El concurso mundial realizado para escoger a las nuevas “7 Maravillas del Mundo” terminó el sábado ante la expectativa de muchos millones de observadores y ante la crítica de algunas instituciones como la UNESCO que expresó su disconformidad con el concurso por no considerarlo idóneo.
Pero, de lo que ni la UNESCO ni cien instituciones o personas más, podrán dudar es que la Ciudadela de MACHUPICCHU si merecía, merece, ser considerada una Maravilla del Mundo.
Machu Picchu es una deslumbrante obra inca construida hace 500 años con piedras vivas cuando no había tecnologías capaces de reemplazar a los músculos y la creatividad de los arquitectos y constructores andinos.
Todos los que visitan Machu Picchu se quedan paralizados de sorpresa ante el paisaje, porque por encima de la construcción insólita, está el telón de fondo constituido por una serie de cumbres que solo te hacen pensar en la grandeza y la belleza cósmicas.
Ayer en el estudio Da Luz de Lisboa, Machu Picchu quedó en cuarto lugar, pero luego se advirtió que eso no significa que sea la cuarta Maravilla del Mundo. Esto queda al criterio de quienes visiten las 6 maravillas restantes seleccionadas ayer. Porque todas son diferentes. No se puede comparar de ninguna manera al Cristo de Río de Janeiro con el Coliseo romano ni con Machu Picchu.
El Perú está feliz de haber estado latiendo en los corazones del mundo cuando quedó nominado.
Machu Picchu, tal vez constituya este resumen peruano: “En la historia del hombre, basta memoria colectiva que entre fulgor y sombra de la aventura humana cuenta la eterna lucha de los pueblos contra la naturaleza y el tiempo fugitivos, la luz que en su hora irradiaron los incas, más que una gloria cusqueña y parroquial, más que pretérita ufanía de los Andes peruanos, es Patrimonio de la Humanidad” (Enciclopedia del Perú, OCEANO)
Pablo Neruda, uno de los poetas más representativos de América, dada su fuerza poética descriptiva y humana, escribió un largo poema de 12 Cantos, dedicado a la Ciudadela, poema al que denominó “Alturas de Machu Picchu”.
Punto final a esta apoteosis de alegría que del cielo y de la tierra le han llegado al Perú cuando no todavía no puede ver de frente al sol, serán los versos del gran poeta chileno pertenecientes al VI canto, suficientes para advertir la grandeza telúrica incomparable del Machu Picchu ahora, siempre, una Maravilla del Mundo:
CANTO VI
Entonces en la escala de la tierra he subido
entre la atroz maraña de las selvas perdidas
hasta ti, Machu Picchu.
Alta ciudad de piedras escalares,
por fin morada del que lo terrestre
no escondió en las dormidas vestiduras.
En ti, como dos líneas paralelas,
La cuna del relámpago y del hombre
se mezclan en un viento de espinas.
Madre de piedra, espuma de los cóndores.
Alto arrecife de la aurora humana.
Pala perdida en la primera arena.
Esta fue la morada, éste es el sitio:
Aquí los anchos granos del maíz ascendieron
y bajaron de nuevo como granizo rojo.
Aquí la hebra dorada salió de la vicuña
a vestir los amores, los túmulos, las madres,
el rey, las oraciones, los guerreros.
Aquí los pies del hombre descansaron de noche,
junto a los pies del águila, en las altas guaridas
carniceras, y en la aurora
Pisaron con los pies del trueno la niebla enrarecida,
y tocaron las tierras y las piedras,
hasta reconocerlas en la noche o la muerte.
Miró las vestiduras y las manos,
el vestigio del agua en la oquedad sonora,
la pared suavizada por el tacto de un rostro
que miró con mis ojos las lámparas terrestres,
que aceitó con mis manos las desaparecidas
maderas, porque todo, ropaje, piel, vasijas,
palabras, vino, panes,
se fue, cayó a la tierra.
Y el aire encontró con dedos
de azahar sobre los dormidos:
mil años de aire, meses, semanas de aire,
de viento azul, de cordillera férrea,
que fueron como suaves huracanes de pasos
lustrando el solitario recinto de la piedra.
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