LA CANCHAYA: UNA VERGÜENZA

Mientras el Perú se debate en infinidad de profundos y complejos problemas politicos e infraestructurales, la parlamentaria Elsa Canchaya se debate en un profundo problema personal de superestructura.

El problema de la señora Canchaya ya lo conoce todo el mundo y es fácil de explicar: Ella, elegida parlamentaria nacional representando al partido Unidad Nacional del PPC, se instaló en su curul y luego, para poder legislar atinadamente precisaba de asesores que, como su nombre lo indica, supieran de problemas administrativos o políticos mucho más que ella o como ella.
La señora Canchaya no pudo tener mejor idea que escoger a Jackelyn Simón, su empleada doméstica de toda su confianza, o sea, la muchacha que barre, limpia la casa, cocina, etc., ahora, en calidad de asesora. Como principio, de acuerdo al Reglamento interno del Congreso, se deberá entender que Jackelyn conocía los problemas ad hoc mucho más que la parlamentaria o como ella.

Cuando un Canal de TV ofreció un amplio reportaje sobre el "Caso Canchaya", se vio a Jackelyn entrando y saliendo de una Academia privada limeña donde aprendía Enfermería. Jackelyn nunca había ido al Congreso ni siquiera de visita a su empleadora, menos a ejercer su función de asesoría.
Cuando el Canal TV hizo el destape o sea, cogió a la señora Canchaya con las manos en la masa, se deshizo en explicaciones de lo más desfachatadas.
Posteriormente, ha declarado en el mismo Congreso ante el Consejo de Etica, que el problema no está en que Jackelyn sea doméstica sino indígena, es decir, la parlamentaria de la poca vergüenza, dijo con todas su letras que quienes la acusaban lo hacían desde el punto de vista racista. “Es un problema de discriminación –dijo- porque ella tiene rasgos indígenas, del Perú Profundo, si no los tuviera, si fuera rubia, alta y elegante, entonces nadie diría nada”.

Dos verdades: de haber discriminación racial en nuestro país la hay y de la más alta calidad étnica. De que más parlamentarias tienen también sus “domésticas” o sus “sobrinas” trabajando con ellas, también es cierto.

Estamos, pues, frente a un nuevo caso vergonzoso de administración pública y de corrupción política. ¿Cómo puede ser que una parlamentaria contrate a su empleda como su asesora? ¿Qué sabe de leyes una empleada doméstica?. Podría ser, pero resultaría sumamente raro, porque además, se acaba de probar que la pobre Jackelyn no sabía ni donde esté parada. En la academia de Enfermería, todas sus notas son desaprobatorias, no tiene ni siquiera un diez, todas sus notas son de 7 para abajo, solo ceros.

Lo más sombroso de este caso es que una parlamentaria que se supone tiene dos dedos de frente, intente defender lo indefendible.
De lo que se trata llana y sencillamente es de otro problema de corrupción del más bajo nivel político, porque nadie podría dejar de pensar que los 4,900 soles que son el sueldo de Jackelyn los cobrara ella sino la parlamentaria Canchaya.

Esto es humillante y nos pone otra vez frente al pelón de fusilamiento por corrupción al nivel más humillante.
Que esta forma de “timadura” lo haga un empleado de bajo nivel para robarse unos 100 o 200 soles podría pasar inadvertido, pero una parlamentaria que se llena los bolsillos con cinco mil soles mensuales sacrificando la honra de una pobre muchacha que no sabe en qué líos lo ha metido se patrona, no tiene nombre.

Ha empezado a moverse la maquinaria de la justicia y se dice que la Canchaya, -de probarle todo lo que de ella se dice-, recibirá como castigo, la destitución del Parlamento, la inhabilitación política por una decena de años, pero lo que es peor, podría ir a la cárcel.

No le deseamos mal a nadie, pero una impostora como la señora Canchaya se merece eso y mucho más.