de su reactivación.
Hace muchos años, estuve en Bilbao donde presencié algunos episodios relacionados con actos de terrorismo que los recuerdo muy bien, como cuando conversaba en el tren que venía de Irún, con Florencio Hierro, sobre el secuestro de José María Bryan, ingeniero de la Central Nuclear de Lemóniz, por la organización de la ETA-militar, acto que a ambos nos parecia repudiable. A la cabeza de Bryan, los terroristas le habían puesto un precio: un disparo mortal.
“ETA no puede cometer un crimen tan alevoso como ese”, decía Hierro, vasco de nacimiento y conocedor de los problemas creados por la construcción de centrales nucleares en la región. Pero, ETA no puede poner en la picota la vida de un hombre que no tiene nada que ver con la política de las construccciones nucleares que corresponden solo al Estado español”.
Sin embargo, ese mismo día de la conversación a las 9 de la noche, ETA-militar descerrajó el tiro mortal anunciado, en la nuca de Bryan.
Ninguno de los asesinatos reinvidindicados por la organizacón terrorista vasca fue más repudiada como ese. “Pura canalla” fue la indignada nota de uno de los más prestigiosos diarios madrileños cuando se supo el final de Bryan. “Ni las movilizaciones populares ni las llamdas de hombres de tan probado vasquismo, como el escultor Chillida, nada probablemente bastará para detener a estos ruines etarras que arrojan barro y sangre a diario sobre la historia vasca. Y llaman a revancha vengativa de los otros asesinos de la otra antiEspaña. Ahora vendrán las explicaciones y los comunicados. No hay explicación posible a tanto horror. ETA ha terminado siendo pura canalla”, comentó el Ing. Hierro.
Increible, pero ese mismo día había estado en el país vasco el rey Juan Carlos y la reina Sofía en visita que fue calificada de dramática porque ponía de relieve el coraje del rey al tomar el toro por las astas. En el Parlamento vasco, la casa de Juntas del histórico Guernica, el rey fue interrumpido por 30 miembros del Herri Batasuna, frente político de ETA, quienes fueron desalojados por la misma policía vasca. Pero, el rey no perdió la serenidad y espero que la interrupción terminara para terminar de leer su mensaje
”Posiblemente el rey, sabedor del caso de Bryan, ignoraba que cuando estaría llegando a su palacio, el joven profesional yacía en medio de unos matorrales, selllada su boca con esparadrapo, las manos atadas atrás y el tiro mortal que le había destrozado el maxilar superior.
“Esta furia debe ser erradicada porque es más excecrable que cualquier otro tipo de muerte”, declaraba, por ejemplo, el presidente del pais vasco.
La muerte de Bryan hizo llorar a España y el pueblo vasco decretó un día de huelga general en protesta por el asesinato. Ese mismo pueblo decretó otro día de huelga cuando un etarra murió intempestivamente, después de nueve días de interrogatorio en la Intendencia de Puerta del Sol.
“Las actividades de ETA-militar basadas en actos de terrorismo constituyen uno de problemas políticos más dramáticos de España”, escribí en esos días cuando todavía ni se soñaba que el terrorismo internacional iba a superar las atrocidades del terorismo interno, como lo ocurrido en los primeros meses de este año.
Luego, fui a Hendaya en la frontera hispano-francesa, pensando que podía llegar al entierro de José Marías Sagardía, muerto al explosionar una bomba que sus enemigos habian colocado en su automóviel. Sagardía, del comando del ETA, estaba desde 1975, refugiado en Biarritz en lo que se tiene como el país vasco-francés.
La muerte de Sagardía era la quinta que se cometía con miembros de la ETA. La primera fue la muerte de José María Beñarán, en diciembre de 1978. A éste, tambien le pusieron una bomba de goma que lo hizo volar en pedazos. ¿Quién los mata en país extraño?.Se afirmaba que eran miembros de la vieja organización terrorista denominada OAS. Según Hierro, por cada etarra que hacían desparecer recibía un millón de pesetas de entonces. Sagardía murió a los pocos días de explotar una bomba colocada en un bar de Hendaya, que causó la muerte de dos franceses más y muchos heridos.
El país vasco y Ubil, lugar de nacimiento de Sagardía, pusieron la bandera a media asta y a su entierro asitieron unos 30 mil vascos. Allí se clamó porque cesaran ya los actos de terrorismo. Pero, el clamor fue en vano, todos los días se cometían actos de terrorismo. Estos se desencadenaban como si estuvieran programados electrónicamente.
Viajé a Vitoria. Quería entrevistar a Carlos Garaokoetxea, presidente, pero no estaba. Se había ido a Estela al entierro de don Manuel Irujo, histórico dirigente del Partido Nacionlista Vasco que propuganaba la conquista de la autonomia, sin apelar a la violencia. Los periódicos locales trataban a Irujo de “mítica figura del nacionalismo vasco”. Entonces fui a Estela.
Esta era –deberá seguir siéndola- una ciudad pequeña pero pujante, como son todas las ciudades del Euskadi, una de las regiones industrializadas más poderosas de España. Irujo, en 1936, en plena Guerra Civil Española, fue llamado por LargoCaballero para formar parte de su gabinete en representación el PNV. En 1937, Manuel Azaña, lo nombró ministro de Justiicia hasta que se exilió en Londres donde firmó el Consejo Nacional Vasco.
En Estela se dieron cita miles de vasos para despedir a Irujo. Una banda folklórica de “txistularis”, gaitas y tambores regionales tocaban una canción local y creo que el Himno Nacional del país vasco, el “Agur Haunak”, mientras la gente se arremolinaba en las estrechas calles de la ciudad a ver el paso de los restos de Irujo. Entre estas personalidades iba Garaokoetxea a quien, dadas estas circunstnacias, no me fue posible entrevistar.
Triste episodio
El episodio de la muerte del Ing. Bryan sacudió –como dije-, tremendamente a España dada su brutalidad e ineficacia. La muerte de ese profesional nada tenía que hacer con la política nuclear que mantenía el Estado español. Las dos centrales de Lémoniz y Viscaya se constuían aún cuando había protestas populares de envergadura.
Como editorializó "El País" de Madrid, el intento de la ETA-militar de imponer por la fuerza la demolición de Lémoniz nada tenía que ver con los movimientos ecologistas y antinucleares que bucaban un modelo diferente de sociedad y cuyos puntos de vista, aunque discutibles o exagerados, eran respetables y merecedores de atención.
Pero, ETA, -como decía un funcionario español-, sólo sabe discutir los problemas a punto de metralla. O de disparos mortales como el que liquidó al desdichado Bryan.
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