OTRA FECHORIA PARLAMENTARIA
Recientemente se informó que una parlamentaria contrató a su “empleada doméstica” como su asesora
O sea, todos los parlamentarios tienen el derecho a contratar a dos o tres asesores para que los ayuden a legislar. Por supuesto que los sueldos los pagamos todos nosotros. Pero, se supone que estos asesores deben ser personas absolutamente idóneas y decentes.
Pues, dicha parlamentaria, contrató a su empleada, aquella que le cuida a los hijos, los lava, los lleva al colegio, los plancha, etc. Pero, lo más grave del caso, es que dicha empleada no cobraba el suculento sueldo sino la parlamentaria. La empleada nunca jamás fue al Congreso ni cobró nada.
La congresista se defendió con uñas y dientes despreciablemente porque para remate, ella es abogado y hasta había sido Notario Público.
Yo escribí entre broma y broma que a la susodicha parlamentaria se la debería castigar muy severamente, tal vez sacrificarla como a Juana de Arco y después ver si vale la pena hacerla santa.
Faltaba decir algo, dicha parlamentaria no fue la única, ahí mismo vinieron tres o cuatro casos similares más, una repugnante o risible Caja de Pandora, según como uno quiera tomar las cosas.
Cuando se estaba poniendo orden en el Congreso, aconteció lo siguiente:
Nosotros, como todos los países occidentales teneos un Tribunal Constitucional que es la más alta institución jurídica de la Nación.
Como por razones legales, en el TC faltan cuatro miembros para estar completo, se llamó a Concurso al que se presentaron más de 20 honorables candidatos. Estos deberían presentar su currículo vitae y luego dar un examen de presencia, según las leyes vigentes, ante el Congreso de la República.
Todo iba bien hasta el miércoles pasado en el que la olla volvió a destaparse y presentarnos otro de sus potajes en descomposición.
Un caso no de corrupción pública administrativa, de dinero y de decencia como en las anteriores, sino de corrupción política detestable.
Según estaba programado, el miércoles 13 de junio, el Congreso, luego de sus arduas deliberaciones secretas, debería entregar públicamente, los nombres de los cuatro magistrados pulquérrimos.
Todo esto se hacía –repito- dentro de los límites del mayor secreto, pues las elecciones las hacía la máxima institución pública del país.
El Congreso dio los nombres en medio de gran expectativa y entres los 4 figurarba el magistrado Javier Ríos Castillo, cuyo currículo era en el fondo, tan repudiable como un egresado de un centro Penitenciario.
Para comenzar, antes de que fuera elegido o sea, el martes, asistiò a un almuerzo que lo disfrutaban Agustín Mantilla y Hector López Meneses, qjuienes habían purgado años de cárcel por ser compinches del hombre más repudiado del Perú, Vladimiro Montesinos. También estaban en el alrmuerzo dos oficiales de la más alta graduación del Ejército.
Las cosas hubieran pasado absolutamente inadvertidas, es decir, el Congreso habría dado los nombres el miércoles y el Perú, comentado la elecciòn sin decir nada.
Pero, mala suerte, el martes, un periodista de segundo nivel que trabaja(ba) en el Congreso, informó a la revista local Caretas, que en ese momento, 2 de la tarde estaban almorzando en un restaurant tal, los cinco individuos señalados.
Se armó el lío gordo porque además, a esa hora, martes 4 de la tarde, ya se sabía que uno de los asistentes o sea el doctor Javier Ríos Castillo, era a su vez elegido para el TC.
Otra perla: el periodista que pasó el dato del banquete, ya sabía quienes eran los 4 nuevos magistrados elegidos para completar el TC. ¿Cómo lo supo? Quién se lo dijo? ^Cómo se realizó la elección? Il pregunta más.
Por supuesto que ardió Troya, pero Troya arde cada vez que suceden estos repudiables desaguisados. La señora presidenta del Congreso, Mercedes Cabanillas, salió a explicar lo que había pasado, a tratar de justificar, aunque sin poder disimular su enfado porque su Congreso, una vez más, se metía en líos públicos y deshonestos de lo más repudiables.
Ríos Castillo no pudo aclarar su intervención en el affaire y solo dejó en claro, que la selección de magistrados se hace entre gallos y media noche, sin tomar en consideración las cualidades personales y profesionales de los candidatos, porque si así fuera, nadie habría elegido a un tal Víctor Ríos Castillo de tan pésimo comportamiento público.
El problema ahora es si solo buscar un reemplazo para el renunciante o defenestrado Ríos Castillo o realizar nuevas elecciones.
El Perú, en general, pide que haya nuevas elecciones, pero que el Congreso ponga sus cinco sentidos, para que no se desprenda una nueva fechoría nacional.
Es una lástima que todavía los políticos dirigentes del Perú no puedan enderezar sus conductas y se tenga que estar dando semejantes muestras de corrupción administrativa o política a todo el mundo.
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