25 DE DICIEMBRE: NOCHE DE PAZ
a quien pondrán por nombre Emmanuel, que,
traducido, significa: ¡Dios con nosotros!
(Concepción y nacimiento del Salvador, San Mateo, 1.23.2)
Los cristianos celebramos el 25 de diciembre como el Día del Nacimiento de Jesús. O sea, “El Niño Dios”, como se le conoce popularmente habría nacido el 24 de diciembre a las 12 de la noche en un pesebre de Belén entre mugidos de bueyes y balidos de ovejas y. por supuesto, al lado de José y María, y los ángeles del cielo.
Es un día en el que todos los cristianos del mundo nos deseamos paz.
Claro que no siempre todos estamos en las mismas condiciones de hacerlo porque la fiesta universal la celebramos cristianos muy ricos y cristianos muy pobres, blancos o negros, en fin, cristianos de cualesquiera condiciones sociales, económicas o culturales.
Pero, además, no todas las circunstancias en las que la celebramos son parecidas, es decir, remansos de fiesta, de placidez, de instantes que revelen necesariamente felicidad o paz.
Por ejemplo, deseo recordar tres fechas, tres “25 de diciembre” que los pasé en muy variadas circunstancias, lo cual puede o podría haberle ocurrido a cualquier cristiano en cualquier época de su vida o en cualquier lugar del mundo y que, precisamente ahora lo intento recordar y republicar.
Las tres Navidades que voy a recordar son sui generis y muy personales y no interesa que deje de señalar el año en que ocurrieron.
EN SALZBURGO
Una Noche de Navidad la pasé en Salzburgo, la ciudad donde nació el músico más famoso en la historia universal: Wolfgang Amadeus Mozart.
Durante el día había estado en Viena y alguien me sugirió que fuera a Salzburgo porque allí la fiesta de la Pascua tomaba diferentes matices, los recuerdos de Mozart y la fe cristiana eran avivados más que en toda Austria. Además estaban recordando no sé que aniversario de no sé que hecho protagonizado por Amadeus, el genio de la música.
Así fue que viajé a Salzburgo. Llegué a las 7 de la noche y no me pareció bien buscar alojamiento a esa hora, ¿para qué? dije, mejor será pasarse toda la noche en vela viendo cómo los salzburgueses celebran la Navidad.
En efecto, desde esa hora empecé a visitar a pie lugares públicos, plazas románticas, viejas calles, bares repletos, iglesias iluminadas, etc.
Por supuesto que lo pasé sin un solo amigo con quien compartir un sándwich o un comentario o, finalmente, abrazarnos y desearnos ¡Felices Pascuas!, como es el saludo proverbial. Debí haber gozado mucho del goce de los demás que en los bares, por ejemplo, bebían cantidades incalculables de cerveza mientras cantaban canciones navideñas ininteligibles para mi y bailaban de una manera muy original, a grandes trancos y con movimientos nada voluptuosos ni carnales. Eran meros valses vieneses.
Notaba gran alegría general. Todos estaban felices de sus vidas y claro, Mozart sonreía en un gran retrato colocado cerca de la casa donde nació, convertida ahora en un Museo que ya había visitado con la boca abierta en anteriores oportunidades.
A la media noche, abrazos y parabienes entre salzburgueses y más cerveza en los bares como combustible para mantener viva la alegría y la fe.
Horas después del nacimiento de Jesús, el cielo se fue aclarando hasta que llegó el amanecer. Medio somnoliento, tomé el tren y me regresé a Viena.
Esa Noche de Navidad no recibí el abrazo de nadie porque ningún salzburgués era mi amigo ni a mi se me dio por inventarlo. Yo era uno de los tantos extranjeros cogidos por la fecha en una hermosa ciudad engrandecida por haber sido la cuna de un genio musical como Mozart.
Sin embargo, durante toda la noche no escuché una sola nota mozartiana. Al tomar el tren de regreso a Viena, el aparato de radio que llevaba en la mano un viajero tocaba una hermosa sonata. Por fin, Mozart se hacía presente.
EN PHNOM PENH
Phom Penh es la capital de Kampuchea o Camboya. A las 12 de la noche en punto, me incorporé sobresaltado en mi cama para recordar que a esa hora del 24 de diciembre, el mundo cristiano estaba recordando la fecha del nacimiento de Jesús.
En Kampuchea nadie sabía lo que era Navidad, por lo menos en la ciudad, una ciudad fantasma donde me solía acostar a las 9 de la noche. Me solía cansar demasiado porque todo el día viajaba por las zonas estratégicas de Takeo o zonas por donde los soldados kampucheanos me informaban que podrían invadirlos los vietnamitas.
