CONGRESISTAS DESAFORADOS
Por fin se sancionó a dos parlamentarios a quienes se les comprobó haber actuado delictuosamente, hace algunos meses.
José Anaya y Margarita Sucari tenían a la Espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas por comportamientos inadecuados que rozaban con el delito vulgar.
Es importante recordar, -porque Anaya y Sucari, no son los primeros congresistas antiéticos- que es casi una costumbre parlamentaria emplear, por ejemplo, una serie de mañas para obtener sobre sueldos, o sea, más dinero del que tienen asignado.
Hubo una tal parlamentaria, Elsa Canchaya que, como les corresponde por derecho, buscó contar con una asesora para que la acompañara a desempeñar mejor sus funciones. La tal Canchaya contrató a su “Asesora”, pero ésta no pasaba de ser sino su “ama de casa” es decir la empleada que le lavaba los platos, barría la casa, cocinaba, tendía las camas, etc.
Esto no habría tenido nada de particular, si de pronto esta ama de casas hubiera sido lo suficientemente preparada como para ser asesora.
El hecho es que no sabía sino lo indicado, pero además, nunca jamás fue al mercado. Elsa Canchaya le “cobraba” su sueldo y punto.
La Canchaya estaba acostumbrada a estas zamarradas. Era Notario Público y ya como Notario había cometido una serie de faltas graves.
El Congreso la desaforó, pero ella sigue reclamando, tiene la esperanza de volver por sus pasos. Y, ¿por qué?.
Veamos por qué.
Porque el Parlamento en términos generales está acostumbrado a las mañoserías. Salvo las excepciones de reglamento, nadie se salva de ser innoble.
Si estás en pecado, y necesitan tu voto para que fulano de tal sea presidente del Parlamento, das tu voto y ya te salvaste del pecado.
Ahora mismo, Anaya y Sucari se llevaban la de sufrir una misma pena, el desaforo o sea, por lo menos unos 120 días de suspensión.
Pues, en la votación a que fue sometida la sanción a dichos parlamentarios, Anaya alcanzó el número de votos para ser desaforado, pero no así la Sucari, cuando ambos eran juzgados por faltas graves aunque de diferente cuantía.
El parlamentario Gustavo Espinoza que también esperaba el castigo después de haber cometido faltas diferentes a sus anteriores compañeros pero de igual grado delincuencial, también ha sido desaforado con 120 días.
La Sucari ha recibido el castigo de 60 días, después de presentarse ante el Parlamento a decir que aceptaba haber cometido las faltas de las que se le acusaba, pero que pedía perdon a medio mundo, que no la castigaran, por favor.
Y al votar, algunas parlamentarios escucharon los ruegos de la Sucari y votaron para que no la castigaran con el rigor que merecía.
Pues, bien.
Lo importante de esta nueva payasada parlamentaria es que hay muchos miembros del honorable Congreso que no tienen sentido del amor propio, de la dignidad personal, del aprecio a los más elementales valores sociales.
Aquí mismo se ve:
La Canchaya delinque y espera que pasen sus días de desaforo paras regresar al Parlamento;
Anaya lo mismo: Este falsificó documentos cuyos montos fueron cobrados al Parlamento cuando no debía, ha recibido su castigo pero aguarda a que luego de los 120 días, regrese a su curul.
La Sucari, lo mismo, espera que pase los 60 días, y de nuevo a calentar su asiendo hasta que se termine el partido.
La Canchaya, el Anaya, el Espinoza y la Sucari, no deberína volver más al Parlamento, ya están signados como gente antiética, es más que vergonzoso regresar a un lugar de donde, en la práctica, se es despedido.
Lo correcto sería pues, que ellos demuestren que sienten vergüenza del papel que han desempeñado y se vayan. Lo menos que pueden hacer es renunciar.
Hay varios personajes públicos que son detestados por voluntad popular, que les piden no ejercer los puestos que ahora ocupan, pero ellos continúan muy campantes como si nada pasara.
Esto es lo que ocurre con el ministro de Salud Pública. Caso clamoroso. No solo los médicos en huelga piden que se vaya, que renuncie, sino la voluntad popular, Pero él sigue impertérrito, nadie lo mueve de su sitio, aunque en este caso tiene el apoyo total del presidente de la República.
Esta demostración de la falta de dignidad es un mal nacional y muy antiguo. Habría que obligar a los maestros a que desde las primeras clases que reciban los alumnos estén el respeto a la sociedad en la que se vive, la dignidad, personal, el valor de la honradez en todo sentido.
Solo así, aunque sea de aquí a 50 años, tendremos un Parlamento y una sociedad honorables.
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