¡ADIOS, SEÑORA KARP!

Soy uno de los periodistas que más ha escrito contra la señora Eliane Karp. Aclaro. En realidad, nunca escribí “contra” sino “sobre” la señora Karp, para emplear con más propiedad la preposición castellana.
Pido, además, se me disculpe el empleo del “yo” personalísimo al que soy ajeno, aunque en este caso es insustituible: “Yo fui uno de los que criticó más constante y arduamente a la señora Karp.

Testigo de la vida política de mi país por mucho más de 50 años, considero que nunca hubo una Primera Dama con ademanes más singulares que ella. Todas las mujeres de los presidentes a quienes conocí de cerca o de lejos, nunca fueron como ella. Todas pasaron casi absolutamente inadvertidas, inclusive, creo que pretendieron que no se les notara que estaban vivas.
No militaba entonces en el periodismo pero ya observaba cómo la señora María Delgado de Odría, entre el 40 y el 50, realizaba tareas de ayuda social, pero sin mayores aspavientos. La TV no funcionaba aún en el Perú.

Fui muy amigo de Violeta Correa, esposa del presidente Fernando Belaúnde, periodista en su juventud, una mujer culta, afable y absolutamente silenciosa. Ella solía reunirse con nosotros los periodistas para intercambiar ideas, pero nunca para “rajar” de nadie. Alguna vez, recordó que la señora Eleanor Roosevelt estaba en un “five o´clock tea” con un grupo de periodistas cuando fue llamada por el presidente Franklin Delano Roosevelt. Este le dijo: “Mañana empieza la Gran Depresiòn”. La señora Roosevelt les dio la noticia a las periodistas, pero estas callaron de común acuerdo, no escribieron nada en sus periódicos porque habría significado sensacionalizar peligrosamente la noticia. A propósito, ¿Algo ético que nosotros actualmente debemos tomar en cuenta?

La señora Pilar Nores de García es más reciente y también pasó casi inadvertida. Se dedicó a realizar tareas de asistencia social lo que hizo en gran silencio, sin rimbombancias ni TV.
Anteriormente hubo otras primeras damas pasajeras, hasta la llegada de la señora del presidente Alberto Fujimori cuya vida matrimonial estuvo más signada por el escándalo que por la decencia propia de nuestra cultura social.

La señora Karp antes del 2000 era absolutamente desconocida para los peruanos como también lo era el presidente Alejandro Toledo hasta cuando éste empezó a protagonizar episodios más de escándalo que de cortesía.
De la noche a la mañana se erigió en candidato a la presidencia de la República a base de un papel ridículo pero que, en su momento, le dio grandes réditos: el de ser cholo o de ascendencia indígena como que en algún momento se le confundió con el inca Pachacutec y se hizo conocido como “El Cholo Sagrado”, pseudómino colocado por la misma señora Karp.

Toledo no pudo encontrar mejor compañía que la señora Karp quien, en un cierto momento, declaró que estaba interviniendo en cuestiones políticas aunque no era peruana, pero que lo sería si es que Alejandro ganaba las elecciones.
Y así fue, no bien la presidencia estaba asegurada para el candidato, ambos dos se casaron porque hasta entonces estaban divorciados.
Se habían casado hacia años y tuvieron una hija, pero la conducta de la señora Karp no era tan recomendable pues, el mismo Toledo la denunció policialmente en varias oportunidades por abandono de hogar.
Toledo ganó, pero no por obra y gracias de la famosa marcha de "Los Cuatro Suyos”, sino porque el descrédito había empezado a derrumbar el castillo construido por Fujimori y que por actos de corrupción prohijada por Vladimiro Montesinos, resultó ser apenas un miserable castillo de arena.

Y bien, entonces, el señor Toledo se casó con la señora Karp y luego, comenzó el jolgorio. Yo no sé si la señora Karp sabrá qué significa jolgorio porque ella es judía, belga, norteamericana y, finalmente peruana por matrimonio. Dígase de paso que recientemente dijo, sin el menor escrúpulo que no necesitaba para nada la nacionalidad peruana.
A partir del 2001 hasta estos días de julio del 2006, la señora Karp nunca dio una sola demostración de verdadero amor ni respeto al país ni a los peruanos.
Todo fueron gestos de suma hipocresía. La señora Karp mide 1.65 metros de pura vanidad, de pura soberbia, de pura prepotencia racial y social.

Cualquiera puede registrar su actuación desde cuando empezó a lucír este cargo y encontrará que todo lo hacía en función de la publicidad, del figurettismo. Ella, se dio cuenta de que los mass media registrarían todas sus actividades y la presentarían como benefactora al lado de los representantes de nuestras más bajas escalas sociales.
Entonces se arrimó a los habitantes de la sierra y de la selva refundidos en las estribaciones o los montes a donde las autoridades nunca van ni siquiera para hacerse tomar fotos con ellos.
Eso lo hizo aquí dentro, nacionalmente; internacionalmente, también hizo lo mismo.

En los últimos días, un diario local escudriñó los archivos oficiales y encontró que en estos años de gobierno toledista, la señora Karp realizó 87 viajes a casi todos los países del mundo o, por lo menos, a los más poderosos, porque por ejemplo, jamás fue a Haiti o a Zimbawe. En cambio, se paseó por Europa y Asia y posó junto de los reyes de España, estuvo con Chirac igual que en los palacios de Tian Anmen con el presidente de China o con George Bush, amigo suyo como de Toledo.

Acá, las autoridades pertinentes encontraron disturbios en el manejo de las instituciones que estuvieron a su cargo y para aclarar, fue citada hasta por los jueces. La rubia primera dama se rió en la cara de los magistrados, nunca acudiò a las citaciones. Ahora mismo, está con una cita ad portas.
Aquí ha sido donde, de la noche a la mañana, ha desaparecido: ha tomado un aviòn Nueva York- Paris y se ha ido.

Los periódicos dicen que ha fugadoLa señora Karp nos “ha hecho cholitos” que es lo que decimos cuando nos estafan material o espiritualmente.
Yo siempre escribí no en “contra” sino “sobre” la señora Karp porque siempre la vi fanática del figurettismo. ¿Cuántos mllones de metros de videos y cuántos millones de fotos le han filmado o tomado a la señors Karp solo para su lucimiento?.

Ahí tiene para pasarse el resto de su vida, viéndo su vanidad de vanidades al lado de presidentes, reyes, primeras damas de las auténticas o de pronto de otras, como ella, así de frívolas y de vanales.
Un episodio más para la pobre historia del Perú, es decir, para la historia de nuestros días, no la de ayer, que es tan rutilante.