Ese día, el embajador Ok Sukan, que me servía como intérprete, me dio una mala noticia. En la mañana, al emprender un nuevo viaje de información, me preguntó si me había apercibido de que mi casa, al amanecer, estaba rodeada de soldados. Le dije que no, pero en realidad, si había visto a numerosos soldados rodeando mi casa. Bien, el embajador me contó que los enemigos del régimen de Pol Pot estaban buscando a los visitantes extranjeros para asesinarlos. Y sin más trámite, todo nervioso, me contó que justamente esa madrugada habían asesinado al profesor Malcolm Caldwell y a su esposa con quienes la noche anterior habíamos estado viendo una película sobre la guerra kampucheana. El embajador Sukan me contó que esa noche del 24 habían asesinado a Caldwell y a su esposa y me estaban buscando a mí para matarme, que por eso, de inmediato reforzaron la guardia de mi casa, me informó el embajador. “Le pido, disculpas, por este inconveniente”, me dijo Sukan.
Me quedé perplejo de la noticia justamente cuando se recordaba el nacimiento de Jesús y yo me desperté azorado para recordar el nacimiento de Dios y orar por la paz mundial. Luego del 25, exactamente el 31 de diciembre al amanecer, Vietnam invadió Kampuchea y tras derrotar a los Kmer Rouge con Pol Pot a la cabeza, se quedaron a vivir 10 años en ese país.
Esa fue “Una Pascua Sangrienta”, como titulé el informe que para mi periódico limeño envié desde Kampuchea.
EN ADDIS ABEBA
Acababa de estar en Addis Abeba. Mejor dicho, estuve viajando por “El Triangulo de la Muerte” formado por tres ciudades que cercaban un territorio donde morían 5 mil personas diariamente atacadas por el hambre.
La pobre Etiopía soportaba un período de sequía calificada como “la más feroz en la historia del país” de la reina de Saba.
Durante mi estada en Mekele, por ejemplo, vi morir a varias decenas de hombres y niños atacados por la desnutrición o kwashkioskor, con la piel pegada a los huesos, horrible drama. Terminada mi misión informativa regresaba a Frankfurt. Iba en un avión de Lufthansa. A la media noche, volábamos sobre el Mediterráneo cuando la flyhostess nos informó que íbamos a tener una cena de gala porque ese era el Día de la Pascua.
Por mi parte, también ese día, yo celebraba otro onomástico: el día del cumpleaños de mi padre.
Todos los 24 de diciembre a la media noche, desde donde estuviéramos sus hijos, viajábamos a rodear a mi padre para abrazarlo y felicitarlo por su día.
Esa noche, en la misma carta del menú le escribí a mi padre diciéndole que me disculpara no estar con él esa noche por estar volando de regreso, luego de cumplir con otra de mis “misiones imposibles” que él celebraba fastuosamente.
Terminé de escribir el saludo y lloré sobre lo que había escrito porque el caso era que mi padre había muerto hacía muy pocos meses; era una de las pocas vecesen mi vida que no estaba al lado de mi padre. O mejor dicho, hice, como si mi padre estuviera conmigo en el avión surcando el cielo infinito.
-¡Salud!, le dije a mi padre. Y brindé con él una copa del fino
champán que nos ofreció Lufthansa.
-¡Salud! escuché claramente que me contestó mi padre desde el cielo.
Esta fue una de las Navidades más hermosas que he pasado en mi vida.
3 Comments:
Desde la discrepancia quiero felicitarle las navidades, hermoso post. Lleno de recuerdos y sentimientos.
Quiero aprovechar también el humilde espacio que se me concede aquí para saludar a Justo Lorca.
A Justo lo conocí en el año 56, él estaba exiliado fuera de España por sus ideas. Había combatido con Leclerc contra los alemanes brillantemente. Fué de los primeros en liberar París. Sólo tenía 18 años entonces. Hoy a los 78 años, cumple años en dos días, es uno de los principales colaboradores de mi gabinete en la ONU. Por eso celebro sus palabras proclives a la concordia.
En definitiva, Feliz Navidad a todos
A Vicente W.
¿Qué pasaría si todos los discrepantes fueran tan respetuosos como Ud?.
El mundo no sería mundo.´
O como decía Drummond de Andrade en su poema:
"Mundo mundo vasto mundo
si yo me llamase Raimundo
sería una rima,
pero no una solución".
Gracias por permitirme saber más de Justo Lorca, admiro su pasado. He de contestarle oportunamente, pero aprovecho esta coyuntura para saludarlo y desearle Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo.
Y por supuesto, a ud. también.
MJO
Desde la beligerancia manifiesta, Feliz Navidad profesor Orbegozo, paz, amor y salud a todos los suyos.
Vivan los irredentos
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