ORLEANS: FURIA DE LA NATURALEZA

Todavía no se tienen cifras oficiales sobre los muertos que ha causado el huracán Katrina. Los daños sí son incalculables, ascienden a miles de millones de dólares. ¿Hubo descuido? ¿No hubo previsiòn?. Parece que no la hubo en la medida en que se debía. El presidente Bush andaba preocupado en cuidar la situación Iraquí que, acaso, lo que podría causar el Katrina en las propias entrañas de su país, el más poderoso de la tierra. ¡Qué pena!


Se sabe que uno de los genios que más inventos le ha legado al mundo en general, es Thomas Alba Edison. Cuentan que cuando un periodista le preguntó si estaba satisfecho de haber inventado tanto, Edison le contestó rotundamente que no.
- ¿Cómo que no, por qué?, le contrapreguntò sorprendido el periodista.
- Porque nunca he inventado nada para frenar la furia de la naturaleza, le contestó el genio.

En efecto, hasta ahora, nadie ha inventado nada para frenar la ira de la naturaleza. Cuando se produce un terremoto, huracanes, sequías, avalanchas, maremotos, etc., el hombre no sabe como frenar el desastre. Lo único que le queda hacer es huir, gritar, clamar, llorar, implorar o simplemente morir bajo los escombros.

Esto nos deja una lecciòn muy clara: el hombre no tiene por qué ensoberbecerse. A menudo decimos que somos habitantes de un país, acaso el más poderoso de la tierra, que nadie puede con nosotros, que somos lo más desarrollados, etc.
En esto, como ahora, viene un Katrina y nos coloca en el lugar que siempre debemos ocupar: ser el país menos poderoso de la tierra.

No se sabe todavía cuántos muertos ha dejado el huracán que acaba de azotar a New Orleáns y a toda esa regiòn de Loussiana y el Mississippi que nosotros conociamos como la cuna del jazz y de Louis Armstrong "Satchmo" y de los spirituals.
Hasta antes de que los metereólogos anunciaran que por allí pasaría su furia ese huracán, dicha región, esas ciudades eran todo grandeza.
Ahora, todo es ruinas. Nadie pudo con el huracán, ni toda la policía de los Estados Unidos de Norteamérica, ni todo su ejército ni su Marina ni su Aviaciòn. El Katrina como un César redivivo del infierno: vine, vidi et vinci. Barrió con todo.

El Perú vive en un cinturòn de fuego y eso lo sabemos todos los peruanos perfectamente bien. Yo he sufrido ya dos terremotos (1940 y 1970) uno de los cuales, el del 70, cubrí en mi calidad de reportero. Fui al epicentro y lo que vi me pareció un castigo divino. Hombres aplastados por las paredes cuyas manos aparecían haciendo puño como en última señal de protesta, de dolor insoportable o de ruego. Muchas personas murieron entonces en la regiòn porque el terremoto desarraigó un nevado. Este cayó sobre un río que fue devastando todo a su paso, hasta desenterró a los sepultados en el cementerio local. Unas 70 mil personas pagaron con su vida la hecatombe.
Pero igual Japón, igual Italia, Grecia, Afganistán, Turquìa, China. Creo que en los años 30, en China hubo un terremoto que causó cerca de un millón de muertos.

Ultimamente un maremoto asoló las costas de Indonesia y de pasó arrasó con Sri Lanka, una islita paradisiaca situada al pie del continente índico. En Colombo conversaba todos los días con un lustrador de calzado que tenía su puesto a una cuadra del gigantesco mercado central. Sabía mucho de política tamil. Cuando supe la noticia del maremoto y sus maldades, me imaginé a mi amigo, el lustrador, flotando sobre las aguas como un pedazo de madera cualquiera.

El Katrina ha descorrido una cortina que nos ocultaba la verdadera vida de Orleáns. A nosotros se nos aparecía como una urbe de prodigios, comercial, dinàmica, esplendorosa. Pero el huracán arrancó esa cortina y nos mostró a una poblaciòn negra en su mayorìa sumida más en la pobreza que en la riqueza. El racismo corroía las entrañas de Nueva Orleans, dicen algunos críticos sociales.
Las escenas que nos muestra ahora la televisiòn y las versiones periodísticas son muy tristes. Aparecen las madres negras, los hijos negros, los viejos negros llorando su miseria más que su desconsuelo.
En un cierto momento, la policía no pudo controlar la situación y los negros, que antes fueron los héroes del jazz y de los spirituals, se convirtieron en saqueadores, en ladrones, en delincuentes comunes. No les quedaba más remedio que robar.

Los policias no se daban abasto, pero no es que no tuvieran manos, lo que debe haberles pasado es que no tenían ganas, les faltaba espíritu para cumplir su tarea en el infierno. Dos policías se pusieron su arma en la boca y se dispararon.

Y ¿acaso no había soldados para cooperar en el cuidado de las ciudades devastadas?. No. ¿Dónde estaban?. En Iraq. Los soldados norteamericanos estaban ocupados cuidando el orden en Bagdad, allá, lejos, en el Cercano Oriente, allí donde nada tienen qué hacer los soldados de los Estados Unidos de Norteamérica.

Qué paradoja más triste, ¿no, señor presidente George W. Bush?.