“TENGO DEBERES SAGRADOS QUE CUMPLIR…”

Las hazañas de Miguel Grau y Francisco Bolognesi acusan tanta heroicidad en la historia nacional e internacional que resultan suficientes para equilibrar y sobrepasar la derrota del Perú ante Chile en la guerra del Guano y del Salitre, 1879.
Las celebraciones cívicas, el 8 de octubre y el 7 de junio de cada año, renuevan la vitalidad de la Patria y nos hacen ver que nunca faltarán héroes en el Perú aunque no sean de esta dimensión, para dignificarnos ante el mundo.

Las ciudades de Lima y Arequipa, como ha sucedido con algunos grandes hombres en la historia, se disputan ser cuna de Bolognesi; sin embargo, datos anecdóticos confirman que nació al pie del Misti en la segunda quincena de diciembre de 1822. Así, aparece finalmente en su partida de nacimiento, cuando se registra su ascenso a coronel del Ejército el 31 de octubre de 1871.Tenia 49 años.

Francisco Bolognesi participó en numerosas batallas de la época a órdenes de los militares más connotados, como el mariscal don Ramón Castilla.
Era temerario como militar y sin embargo, era un hombre silencioso, de pocas palabras, de carácter pacífico, tal como lo señalan algunos testimonios.

La siguiente carta, escrita a su hijo Enrique, cuando aquel ya era jefe de defensa de Arica, nos muestra palpablemente, no solo la situación socio-económica por la que atravesaba el país y la situación personal y familiar del coronel Bolognesi en esos momentos, sino su humildad y su ternura: un guerrero invencible rendido ante el amor filial. Este es el texto de la carta:
“Querido Enrique:
He recibido tu carta y ayer mismo fui donde el señor Coloma para pedirle víveres para ti, me ha contestado que no te manda, que el mismo te hará dar.
Así es que manda donde él para que te auxilie.
Te remito diez soles con el mayor Luna, y otros diez soles y un par de zapatos, con el capitán Ugarte,
Aquí, estoy bien de salud, esperando sólo que venga el enemigo para recibirlo sin que me importe su número.
Consérvate bien y manda en la voluntad de tu padre que te quiere, Bolognesi”.
Su hijo Erique murió tiempo después, también peleando por la patria.

Pero todo lo demás estaba escrito ya. No el anciano Francisco Bolognesi sino el joven e impetuoso patriota le envió así mismo un vigoroso mensaje a uno de sus subalternos, el 5 de junio. Decía: “Apure, Leyva. Todavía es posible hacer mayor estrago en el enemigo victorioso. Arica no se rinde y resistirá hasta el último sacrificio. Bolognesi”.

Dos días después, el 7 de junio, el coronel Francisco Bolognesi, herido de muerte en el Morro de Arica y luego de despedazado su cerebro a culatazos, no habría alcanzado la gloria si, con toda su energía militar y dignidad patriótica, no le hubiera respondido con tiempo al mayor Salvo:
“Tengo deberes sagrados que cumplir y pelearé hasta quemar el último cartucho”.
Célebre frase que arracimaba la decisión de todos los jefes a sus órdenes, menos de uno de ellos que al desertar, no alcanzó la gloria sino el desprecio de los peruanos y la historia.
“Dicha frase- dice el historiador Alfonso Bouroncle- no queda como respuesta a un planteamiento de rendición. Por su laconismo, pero enorme fuerza expresiva, trasciende el momento convirtiéndose, por su sencillez, en manifestación de sublimidad”.

Para no empañar esta página dedicada a exaltar hoy el heroísmo de uno de los dos más grandes héroes de nuestra historia, no deberíamos incluir estas menciones al comportamiento del ejército chileno antes y después de la batalla de Arica; la historia se impone. “La crueldad del jefe chileno coronel Pedro Lagos que reflejó la orden del comando chileno quedó marcada en las palabras del escritor chileno Molinari al referirse al sanguinario comportamiento de sus tropas: “Los muertos subieron de mil en el Morro, pero se den cuenta los que estos lean del delirio de matanza que dominó al 4to. de línea. Fue tal y tan espantosa aquella represalia que el vasto e inmenso recinto de “Ciudadela” se convirtió en humeante poza, charco horrible de sangre humana, y tanto subió el nivel de aquel lago que el caballo del general en jefe, don Manuel Baquedano, cuando más tarde penetró en aquel mudo y desolado lugar, se perdió en la sangre peruana hasta los mismos nudos”.

El Ministro de Estados Unidos de Norte América en el Perú, dijo entre otras cosas: “Las tropas chilenas se han conducido no como un ejército formalmente organizado por una nación que se llama civilizada sino como una horda de salvajes errantes, ultimando a los heridos. En el consulado británico se refugiaron unos cuantos dispersos, los arrastraron hasta la plaza y allí los fusilaron y después saquearon la casa, el consulado inglés. Esto no ha sido guerra sino una matanza por mayor”.

La frase de Francisco Bolognesi, hoy, como todos los 7 de junio hasta el fin de los tiempos, flameará por sobre cualquier fiesta de odio o sangre:
“Tengo deberes sagrados que cumplir y pelearé hasta quemar el último cartucho”.