LIMA: ¡CAYÓ EL SHERIFF!
Se llama Benedicto Jiménez Baca y era un jefe más de los tantos que abundan en nuestras Fuerzas policiales.
De pronto, cuando el terrorismo estaba en “todo su esplendor”, cayó Abimael Guzmán, el delincuente más prontuariado y odiadio en toda la historia del Perú. ¿Quién lo había detenido?. Pues, el general Ketín Vidal, otro jefe conocido por su cara de buena gente más que por su severidad policial.
Los que vimos las secuencias de la captura, nos quedamos mudos ante la espectacularidad de las escenas; ¿Ketin interrogando personalmente a Guzmán? Increíble.
Hasta que pasada la euforia de la captura y la pacificación del país, un buen día, Jiménez saltó a la palestra y desmintió a Vidal, dijo que él no fue quien capturó a Guzmán sino él, Jiménez, y su grupo de detectives.
Comprobado el asunto de la captura, a partir de entonces, Jiménez se convirtió en un audaz y respetable policía y hombre público, mientras Vidal quedó por los suelos.
Eso pensó Jiménez y desde entonces, quería aparecer a toda hora en cualquier lugar. El hambre de la fama o más vulgarmente, el hambre del figurettismo lo devoraba, lo convirtió en uno de sus sirvientes más dóciles.
Mientras no tenía otra cosa pública qué hacer, ingresó a un canal de TV para presentar sonados casos policiales para lo cual se acompañó de un excelente periodista joven.
Eso, no duró mucho. ¿Qué hacer ahora?, debió preguntarse Jiménez
Ahí fue cuando se presentaron los días eleccionarios para escoger al Alcalde de Lima. Jiménez no lo dudó un minuto, se presentó ante el Partido Aprista que ya estaba en el gobierno y se ofreció como candidato. En medio de la seriedad y la chacota, Jiménez se lanzó a la alcaldía con el mote seleccionado de “Sheriff”.
Perdió abrumadoramente ante el acalde actual, pero él quería seguir en el tintero.
Entonces, se presentaron graves problemas en las penitenciarias dependientes del Ministerio del Interior de donde había sido espectorada injustamente la ministra Pilar Mazzetti. Jiménez consideró que no había mejor candidato que él, “Yo mismo soy” diría para sus adentros..
Y Garcia Pérez lo admitió como jefe del INPE.
El 3 de febrero, Benedicto Jiménez empezó a tomar rudas medidas para mejorar el sistema carcelario, pero ahí mismo se le descubrió en oscuro contubernio con Fernando Zevallos.
Zevallos fue el dueño de la línea peruana AeroContinente que, luego de comprobarse que andaba metido con el narcotráfico internacional, fue apresado y encarcelado hasta hoy.
Nadie lo podía creer, pero las evidencias, -judicialmente no comprobadas aún-, eran innegables para los medios de comunicación; se le mostró a Jiménez haber cursado dos correos o e-mails a Zevallos advirtiéndole que los policías secretos que le estaban siguiendo los pasos eran fulano y zutano.
“No puede ser”, exclaman tirios y troyanos. ¿Un general de la policía revelando secretos a un narcotraficante de la talla de Zevallos?.
Acosado por los medios, Jiménez juró que esos mails podrían ser o son apócrifos, pero parece que realmente no lo son. En la mañana, aseguró su inocencia comparable a la de un niño recién nacido; en la tarde ya no supo que hacer. No le quedó sino renunciar al cargo. La ministra de Justicia aceptó la renuncia y el gobierno no lo iba a poner en duda.
Jiménez Baca se va y mientras camina de espaldas al país, quedan en debate:
1) Su excelente actitud de que considerándose inocente renuncia para que la justicia al comprobar su inocencia, lo perdone, y no como tanta autoridad que cae con las manos en la masa y dice que esas no son sus manos.
2) Triste actitud la de un general de la Policía que sabe que es culpable y que de todos modos, cuando terminen la investigaciones, podría ir a parar a una cárcel que él alguna vez quiso reformar.
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