HUMALA, VIVA EL PERU

El domingo 4 de junio de 2006, a las 4 de la tarde, se dio un flash televisivo: Alan García era el ganador de las elecciones presidenciales. Ollanta Humala había perdido. Posteriormente, la ONPE refrendó la noticia con variantes ya no sustantivas.


En este sentido, el Perú sigue vendado al elegir como presidente de la República al doctor Alan García Pérez, líder del APRA, para gobernarlo el próximo quinquenio 2006-2011.
Claro que el triunfo aprista no ha sido rotundo. Lo ha elegido, como decir, solo la mitad del Perú, más uno.

Tampoco su triunfo se debe a sus méritos –salvo el de la oratoria-sino a la propaganda mediática que construyó un monstruo del llamado “nacionalismo”, esencia del discurso político-ideológico del candidato Humala.
Además, minimizó y hasta le echó tierra a todos los delitos cometidos por García durante su período de gobierno del 85 al 90, tan graves como, por ejemplo, el habernos infligido una inflación que quedó como la más dramática de toda la historia del Perú y el mundo, además de violaciones flagrantes a los DD. HH.

La televisión, la radio y la prensa locales, en su mayoría, se encargaron de concienciar a los peruanos en el sentido de que “nacionalismo” es lo mismo que fascismo y, por lo tanto, es lo mismo que Hitler y Mussolini.
Y “nacionalismo” -según el diccionario de la RAE-, no es sino, “la preferencia o exaltación por lo que es propio de la nación a la que se pertenece”; en segunda acepción “doctrina que reivindica para la nación el derecho a practicar una política dictada por la exclusiva consideración por sus intereses y reafirmar una personalidad propia”, y finalmente,”movimiento de los individuos que toman conciencia en razón de los vínculos históricos, étnicos, lingüísticos, culturales, económicos, etc, que los unen”
A cualquiera de las tres acepciones a las que se hubiera referido Humala nada tenía qué hacer con el fascismo ni con Hitler ni con Mussolini ni con el comunismo ni con la mula muerta.
Su discurso fue nacionalista y democrático, como lo certificaron muchos analistas políticos.
Pero los mass media lo maletearon, le dijeron "fascista" hasta cuando tomaba la sopa o se ponía los zapatos.

Y pensar que el Perú lo que más necesita es nacionalismo. Porque en el Perú hay inmensas mayorías sociales que viven fuera del contexto nacional, que no son peruanos, o sea, que el sector social que hace y deshace en el país, no los reconoce como peruanos.
Es una mayoría étnica con otros substratos que están absolutamente excluidos de la vida nacional en todos los sentidos: políticos, económicos, sociales, culturales, etc.
Pues, Humala se irguió representando a esos sectores, para lo cual empleó el término del nacionalismo, es decir, había que concretar el término nación reconociendo a todos los que hemos nacido en este territorio patrio, única razón por la cual podríamos decir que somos patriotas.
Eminentes sociólogos y antropólogos peruanos del pasado y del presente alegan porque se reconozca a esos sectores conformados por quechuas y aimaras y otras minorías étnicas para afianzar nacionalmente al Perú. El Perú existe como país y como Estado, pero no como nación.
Humala reverdeció esa necesidad, ese grito.
Pero, los intereses creados de toda índole: políticos, económicos, raciales, etc., se soliviantaron ante el reclamo. Y ahí empezó la guerra a muerte, guerra sucia, contra la ideología del nacionalismo humalista.

Claro que no fue solo eso. Empezó una campaña de desprestigio que alcanzó ribetes espectaculares. A Humala se le acusó de “asesino” sin sserlo ni lejanamente y así lo llamaban los medios de comunicación. Fue o es amigo del presidente de Venezuela y de Bolivia, y entonces se le dijo que si acaso llegara a la presidencia tendría que pasar a formar el eje geopolítico andino con el que sueña Hugo Chávez.
En fin, no se le perdonó que su hermano Antauro hubiera tomado con las armas una comisaría en el interior del país lo que provocó la muerte de cuatro entre policías y humalistas. Por entonces, Humala estaba en Seul.Tampoco, el que su padre hiciera declaraciones tremendistas como “fusilar a los homosexuales y los corruptos”.

Sea como sea, las cosas han llegado a su fin. De toda esta batahola se aprovechó Alan García para llevar agua a su molino. Quedó ganador en la primera vuelta sobre la candidata Lourdes Flores aunque por debajo de Ollanta Humala.
Humala había ganado en 18 departamentos del Perú de los 24 que tiene.
Este diagrama ha seguido siendo casi el mismo hasta el domingo 4, aunque Lima, la capital de la República, tenía que definir la votación final.
Se sabía que los veintitantos por ciento que había conseguido Lourdes Flores correspondían a Lima.
Lima, para los peruanos, y como consecuencia de un centralismo colonial, sigue siendo el Perú. Aquí vive casi la mitad de los votantes hábiles que hay en el país.
Pues, esos votantes que pertenecen a otra clase social, política, económica y racial han votado por García, aunque “tapándose la nariz”, como se dijo políticamente a todos los vientos.

Humala habló después de conocer los primeros resultados , dijo que el domingo 4, el Perú comienza una nueva vida, de renovación total. Porque Humala esgrime la idea de acabar con la vieja clase política que nunca jamás sacó la cara por el país, por la nación peruana, lo cual fue apoyada especialmente por los departamentos del sur. Esa clase política, nunca fue nacionalista, fue todo, menos patriota. Como ahora, que es más chilena que peruana, en ek sentido que los chilenos cuentan con más apoyo oficial que los peruanos, por ejemplo, en lo que respecta a las inversiones.

Ollanta Humala, a pesar de haber perdido las elecciones, considera que al instaurar un nuevo movimiento popular, mayoritario, qué él y otros personajes han de liderar, ha ganado el Perú.
Por eso, al terminar su conferencia de prensa, gritó con todos sus pulmones: ¡Viva el Perú!